Radio Huayacocotla, la esperanza es la sabiduría de los pueblos

Son las seis de la mañana. El Himno Nacional, cantado en otomí por un grupo de niñas de la comunidad de Micuá, desbarata el silencio de la madrugada. Despierta Radio Huayacocotla, la Voz Campesina. Entra Santiago Morales, joven masapijní tepehua de Chintipan y anuncia animado:

¡Buenos días, Huasteca de San Luis Potosí!; buenos días, sierras de Veracruz e Hidalgo; buen día, Pánuco y Pachuca. ¡Éste es el programa El Itacate! ¿Ya están las tortillas? ¿Ya están las enchiladas con chile rojo? ¿Ya tienen la servilleta lista para envolver su itacate? Comenzamos con una alegre de la revolución, la Marieta, para saludar a los municipios de Texcatepec y Tlachichilco, donde los campesinos se alistan para salir a la milpa. Antes de nada, lo primero es el itacate.

En el primer programa la música ha de ser alegre, no a fuerza movida, pero alegre para ayudar a la gente a juntar la energía para el trabajo y el pensamiento.

A las siete en punto entra Palabra al Aire, un informativo en dos lenguas, que se alternan cada día: español y otomí, español y náhuatl, español y tepehua. Las noticias se escogen desde el interés de los campesinos y los indígenas de la región de la Sierra Madre Oriental y las Huastecas. Notas de regionales, nacionales e internacionales. La red de corresponsales populares nos pone al tanto de lo que sucede en Álamo, en Puebla, en el Totonacapan y en Huejutla, Hidalgo. El informativo se salpica también con entrevistas recogidas en las calles y en las comunidades por los locutores de Radio Huaya. Y así, la programación continúa hasta las diez de la noche.

Foto: © Radio Huayacocotla

En el principio eran las escuelas radiofónicas

Radio Huayacocotla salió al aire el 15 de agosto de 1965. Ahora cumple 60 años, mientras celebramos los 90 de la revista CHRISTUS. Comenzó en el formato de escuela radiofónica, justamente cuando en América Latina se desplegaba el auge de la educación popular. La radio como medio de alfabetización y educación a distancia surgió también desde el impulso de la inspiración cristiana. En la primera mitad de los años sesenta se promulgaban los decretos del Concilio Vaticano II. Lo convocó el papa Juan XXIII con la intención, dijo, de abrir las ventanas de la Iglesia para que entraran los vientos del Espíritu. El decreto Inter Mirífica del Concilio recoge el interés fascinado de la Iglesia por el auge de los medios masivos de comunicación:

Entre los maravillosos inventos de la técnica que, sobre todo en estos tiempos, el ingenio humano, con la ayuda de Dios, ha extraído de las cosas creadas, […] sobresalen aquellos instrumentos que, por su naturaleza, pueden llegar no sólo a los individuos, sino también a las multitudes y a toda la sociedad humana, como son la prensa, el cine, la radio, la televisión y otros similares que, por ello mismo, pueden ser llamados con razón medios de comunicación social (Decreto Inter Mirífica del Concilio Vaticano II, no.1).

Este documento más adelante define: «Este santo Sínodo les advierte (a los hijos de la Iglesia) que tienen la obligación de sostener y ayudar a los diarios católicos, a las revistas y a las iniciativas cinematográficas, emisoras y transmisiones radiofónicas y televisivas cuyo fin principal sea divulgar y defender la verdad y promover la formación cristiana de la sociedad humana» (no.17).

Radio Huayacocotla llegó a tener 125 aulas en su sistema de alfabetización masiva, pero limitada a los radiorreceptores instalados en las comunidades. La señal de onda corta en los 2,390 kHz con 500 watts de potencia partió desde el pueblo homónimo de Huayacocotla a dos mil 200 metros de altura sobre el nivel del mar. En cada aula había un promotor capacitado desde la central emisora por un equipo de religiosas inspirado por el fundador de las escuelas, el párroco Héctor Samperio. El antecedente de esta escuela radiofónica fue la radio de la Sierra Tarahumara, iniciativa de los jesuitas que sirvió al pueblo rarámuri desde 1954 hasta 1975. Ambos proyectos se sostuvieron heroicamente en las sierras indígenas, de las más abruptas y marginadas del país, y sólo transitables por senderos de vértigo. En 1973 también terminó la experiencia en Huayacocotla, entre otras causas, por la asignación de maestros llamados «unitarios» en las comunidades pequeñas y aisladas con la misión de completar su tarea con la alfabetización de adultos, aparte de la escuela primaria con niños y niñas.

