Misión digital: la novedad inadvertida del Sínodo

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e ha escrito mucho sobre el Sínodo de la Sinodalidad, incluso desde antes de que se celebrara la primera Asamblea en octubre de 2023. Periodistas y tertulianos se han centrado principalmente en los temas polémicos: sacerdocio femenino, la comunión de los divorciados o el celibato sacerdotal. Sin embargo, una de las grandes novedades de este camino sinodal ha pasado inadvertida: el descubrimiento y la puesta en valor de los misioneros digitales dentro de la misión de la Iglesia.

No quiero decir que la Iglesia no haya hablado nunca de misión digital antes. En 2007 el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales publicaba el documento Aetatis Novae, que hacía hincapié en el potencial de los nuevos medios para la evangelización. El mismo año, la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrada en Aparecida (Brasil), mencionaba por primera vez la necesidad de evangelizar en los nuevos areópagos, incluyendo el mundo digital.

Un par de años más tarde el papa Benedicto XVI escribía en sus mensajes para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (especialmente en 2009 y 2010) sobre la importancia de la evangelización en el mundo digital. El mismo papa aterrizó en Twitter en 2012. En 2015 se actualizó el decreto del Concilio Vaticano II sobre los medios de comunicación, Inter Mirifica, para incluir en él una sección sobre Internet, reconociéndola como una «nueva plaza pública» donde la Iglesia podía relacionarse con personas de todo el mundo. A su vez, el papa Francisco no sólo continuó la cuenta papal de Twitter (hoy X), sino que también se abrió a Instagram.

Todos estos eran documentos teóricos, invitaciones a sacerdotes o jóvenes, sin concretar en ningún caso cómo llevar adelante esta evangelización en el entorno digital. Ninguno de ellos hablaba de «misioneros digitales». Sin embargo, el Espíritu estaba ahí, moviendo los corazones, por lo que hizo surgir esta nueva realidad eclesial con personas que acogían la invitación y se arriesgaban a evangelizar, primero en redes sociales, luego en realidades virtuales (como el videojuego Minecraft) y últimamente también mediante el uso de la inteligencia artificial.

Fueron muy importantes en estos primeros años: 1) los trabajos del obispo Robert Barron con la creación de la empresa multimedia Word on Fire en 2000 y su canal de YouTube en 2007; 2) la iniciativa de la asociación iMisión, creada en 2012, que hablaba por primera vez de «misioneros digitales» y centraba sus esfuerzos en ofrecerles formación de calidad para evangelizar en redes sociales, y 3) la reflexión del padre Antonio Spadaro, S.J., con la publicación de su libro Ciberteología en 2014. Los primeros «misioneros digitales» empezaron a surgir de modo espontáneo por el mundo. Todos ellos, con fuerte presencia en las redes sociales, creaban contenido de evangelización cero o catequético, la mayoría en su tiempo libre, de modo gratuito y por iniciativa personal.

De modo que cuando llegó el anuncio del Sínodo de la Sinodalidad no había un censo de misioneros digitales. Las diócesis ni se planteaban la necesidad de la misión digital, pero los misioneros digitales ya eran una realidad consolidada en el mundo entero, de forma individual u organizados en comunidades online. Así que, una vez iniciada la escucha diocesana del Sínodo, desde la asociación iMisión, en diálogo con el secretario del Dicasterio para las Comunicaciones Sociales, se pensó en la Red Informática de la Iglesia en América Latina (RIIAL), creada en 1987 por el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) en colaboración con el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales del Vaticano para asumir el «sínodo digital».

La RIIAL había sido clave en los inicios de la informática para facilitar la comunicación y el acceso a la información entre las diócesis, parroquias y organismos eclesiales, especialmente en regiones aisladas o con menos recursos tecnológicos. Bajo su paraguas se propuso a la Secretaría del Sínodo llevar adelante la gran escucha también sobre medios digitales, como son las redes sociales, el correo electrónico y WhatsApp. De este modo, podrían ser escuchados aquellos bautizados que no asistían a las parroquias y que eran imposibles de alcanzar de otra manera.

La Secretaría del Sínodo aceptó la propuesta ad experimentum y, cuando se vieron los primeros resultados positivos de la escucha a partir de los 244 misioneros digitales que participaron, se creó el grupo «La Iglesia te escucha»,agrupando así a los 12 líderes de comunidades digitales participantes. El proyecto pasó a depender directamente del Dicasterio para las Comunicaciones Sociales, de manera que comenzó a hablarse de Sínodo digital, que no era otra cosa que la escucha del Sínodo llevada a cabo en los entornos digitales.

