¿Cuál es tu talento?

Imagínate que vienes de un lugar en el que la economía que genera ganancias económicas, no para la comunidad, sino para pocos individuos en los que se concentra la riqueza, es lo principal. Con el objetivo de generar estas ganancias se explota a la naturaleza y a las personas, sin preguntarles cuál es su nombre ni cuál es su talento; se les indican las vacantes en las que tienen que encajar. Además, en esta realidad, las comunidades están desintegradas porque la prioridad es producir sin límite y se prioriza el bienestar del sistema a costa del bienestar de la comunidad.

Buscando alternativas, llegas a un lugar donde te preguntan tu nombre y te dan la bienvenida. Esto te llama la atención y escuchas. Hablan de construir un mundo mejor que parte de un estilo de vida que incluye una economía que beneficie a la comunidad entera y que hace alianza con la naturaleza. En este espacio se pone sobre la mesa a la persona completa (física, mental y espiritual). También se pone sobre la mesa a la naturaleza como aliada. Se integra a la comunidad entera y en ella se reconoce el valor de la diversidad. Incluso se ponen sobre la mesa las experiencias, las realidades y las inquietudes de las personas y su comunidad. Hay lugar para el diálogo y te hacen una pregunta: ¿Cuál es tu talento? Desde ahí se te invita a participar y tú empiezas a pensar cómo contribuir con tus talentos.

Normalmente, hablar de talento se consideraría, en el mejor de los casos, irrelevante, porque lo importante no es la persona en sí, sino cuánto puede producir. Además, en otros espacios dirían que transformar la realidad por una más amable, justa e incluyente, es una utopía, un sueño imposible de realizar, o tal vez dirían que sería lo ideal, pero dudarían de la posibilidad de construir esta nueva realidad, y la duda, en la mayoría de los casos, desanimaría a las personas por completo, volviendo nula cualquier posibilidad de acción.

Sin embargo, en este espacio “alternativo”, cada quien desde sus talentos, desde sus proyectos, desde su campo de acción, en lo colectivo y en lo individual, va creando nuevas realidades. No sólo hablamos de un mundo mejor, sino que estamos construyendo un mundo mejor.

Economía de Francisco es este espacio en el que participamos jóvenes con proyectos afines al modo de pensar y vivir que pone como centro a las personas, a la naturaleza y a la comunidad. En Economía de Francisco hay un pensamiento compartido entre quienes participamos, y es que sabemos y creemos que el mundo puede ser mejor. Somos un montón de jóvenes (de muchas edades), de más de cien países que sabemos que es posible, esencial y urgente construir esa realidad más amable, justa e incluyente. Sabemos que no es una utopía porque ya la estamos construyendo.

La Economía de Francisco es, para mí, un espacio donde las semillas tienen toda la posibilidad de germinar y florecer. Considero que, entre otras cosas, lo que hace este espacio propicio para florecer es, por un lado, el hecho de reconocer la importancia de los talentos de cada persona y, por el otro, el hecho de creer que otra realidad es posible.

Pienso que si cada día a más personas se les pregunta cuál es su nombre y cuál es su talento, y desde ahí se les invita a colaborar, podemos construir un mundo mejor. Necesitamos darnos cuenta de que el talento de cada persona es esencial para la comunidad. Si reconocemos esto tanto en sociedad como en lo individual, con las relaciones personales que tenemos, cada vez más personas priorizarán descubrir cuáles son sus dones y sabrán que son importantes y, en lugar de ignorarlos, buscarán la forma de contribuir al mundo con ellos.

Creo que es posible construir un mundo donde todas las personas podamos florecer. Sueño con que la posibilidad de florecer no se limite a un grupo o a una minoría, sino que sea una realidad para todas las personas, una realidad que se extienda más allá de las fronteras, más allá de las clases sociales, religiones, culturas y colores. Sueño con un entorno más justo, más amable e incluyente. Sueño con una sociedad más humana.

Aunque quisiera dar pasos agigantados para lograr esta realidad, sé que lo que puedo hacer es dar pasitos chiquitos que hagan posible el siguiente paso y así ir avanzando, sabiendo que dar el siguiente salto puede corresponder a otra generación. Construir nuevas realidades es un caminar en comunidad, sabiendo que vale la pena sembrar lo que un día nuestros hijos cosecharán. Es un caminar sabiendo que vale la pena creer. Creer que es posible.


Foto-Matías Wieland

Un comentario

  1. En mi trabajo con migrantes siento que su talento es un «tesoro escondido»… que cuando les ayudo a descubrirlo, experimentan una alegría inmensa, y yo también claro… no se puede sumar en los indicadores porque es don, gratuidad.

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