La iniciativa eclesial estuvo respaldada por el permiso de transmisión entregado a la Universidad Iberoamericana jesuita, como asociación civil, porque en México los permisos de radio y televisión excluyen a las instituciones religiosas confesionales. Surgió entonces la propuesta de entregar la operación de la radio a la asociación civil Fomento Cultural y Educativo perteneciente a la Compañía de Jesús. La institución nació de la posibilidad de la Orden para insertarse en proyectos de educación popular al lado de colectivos en colonias populares y en comunidades campesinas e indígenas. La Compañía aceptó la propuesta por medio de Fomento Cultural. Un equipo de jesuitas y laicos se asentaron en Huayacocotla y sus comunidades. Sus nombres están grabados en la memoria del Proyecto Sierra Norte de Veracruz: Jesús Maldonado (†), Víctor Verdín y Antonio Oseguera, jesuitas; Jorge Villalobos, Javier Diez de Sollano (†) y Aurora Velazco, junto con otros colaboradores temporales, así como los directores de Fomento Cultural, Humberto Barquera, S.J. (†), y Enrique González Torres, S.J.

Radio popular abierta a las comunidades

El tiempo de las escuelas radiofónicas había terminado. El nuevo reto se desplegó en el horizonte: una radio abierta y vinculada a las comunidades de la Sierra Madre Oriental. Una radio cuyo equipo tuviera siempre un pie en la radio y otro en la Sierra, y con la consigna de Fomento Cultural: un buen equipo hace un buen proyecto. Estas ideas fundantes atraviesan toda la historia de la Radio Huayacocotla.

Desde el principio el equipo se vinculó con los campesinos de los ejidos de la zona alta de la Sierra y los acompañó en los procesos de aprovechamiento forestal y de la extracción del caolín, mineral no metálico para la fabricación del cemento blanco y la cerámica. Catorce ejidos formaron la organización Unidad de Producción Forestal Adalberto Tejeda en memoria del gobernador agrarista.

En el camino la radio fue definiendo opciones estratégicas: impulsar y hacer pública la cultura colectiva de la región, la fuerza de la vida comunitaria, la música original de la sierra y la Huasteca. Además, se respaldaba la organización independiente de los ejidos y la defensa de sus bosques contra el despojo y la deforestación y en la promoción de los derechos indígenas.

En 1984 el equipo decidió ampliar su actividad para luego concentrarla en la zona indígena de la Sierra, una de las más marginadas del país, donde viven los pueblos náhuatl, otomíes y tepehuas, las culturas fundantes de la Sierra y la Huasteca.

Una censura de treinta años

Pero la radio enfrentó un obstáculo enorme. La frecuencia de 2,390 kHz, de onda corta, no era adecuada para la transmisión abierta para escuelas radiofónicas. La gente tenía que escucharla con cierta deficiencia en el reflejo radiológico de la frecuencia en onda media. El propio equipo del proyecto emprendió una campaña para modificar uno por uno los aparatos de radio en las comunidades y ampliar su recepción a la onda corta. Y es que el gobierno mexicano durante esa época asumió como política la de solamente otorgar concesiones para la radio comercial y para algunas radios públicas. Ni un solo permiso se concedió a radios culturales, populares o indígenas de la sociedad civil. Aunque el trámite para solicitar un permiso de radio cultural estaba abierto, la solicitud terminaba sepultada en el cajón del escritorio del secretario de Gobernación. Con esta inapelable censura técnica, represora de la libertad de expresión, Radio Huayacocotla navegó durante 30 años. Con todo, la gente la adoptó siempre como suya e inventó antenas al aire o alambres metidos en cubetas de agua y otros artificios para lograr sintonizar su radio, La Voz Campesina.

Todavía en marzo de 1995 el gobierno de Ernesto Zedillo mandó inspectores de gobernación a clausurar Radio Huaya sin previo aviso, con el pretexto de que no teníamos refacción para bulbos fundidos. En realidad, esta acción ilegal correspondió a una estrategia generalizada de agresión de Estado. En ese año Zedillo llenó de soldados las sierras indígenas del país en reacción represiva, supuestamente espantado por los efectos de la rebelión zapatista del 1 de enero de 1994. Esta escalada amenazante sembró el temor en las comunidades de la sierra de Huayacocotla y de la Huasteca. Uno de los momentos más trágicos de esta estrategia militar fue la matanza de Aguas Blancas con 17 campesinos asesinados el 28 de junio de 1994. La protesta de las comunidades de Huayacocotla plasmada en 10 mil firmas, la solidaridad internacional de comunicadores y una audiencia en la comisión de comunicación de la Cámara de Diputados logró la reapertura de Radio Huayacocotla a los tres meses.

