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La nada en los bolsillos 

Por Luis Enrique Palma 

Me pregunto qué llevarán los nicaragüenses en sus bolsillos. Hace unos meses estuve de misión en un albergue en Veracruz y conocí a cientos de personas migrantes: hondureños, salvadoreños, guatemaltecos, haitianos, venezolanos, nicaragüenses. Incluso llegué a conocer a un chino que no hablaba absolutamente nada de español ni inglés. En el bolsillo tan solo llevaba un celular con el que traducía las conversaciones de carácter urgente. 

De igual manera, yo podría decir qué hay en los bolsillos de los demás migrantes que viajan en «la Bestia». Casi todos cargan su documento de identificación, si es que todavía no han sido asaltados en el camino. Algunos llevan un mapa que han recibido en albergues y casas de refugio. Otro buen grupo guarda un celular de pantalla desgastada, aunque es raro que éste alcance a llegar hasta el norte de México. 

En realidad no hay muchas cosas en los bolsillos de las personas migrantes. Casi nadie lleva dinero ni bienes materiales. Si es el caso, es más probable que se trate de la moneda que usan en sus países antes que algún billete con el rostro de Sor Juana Inés. Tampoco llevan medicina o alguna prenda de vestir adicional. A estas alturas, ya ni siquiera han de llevar la mascarilla que acostumbraban a usar durante semanas. 

Tales descripciones se basan en lo que conocí durante mis días en Veracruz, pero ahora me pregunto qué llevarán los nicaragüenses en el bolsillo. Pareciera que llevan el delito, la sangre y la peste entre las manos. Eso explicaría por qué están siendo tratados con dolor e indiferencia. Muchos vienen a México a jugarse la vida, así las cosas. Si acaso se consigue esquivar la muerte, Estados Unidos nos espera con sus prisiones y racismo. 

Me pregunto si Clorinda seguiría con vida, en caso de haber llevado prestigio y dinero en el bolsillo. Lo único que cargaba era una panza de ocho meses. Ella y su niño no pudieron sobrevivir a un viaje realizado dentro de un camión y en compañía de otros 64 migrantes. El aire y el agua le faltaron, pues nada de eso había en su equipaje. A las pocas horas de que el camión se detuvo, ambos murieron en el abandono de un hospital. 

También me pregunto si Calixto hubiese sido rescatado de las aguas del Río Bravo en caso de haber llevado hierbas y puñales en el bolsillo. Pareciera que en la frontera del norte se respeta más al cártel y sus secuaces antes que a los hijos e hijas que también han nacido del maíz y la tortilla. Ahora Mateo, el hijo pequeño de Calixto, extraña día y noche a su padre. Tiene apenas cinco años y ya lleva en el pecho el dolor de las despedidas. 

Semana tras semana llueven las noticias de que mis compatriotas desfallecen en México. ¿Qué tendrían que llevar en sus bolsillos para que puedan conseguir la atención del Presidente? ¿Acaso los dólares de los gringos y una lata de coca cola? ¿O sería más bien una fotografía de Díaz–Canel más un doctorado de papel? El Presidente se reúne con los unos y los otros para hablar sobre migración, pero pareciera no ver qué ocurre bajo sus narices. 

En este mundo contractual en que vivimos pareciera que nuestros bolsillos no tienen nada que aportar a los países que visitamos. No somos como los turistas de Europa que cargan tarjetas y postales en su billetera. Tampoco pretendemos ser como los tiktokeros de Asia que buscan reacciones, emojis y aplausos. No hay de eso en nuestro equipaje. «No tengo dinero ni nada que dar, lo único que tengo es…». Ya saben cómo sigue la canción. Efectivamente, tan sólo eso es lo que tenemos. 

Si en los bolsillos de los nicaragüenses descansara el último gol de las Chivas o el último tweet de Christian Nodal quizá habría mayores miradas alrededor. Pero no es así como son las cosas. Ni la música de banda ni las Chivas resultan de gran ayuda mientras se viaja encima de «la Bestia» o cuando se trata de cruzar el río Bravo. Lo que sí hay en nuestros bolsillos es una historia que nos remite al dolor y a las alegrías de nuestra tierra. Es una historia con trasfondo de misterio. 

Si realmente querés saber qué llevamos en nuestro viaje, hoy podés extendernos tu mano y, sólo entonces, verás la flor más linda de mi querer

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