Los últimos dos años tuve la oportunidad de trabajar con jóvenes en dos obras distintas de la Compañía de Jesús en México: el primer año acompañé a jóvenes en el equipo de promoción vocacional de los jesuitas de México, y durante todo el 2024 colaboré en la Parroquia San José y Nuestra Señora de los Remedios, en Tabasco. Me siento muy emocionado y agradecido al reconocer por qué la segunda preferencia apostólica de la Compañía de Jesús es «caminar con los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador», pues en sus dudas, miedos, su creatividad y autenticidad, he sido testigo de que Dios se sigue encarnando en nuestra compleja realidad, y nos invita a mantener el corazón abierto para encontrar a su hijo Jesús en lo más sencillo y cotidiano de nuestra vida.
Si pensamos en los jesuitas de México, posiblemente nos viene a la mente el trabajo misionero con pueblos originarios, las instituciones educativas que nos han confiado, los Ejercicios Espirituales y los diversos frentes con los que acompañamos la pastoral social. Al reconocer toda esta riqueza apostólica, me pregunto ¿Tenemos los jesuitas una deuda con los jóvenes? ¿Qué pasa con la pastoral juvenil de las parroquias jesuitas? Intentar resolver estas preguntas es lo que les quiero compartir, junto con la propuesta de pastoral juvenil realizada durante mi último año de magisterio en Tabasco.
Para los jesuitas de México, nuestra parroquia de Tabasco es un referente histórico por el trabajo pastoral y social que realizaron jesuitas y religiosas al momento de la fundación de la parroquia. Proyectos de economía social y solidaria, salud tradicional, defensa de los derechos humanos, entre otros grandes proyectos reflejan el compromiso cristiano de una fe que trabaja por la justicia, y las Comunidades Eclesiales de Base (Ceb´s) mantienen el deseo de llevar la Buena Noticia de Jesús, a quienes más lo necesitan. Del mismo modo en que el compromiso social fue un cimiento para nuestra parroquia, la dimensión espiritual y sacramental también lo ha sido, y cada vez parece más desafiante realizar un ministerio pastoral de calidad con menos jesuitas: dos sacerdotes, un maestrillo en formación, y un prenovicio en discernimiento vocacional.
Nuestra parroquia, conformada por 27 ermitas, transmite un espíritu de sinodalidad, heredado por las Ceb´s, al asignar cargos ministeriales en cada capilla (Ministros de la Comunión, lectores, coros, etc); es impresionante y conmovedor ser testigo de cómo muchas mujeres y hombres dedican tiempo al servicio de la Iglesia y de sus comunidades, y me atrevo a decir que aquí, el caminar juntos es un hábito que cuidamos porque forma parte de nuestra experiencia de fe. Sin embargo, me di cuenta que esta estructura parroquial tenía mayor presencia de adultos que de jóvenes (nada novedoso), y que poco a poco, por la disminución de jesuitas, descuidamos el acompañamiento a nuestros jóvenes.
El reto de este segundo año de magisterio fue a acompañar a los jóvenes para que sintieran y reconocieran que tienen un lugar importante en la Iglesia, pero que también aprendieran a caminar junto con toda la parroquia, con sus luces y sus sombras. Desde aquí nace una oportunidad para vincular una propuesta de trabajo juvenil que apropie los grandes temas trabajamos en la parroquia: Sinodalidad, Paz y Espiritualidad Ignaciana. Siguiendo la metodología de trabajo de las comunidades eclesiales de base (Ver, Pensar, Actuar) les comparto cómo ha sido el proceso del trabajo con jóvenes en una parroquia que aparentemente está avejentada, pero que reconoce la urgente presencia de los jóvenes.