Esta lucha por mantener la señal radiofónica correspondió a la de muchas comunidades, colectivos populares y pueblos indígenas. En Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Puebla proliferó la apertura al aire de cientos de radios en frecuencia modulada (FM) desde los años noventa, aprovechando la simplificación de la tecnología. La opción por la autonomía, basada en el derecho de los pueblos a operar sus medios de comunicación, rebasó la capacidad de los gobiernos para clausurarlas.

En frecuencia modulada con diez mil watts

El gobierno de Vicente Fox se vio obligado a conceder los primeros 15 permisos después de 40 años, la mayoría para comunidades y pueblos indígenas, y uno de ellos para Radio Huaya. Fue el 13 de febrero de 2005. Con un trabajo tecnológico intenso durante seis meses, encabezado por el jesuita Francisco Ramos Salido, S.J., Radio Huayacocotla inauguró su nuevo transmisor en FM con 10 mil watts de potencia y con las siglas XHFCE de Fomento Cultural y Educativo. El día 31 de julio de 2005, fiesta de san Ignacio de Loyola, la gente de las comunidades se juntó en la cumbre de Viborillas para bendecir la instalación, con la música de las bandas de viento, de los tríos huastecos y la danza de la comunidad otomí de Ayotuxtla. La torre y antena de 45 metros se alzó sobre las copas de los pinos en la cumbre de Viborillas. Desde entonces, La Voz Campesina se escucha desde la frontera con Tamaulipas, al norte; al oriente hasta Tuxpan y Poza Rica, Veracruz; al sur en Tulancingo y Pachuca, en Hidalgo, y al poniente hasta Jalpan de Serra, Querétaro.

Con un pie en la cabina y el otro en las comunidades

Desde entonces, la constancia en el trabajo de equipo y la vinculación con instituciones solidarias produjo un aumento en la capacidad de producción radiofónica. El horario de transmisión se consolidó de seis de la mañana a diez de la noche, con la voz de locutores mujeres y hombres y de la gente que acerca su palabra a la radio en las cuatro lenguas: náhuatl, otomí, ñuhu, tepehua, masapijní y español.

Los programas se suceden sin pausa: tras el informativo Palabra al Aire sigue una hora y media de huapangos con bandas y tríos, la identificación musical de la Sierra y la Huasteca. Después continúa la radionovela Las Tierras Flacas de Agustín Yáñez, obra maestra de ese género radial. De 10 a 12 llega Con Olor a Café, radio revista que mira a las mujeres responsables de la casa y sus alrededores y a los hombres que prenden la radio de pilas a la mitad de la milpa para escuchar el tema del maíz nativo, del peligro de las semillas transgénicas y de los daños de los agroquímicos.

De Lado a Lado conecta los lunes de 12 a 2 a los migrantes del otro lado, de Florida y Nueva York, de Carolina del Norte y de Chicago. Lo coordina Mónica López, exalumna de la Ibero Puebla. Los trabajadores indocumentados mandan fotos de su trabajo por WhatsApp y piden canciones de los Tigres del Norte. Escuchan la radio por la aplicación Radio Huaya, en el celular, conectado a bocina por bluetooth, trepados en los andamios, mientras pintan paredes en Tampa o pican zanahoria en los restaurantes de New Rochelle y el Bronx. Los otomíes que se fueron de nuestra región con la visa H2A por la gestión del equipo con la United Farm Workers nos ponen al tanto de la cosecha de cereza y manzana en el valle de Wenatchee en el estado de Washington.

Por la tarde sigue el espacio infantil con el programa El Recreo, conducido por niños y niñas locutores para todo público, para advertir los males del cambio climático y animar al cuidado de la Casa Común y al respeto sagrado de las infancias.

Cada vez más la voz de la gente se escucha directo en la consola de Radio Huaya. El equipo pone su pie en las comunidades para producir El Color de la Tierra, programa–monografía de cada comunidad donde la gente traza la historia de su pueblo, los mitos y los ritos, la actividad de las mujeres y los sueños de los jóvenes. Así, La Voz Campesina ha recogido el retrato vivo de más de 300 comunidades.

Por otro lado, el programa colaborativo Canto de Cenzontles recoge los testimonios de las comunidades indígenas del país en una producción conjunta con las radios comunitarias de Puebla, Oaxaca, Chiapas y Veracruz en el caleidoscopio de las 400 voces de la diversidad. 

No es Favor, es un Derecho junta la palabra de hombres y mujeres en el tema de la defensa de los derechos humanos. Visibiliza casos de tortura, desaparición, derecho al territorio y a la autonomía de los pueblos, en contraste con la idea de que no hay derechos sino beneficiarios del Estado proveedor.

