Romper el círculo a la luz del discernimiento

Humberto Romano y Carla Romano*

«No importa lo que digan los fanáticos del romanticismo, los fanáticos del matrimonio, los fanáticos de que el amor no tiene tiempo ni edad, hay separaciones que, aunque duelan hay que festejar.» Walter Riso.

Como es costumbre el séptimo arte nos invita a reflexionar ahora con una entrega que causó gran expectativa, pero también resistencia. Se trata de la  película It ends with us, cuyo título se tradujo al español como Romper el círculo, dirigida por Justin Baldoni y escrita por Christy Hall, basada en la novela del mismo nombre de Colleen Hoover, de 2016, y que se estrenó en Estados Unidos en agosto pasado.

Aunque algunos han tachado de frívolo el marketing de su lanzamiento, si vemos el filme sin prejuicios y desde la perspectiva de la salud mental y del discernimiento, podemos disfrutar de un filme interesante y con un mensaje para todos.

Lily Bloom (Blake Lively) es una mujer que se sobrepone a una infancia traumática para embarcarse en una nueva vida en Boston y perseguir su sueño de abrir su propio negocio. Un encuentro casual con el encantador neurocirujano Ryle Kincaid (Justin Baldoni) desata una intensa conexión entre ellos. Al tiempo que ambos se enamoran profundamente, Lily comienza a ver en Ryle aspectos que le recuerdan la relación que tenían sus padres. Cuando el primer amor de Lily, Atlas Corrigan (Brandon Sklenar), repentinamente reaparece en su vida, su relación con Ryle da un vuelco y se da cuenta de que debe aprender a confiar en su propia fuerza para tomar una difícil elección para su futuro.

Durante la película una frase resuena: «Toda persona normal debería asistir a terapia». El cuidado de la salud mental pide, como absoluta necesidad, aprender a establecer límites y respetarlos. Romper el círculo es un claro mensaje de la necesidad de trabajar todos los duelos no resueltos, porque cuando romantizamos la violencia en un ambiente disfuncional podemos normalizarla, y al no resolver los asuntos de nuestra historia éstos se repetirán, porque «patrón o conflicto no resuelto, sin duda será repetido», lo que Jeffrey Young llama un esquema mal adaptativo.

El filme nos ayuda a encontrar un hilo conductor de la sanación en el plano emocional:  la protagonista del filme (Lily) debe percatarse, a través de una relación de pareja que ha llegado al matrimonio, de un patrón aprendido con el que internalizó la violencia que ejerció su papá con su madre.

La película muestra claramente que cuando no rompemos ciertos círculos, en este caso de violencia, no podemos avanzar en nuestra vida emocional y espiritual. El camino que el filme nos propone nos puede permitir distinguir y discernir cuando hay algo destructivo en nuestras vidas que podemos ver, en el plano psicológico, como la incapacidad de la conciencia para distinguir el perjuicio de la violencia y, desde un punto de vista religioso, como la normalización del pecado y el extravío de la vida.

La violencia ha acompañado a Lily desde la infancia, dejando una profunda huella en su vida. La infancia es la etapa en la que se guardan los primeros registros en nuestro sistema límbico, encargado de regular nuestras emociones. Las heridas de la infancia o bien los refuerzos positivos, así como los gratos y no tan gratos recuerdos imprimen una huella neural y emocional que permiten al infante definir la estructura de la personalidad. Como vemos en el filme, la infancia y la adolescencia de los protagonistas determinaron su actuar desde lo sexual hasta lo emocional.

Parafraseo algo de la obra El difícil vínculo entre padres e hijos, de Jorge Bucay y Demian Bucay, que pretende ser otro mensaje de esta entrega, la cual es dirigida a padres e hijos: Como padres y madres hay que saber que no sólo educamos con lo que hacemos con o hacia nuestros hijos, sino también con lo que hacemos alrededor de ellos, especialmente con el modo en que nos tratamos a nosotros mismos. Eso influirá en el modo como ellos se traten a sí mismos. Padres felices, hijos felices, podríamos decir en una fórmula rápida. Por eso la importancia de saber cuándo y cómo podemos rescatar una relación —aun en un matrimonio sacramental— si en se viven principios de violencia. En ese momento resulta fundamental tomar elección, como diría san Ignacio, no sólo para seguir o abandonar sino para diseñar la vida que queremos realmente construir.

«El Espíritu es como el viento, no sabes de dónde viene ni a dónde va pero oyes su voz». Vivir implica decidir, optar, elegir opciones entre las diversas posibilidades que tienes en cada momento determinado de tu vida. Este optar es fundamental, pues en cada decisión, por pequeña que sea, te configuras y «tomas forma». Una persona cristiana es la que, consecuente con su experiencia de fe, va adquiriendo una convicción sentida de hacer que toda su vida y su acción transcurran según las normas del Evangelio y la guía del Espíritu Santo, orientando toda su existencia según los movimientos que van surgiendo en nuestro interior. Movimientos que van fortaleciendo nuestra confianza, esperanza y facilidad para amar. Favorecer la buena vida de las demás personas han de ser promovidos, y los contrarios rechazados y modificados. El examen cotidiano de nuestra relación, personal y compartido en pareja, resulta esencial para conocer y distinguir estos movimientos.

Romper el círculo puede darnos un buen espejo para hacer este ejercicio y comprender esos movimientos en clave psicológica y espiritual, pues cuando los dejamos pasar y se pierde el respeto en la vida de pareja con violencia psicológica o física, puede haber una ruptura tan profunda que nuestra mejor manera de amar sea, tal vez, aprender a decir adiós. El discernimiento de las mociones de Ignacio de Loyola puede, sin duda, ayudarnos a discernir si ha llegado ese momento o si podemos todavía buscar una reforma significativa de nuestra vida.

El tema de la vida personal y de pareja siempre es una aventura en todos los sentidos, sobre todo para quienes tienen el llamado a una vocación matrimonial, pero que también podemos aplicar a la relación que procuran las consagradas y consagrados con Dios y sus hermanos y hermanas. Al fin y al cabo, aunque nuestro destino va más allá del plano terreno, debemos procurar que la vivencia en este mundo sea agradable, de crecimiento y florecimiento para todas las personas, incluidos nosotros.


*Humberto Romano: Psicólogo, filósofo y teólogo nacido en el estado de Tabasco, se centra en estudios de fenomenología principalmente en el pensamiento Husserl, Martin Heidegger y Jan Patočka, su línea de salud mental es la logoterapia y actualmente dirige la iniciativa académica Sabiduría atrévete a pensar.

*Carla Romano: Se desempeña como psicóloga y  consultora en imagen  personal, política, pública y empresarial. Actualmente es CEO de Resurge Imagen y se dedica a la transformación e impartición de cursos, seminarios, diplomados y especialidades.

Imagen de portada: Fotograma Romper el círculo. Dir. Justin Baldoni (2024).

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