Ver
El primer punto que nos propusimos los jesuitas fue conocer y comprender el trabajo juvenil de la parroquia. Años atrás, el Equipo Promotor Juvenil (Eproju) estaba encargado de realizar distintas actividades con jóvenes en la parroquia, y su impacto en la vida de Fe fructifica al reconocer que nuestros adultos de hoy sienten que el servir a sus comunidades es parte de su vida espiritual y compromiso Cristiano. En un testimonio, una señora me contó que en su adolescencia formó parte del Eproju, y que pasaban todo el fin de semana haciendo actividades: caminaban de una ranchería a otra, planeaban retiros y actividades masivas, y sus padres confiaban que estaban bien, porque participaban de las actividades de la iglesia. Aquí fue evidente que los cambios de época exigen adaptarnos a la realidad actual.
Tristemente, en los últimos meses la violencia e inseguridad ha incrementado dentro del territorio parroquial, y en todo el estado de Tabasco. Los mismos jóvenes reconocen que no se sienten seguros en el transporte público, o simplemente al salir solas las mujeres de casa. Ante un incremento de violencia, disparidad entre comunidades campesinas y sub-urbanas, y la necesidad de adaptarnos a integrar la tecnología en nuestras actividades pastorales, la pastoral juvenil tenía que ofrecer un espacio de seguridad, reflexión y reunión a nuestros jóvenes de la parroquia, sin descuidar el carisma y la alegría de la cultura tabasqueña, y teniendo a Jesús de Nazaret como el amigo que nos congrega para celebrar nuestra Fe.
Pensar
Al comenzar a diseñar una propuesta de Pastoral juvenil, la creatividad jesuítica brotó al intentar armonizar polos que aparentemente se mantienen en tensión: una pastoral dinámica con profundidad espiritual; actividades masivas que ayuden a cada joven; darle prioridad a los jóvenes e integrar a los adultos; festividad que refleje un servicio y compromiso alegre; una propuesta flexible y adaptable, pero que nunca olvida lo más importante de todo: recordarles a los jóvenes que Dios quiere estar cerca de ellos y que los ama incondicionalmente tal cual como son.
Con este contexto, identificamos cuatro actividades por realizar durante el año, organizadas desde la parroquia: Misas para Jóvenes el primer sábado de cada mes, Retiros de fin de semana, Eventos Masivos, y Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola para jóvenes. Y obviamente las redes sociales son el medio en el que los jóvenes deben tener presencia para compartir su alegría y experiencia de fe; en efecto, un grupo de jóvenes lleva las redes de la parroquia, y les hemos dado mayor participación digital al publicar los salmos dominicales cantados por coros juveniles.
Así mismo, comprendimos que la emoción por el encuentro post-pandemia, se ha vuelto una oportunidad para fortalecer vínculos entre jóvenes que se conocen, ya sea por la escuela o por redes sociales, pero ahora es la Fe lo que los reúne y les dinamiza a organizarse para «hacer lío» y encontrarse con más personas que también son alegres, creativos y buscadores de Dios en su vida.
Ante la necesidad y emoción por reactivar la pastoral juvenil en la parroquia, la propuesta hecha por los jesuitas fue muy bien vista y recibida por el consejo parroquial, por las Ermitas y colaboradores de la parroquia: Tener una actividad mensual para los jóvenes en el que los jesuitas dediquemos tiempo de calidad para convivir, celebrar la Fe y conocer al Dios que convoca a las y los jóvenes. Y para dar continuidad a esta propuesta, en las visitas que realiza el prenovicio a las comunidades, también se reúne con los grupos juveniles que asisten a las actividades parroquiales.
Actuar
Confieso haber desconfiado de la propuesta juvenil en sus inicios, pues nunca había dirigido un proyecto con estas dimensiones y expectativas, pero el simple hecho de que las y los jóvenes comenzaron a participar constantemente en las actividades propuestas, y saber que los adultos aceptaron la nueva propuesta dando «todo para los jóvenes», ha mantenido encendido mi deseo de estar donde Dios me necesite, y con quienes quieren conocer su presencia que renueva la esperanza en el mundo. Si bien mantenemos un registro de asistencia, medimos el impacto de nuestras actividades con gestos sencillos: al apartar el primer sábado de mes para asistir a misa; cuando piden que vayamos a sus Ermitas; o al invitarnos a convivencias. Ahí sabemos que toca cuidar lo que ya sembramos, y que está creciendo.
