«Tú, Reina de la Paz, sufres con nosotros y por nosotros, viendo a tantos hijos tuyos probados por los conflictos, angustiados por las guerras que desgarran el mundo. En esta hora oscura -es una hora oscura, Madre- nos sumergimos en tus ojos luminosos y nos confiamos a tu corazón, sensible a nuestros problemas. (…) Dirige tu mirada misericordiosa a la familia humana, que ha perdido el camino de la paz, que ha preferido a Caín antes que a Abel y, perdido el sentido de la fraternidad».
Papa Francisco, 27 de octubre de 2023
El fin de año suele ser un momento de celebración, en el que reflexionamos sobre los logros, las alegrías y las bendiciones que hemos experimentado a lo largo del año. Sin embargo, en un mundo marcado por la guerra, el hambre, las migraciones forzadas y la angustia de madres que aún buscan a sus hijas e hijos desaparecidos, (temas de los hemos hablado a lo largo de año en nuestra revista) nos enfrentamos a una pregunta inquietante: ¿Qué celebrar en medio de tanto sufrimiento? En la siguiente reflexión les invito a abordar esta cuestión desde una perspectiva ignaciana, buscando ser luz en este tiempo de noche y que nos permita avanzar en la esperanza y la acción.
Gratitud paso a paso
Como sabemos, el primer paso en la oración ignaciana es expresar gratitud. Aunque pueda parecer difícil en un mundo tan marcado por el sufrimiento, la gratitud nos invita a mirar más allá de las circunstancias adversas y reconocer las bendiciones, por pequeñas que sean. Es un recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros, hay destellos de luz.
A lo largo de este año, ¿qué podemos agradecer? Tal vez sea la solidaridad que vimos en las comunidades que se unieron para ayudar a los necesitados, o la valentía de quienes luchan por la paz en medio de la guerra. La gratitud de la salud, la familia unida, el trabajo estable. La gratitud nos conecta con la humanidad y nos recuerda que, a pesar de los desafíos, hay razones para seguir adelante.
El segundo paso en la oración ignaciana es el examen, en este caso el examen del año. En este proceso, revisamos nuestras vidas con honestidad y humildad, sin juicio ni autoengaño. Y podríamos preguntarnos ¿en un mundo marcado por la violencia y el sufrimiento, qué hice yo para repararlo? La respuesta implica miramos y sinceranos sobre cómo hemos respondido a las crisis propias y ajenas: ¿hemos sido indiferentes? ¿Hemos contribuido al sufrimiento de otros a través de nuestras acciones o decisiones?
Ahora bien, en el examen también reconocemos cómo pudimos colaborar para hacer posible la esperanza y, particularmente, cómo nos ayudaron tantas personas, las demás criaturas del Reino y Dios mismo, a poner de nuestra parte y no abandonar los deseos a pesar de que pudimos habernos equivocado o que nuestros miedos nos paralizaron.
«Llamo consolación todo aumento de esperanza, fe y caridad , y toda alegría interna, que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud de su ánima, aquietándola y pacificándola en su Criador y Señor» [EE 316], nos dice san Ignacio, en el númeral EE 316, de las reglas del discernimiento sobre la consolación.
Es así que la consolación que surge de la reflexión sobre el examen resulta un bálsamo al cual acudir cuando las cosas se ponen grises y nos fortalece para seguir haciendo frente a lo que sigue.
La esperanza puesta en la acción
Por último, la oración ignaciana no se detiene en el arrepentimiento; nos impulsa hacia la esperanza y la acción. En medio de la oscuridad, encontramos la luz en el compromiso de hacer lo que esté a nuestro alcance para mejorar nuestro mundo.
¿Qué podemos celebrar este fin de año? Celebramos la fuerza de la humanidad para resistir, sanar y trabajar juntos por un futuro mejor.
Haciendo un recuento de lo publicado este año, podemos decir que en la revista Christus celebramos el poder de la compasión y la solidaridad. Celebramos la vida de nuestro papa Francisco y su decidida intención de renovar la Iglesia. Celebramos a quienes arriesgan sus vidas cruzando caminos inciertos en busca de una mejor vida, celebramos a los que luchan por la paz y la justicia. Celebramos a nuestros mártires de Cerocahui, a las religiosas que sostienen la fe en tiempos difíciles; a las madres que, a pesar de la incertidumbre y con alegría, nunca dejan de buscar a sus hijos desaparecidos, a los líderes comunitarios que defienden su territorio, a las mujeres que luchan por otras mujeres y en el camino tejen vías de esperanza. A las y los creativos, académicos, guionistas, periodistas, artístas y cineastas que hacen del mundo un lugar más bello y verdadero. A la juventud que con su espontaneidad y ojos nuevos ven en la fe una ruta de viaje.
Que este fin de año, inspirados por la fuerza y bondad de la Epifanía del Señor, nuestra celebración sea un acto de compromiso con un mundo más justo y amoroso. En lugar de solo mirar hacia atrás, miremos hacia adelante con la esperanza de que todas y todos, podemos hacer una diferencia significativa en el año que viene.
¡Feliz 2024!