Radio Huayacocotla aprovecha la solvencia de la tecnología digital para vincularse en redes temáticas con toda América Latina. Los programas se realizan con aportaciones de radios en República Dominicana, Venezuela, Bolivia, Argentina… en fin, cada uno pone su pedacito. Latido Indígena es el programa que comparte historias, mitos, costumbres de los pueblos indígenas de Abya Yala (América Latina), editado por turno por los participantes. Caminantes, Vidas que se Mueven recoge el sufrimiento y las esperanzas de los migrantes en su paso hacia el norte y en la resistencia contra la deportación arbitraria.

Queda dicho que en la radio popular tenemos un pie en las instalaciones y otro en las comunidades y en las veredas de las cañadas. El Proyecto de la Sierra Norte de Veracruz acompaña a las comunidades en procesos de conocimiento y de convalidación de la religión indígena de la cultura y de la organización comunitaria. El Comité de Defensa Campesina y la Unión Campesina Zapatista es el referente de nuestro equipo laico y jesuita en la defensa de los bienes comunales y de los derechos indígenas. Con ellos se desarrollan los procesos de organización y autonomía, de acompañamiento a la emigración a las ciudades grandes de nuestro país y a Nueva York, Washington y Florida. Últimamente asesoramos el proceso de recuperación de los cafetales que habían sido arrasados por la plaga de la roya. Este año se producirá una tonelada completa de café de primera calidad tostado y molido bajo la marca de Café Ñuhú.

La esperanza es la sabiduría de los pueblos

Del fondo de las barrancas viene la voz campesina y da cuenta de estos procesos populares para ser reproducida en la Radio Huayacocotla y repartida para el mundo.

El futuro de estos medios de comunicación es mantener el vínculo con la gente y sus comunidades en sus lugares propios. La cabina de transmisión aséptica e insonorizada no sobrevive con la pura tecnología, aunque ésta es indispensable.

En medio de obstáculos y marginaciones camina este proyecto en la Sierra y la Huasteca con su radio comunitaria, tejiendo en el camino la esperanza, cuya base es la sabiduría ancestral de los pueblos ñuhú, masapijní y náhuatl. Muchas veces hemos pensado que las redes sociales y el alud de imágenes que nos sepultan diariamente son el nuevo sustituto de la comunicación masiva. En realidad, la radio seguirá vigente, proponiendo imágenes mentales e ideas desde las voces que vienen de abajo, no desde las pantallas. Allí, la conexión con la vida real es la fuente del conocimiento que no acaba, no es ficticia ni inventada por la inteligencia artificial.

Las comunidades indígenas tienen una religión más antigua que la cristiana, con una filosofía propia y un modo comunitario de entender la vida. Fueron ecuménicas al aceptar la cruz y rechazar la espada de la conquista. La comunitariedad es su propuesta para la sociedad grande frente al individualismo urbano y tecnológico alejado de la naturaleza. El futuro es la montaña. Por cientos de años los pueblos originarios han protegido bosques, manantiales, hábitats de animales y biodiversidad frente al despojo y el exterminio impulsado por la modernización forzada. Bien dicen las mujeres rarámuri, tzeltales y ñuhú: «Nuestro entorno no son recursos naturales». Para nosotros es la naturaleza nuestra madre la que nos da comida y vida, de la que nacimos y la que nos recibirá al final. La propuesta de los pueblos originarios no es la acumulación sino el reparto, no el lujo sino la suficiencia, no el turismo sino la peregrinación.

Estamos en la tradición de Ignacio de Loyola que gobernó por correspondencia, escribiendo miles de cartas para comunicarse con las misiones de la India, hasta donde la vida le dio. Igualmente, en la senda trazada por la revista CHRISTUS en sus 90 años, de Radio Vaticana jesuita y de las radios agrupadas en la Asociación Latinoamericana de Educación y Comunicación Popular a la que pertenecemos, así como la Red de Radios Jesuitas de América Latina. 

3 respuestas

  1. Excelente artículo. Muchas gracias Fleis, trasmites con precisión y sabiduría lo que es el proyecto de Radio Huayacocotla. Gracias y fuerte abrazo.
    Jorge Villalobos.

    1. Pues ya ves Jorge, la vida va registrando tanta iniciativa. Desde los setenta, ustedes inauguraron la época de la Radio Popular, aquí en Huayacocotla y en Teocelo.
      El 16 de Agosto será el baile del 60 aniversario, contando desde que el Arzobispo y el Padre Meza cortaron el listón para inaugurar las Escuelas Radiofónicas de Huayacocotla, con Héctor Samperio en el operativo

  2. Verdaderos apóstoles del Evangelio. Misioneros en salida al mundo como deseaba Francisco. Ejemplos de la actitud y la solidaridad ecuménica. Soles que brillan por la entrega a los pobres y desposeídos.

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