Las Misas de Jóvenes han sido un momento para reunir simultáneamente a las y los jóvenes en dos Ermitas de la parroquia, con el plan de que se recorran las 27 capillas y que los jóvenes conozcan la parroquia a la que pertenecen. En cada misa asignamos un tema que forma parte de un itinerario juvenil, y realizamos cuatro momentos distintos durante la tarde: oración inicial, dinámica de integración, un tema (o reflexión), y terminamos con la Eucaristía. Este espacio de encuentro ha sido oportuno para identificar a las y los jóvenes que son «líderes positivos» en sus comunidades y con quienes hemos podido colaborar para planear futuras actividades de la pastoral juvenil. También, los temas dados en las misas de jóvenes han servido como preparación para los Encuentros Masivos que tanto esperan los jóvenes: Pre-Pascua Juvenil, Pascua Juvenil, Vigilia de Pentecostés, y la Antorcha Juvenil Guadalupana.
Como herencia de la Red Juvenil Ignaciana, los jóvenes también buscan actividades o Retiros de Fin de Semana, tal como lo fueron los Campamentos Jesuitas, pero ahora el reto ha sido adaptar la reflexión a las necesidades actuales, pensando en el cuidado de la salud mental, la violencia e inseguridad, y los distintos tipos de abuso y acoso a los que están expuestos. Así mismo, ha sido importante cuidar que, en los retiros ofrecidos durante el año, se mantenga una triple dinámica: actividad lúdica o juego grupal, oración y reflexión personal, y compartir en pequeños grupos. Valoro mucho el reconocer que, para que las juventudes sientan que la Iglesia es un espacio donde tienen un lugar, debemos dedicar tiempo para escucharles sin juzgar, y acompañar sin imponer una idea o modo de ser; lo importante es intentar ser un reflejo de cómo Jesús quiere acercarse amorosamente a cualquier persona.
Por último, dar por primera vez los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola para jóvenes, han sido la experiencia en la que he sentido con mucha ternura cómo Dios quiere encontrarse con sus hijas e hijos muy amados. Junto con el equipo de laicos formados en Espiritualidad Ignaciana, y la ayuda a nivel parroquia para que las y los jóvenes tuvieran un encuentro con Dios, ser testigo de cómo el encuentro con Jesús provoca nuevos caminos que dan esperanza a nuestros jóvenes, hace que todo el tiempo invertido en la planeación de cada actividad valga la pena, pues confirmo y renuevo el deseo de seguir a Jesús de Nazaret desde su mínima Compañía, pero siempre en comunidad y con los más necesitados de nuestro mundo.
Celebrar
Para concluir, más allá de la cantidad de actividades o jóvenes que han participado, lo fundamental de este proceso ha sido preguntarnos como parroquia ¿Qué queremos ser hoy con Dios? ¿Qué nos dicen los jóvenes y no entendemos? ¿Queremos caminar con los jóvenes en su encuentro con Dios? Si hay un miedo que paraliza el corazón, es necesario examinar lo que impide la acción armoniosa del Espíritu en nosotros; pero si brota un miedo que nos dinamiza, simplemente confiemos que Dios nos está invitando a encarnarnos con radicalidad, como su Hijo, entre los jóvenes que nos muestran nuevas formas de cómo ser una Iglesia más abierta y alegre, de cómo la amistad sincera refleja un cristianismo vivo y comprometido, y de cómo en Cristo podemos ver nuevas todas las cosas.
Pidamos con humildad, que el Buen Pastor nos enseñe a caminar con los jóvenes, incluso sin saber dónde pisamos, pero que siempre busquemos encontrar a Dios en una comunidad de Fe.