244 misioneros digitales habían llegado a 20 millones de seguidores de los cinco continentes mediante una escucha a través del software colaborativo Delibera, y habían recogido 300 mil comentarios. Con éstos se elaboró un informe que se envió a la Secretaría del Sínodo y, paralelamente, un equipo think tank clasificó y resumió esos comentarios, plasmándolos en lo que se llamó el «mosaico para la renovación de la Iglesia». Después de esto, el equipo de «La Iglesia te escucha» continuó trabajando también en la etapa continental, en la que ya estuvieron presentes de forma online algunos misioneros digitales en las deliberaciones, hasta llegar al Instrumentum laboris de la primera asamblea del Sínodo. Y con este panorama se recibió el sorprendente anuncio de que dos de sus miembros tendrían voz y voto en las dos Asambleas del Sínodo: el laico José Manuel de Urquidi, elegido por el CELAM, y la religiosa Xiskya Valladares, RP, elegida por el papa Francisco.

Cuando ambos llegamos a la primera Asamblea, en octubre de 2023, éramos dos extraños para la mayoría, aun así, el primero de todos en hablar fue Urquidi, pero fue por error humano (o quizás deberíamos llamarlo impulso del Espíritu), que quiso probar para qué servía un botón de la tableta que nos asignaron a cada uno (el botón que servía para pedir la palabra). Fui testigo de que la mayoría de los padres y madres sinodales no sabían de lo que les estaba hablando; algunas risitas, caras de asombro y comentarios nos dejaban en claro que el tema era completamente nuevo para ellos. En aquel momento no hubiéramos podido ni imaginar que en el documento final del Sínodo se iba a subrayar tanto la importancia de la misión digital en la Iglesia. Ya era bastante con que en éste existiera una sección sobre «cultura digital», que instaba a la Iglesia a estar presente en el mundo digital y a utilizar las herramientas digitales para establecer relaciones y compartir el Evangelio. Sin embargo, las novedades iban a ser muchas sobre este tema.

Foto: © synod.va/Lagarica

El secreto papal del Sínodo nos obliga a mantener la confidencialidad sobre ciertos temas, documentos o discusiones que se tratan durante las reuniones sinodales, durante y después del Sínodo. Sirve para garantizar la libertad de expresión, la protección de las personas involucradas y la discreción en el tratamiento de asuntos delicados. Por tanto, omito muchos detalles, pero puedo recordar el hecho clave que marcó un antes y un después entre los miembros del Sínodo sobre el tema de la misión digital. Se trata de uno de los cuatro testimonios transmitidos online realizados en esa primera Asamblea de octubre de 2023, el que nos concedieron a Urquidi y a mí en la VIII Congregación General, y que se puede ver y escuchar en el canal de Vatican News en YouTube sobre la misión digital (ver «Para saber más»). Teníamos 10 minutos para explicar nuestra misión, mientras que lo normal en las Asambleas era participar con un máximo de dos minutos. A partir de ese momento muchos miembros del Sínodo comenzaron a interesarse más por la misión digital, hasta el punto de que el documento final de Síntesis de esa Asamblea le dedicó el apartado 17.

Este capítulo 17, «Misioneros en el ambiente digital», destaca que la cultura digital no es sólo un área más de la misión de la Iglesia, sino una dimensión esencial para el testimonio en la sociedad contemporánea. Subraya que esta cultura transforma la percepción de la realidad, las relaciones interpersonales y el aprendizaje, especialmente para los jóvenes «nativos digitales». Por eso, la misión en este ámbito requiere comprender primero las dinámicas digitales, donde todos, especialmente los jóvenes, tenemos un papel clave para evangelizar. El texto reconoce las iniciativas de «La Iglesia te escucha», que ha demostrado el potencial misionero digital, y también nos recuerda la necesidad de formación y la creación de redes colaborativas. También señala algunos desafíos como el impacto del acoso escolar, la desinformación y la dependencia tecnológica, junto con la necesidad de garantizar que la presencia de la Iglesia sea en la red segura, formativa y espiritualmente significativa.

Entre la primera y la segunda Asamblea, «La Iglesia te escucha» continuó discerniendo en clave sinodal, como el resto de las diócesis, y volvió a presentar otro informe a la Secretaría del Sínodo. Así llegamos a la segunda Asamblea, donde el primer encuentro con el resto de los miembros fue muy diferente al del año anterior. Esta vez ya no éramos dos extraños, sino amigos y hermanos. Al saludar, todos preguntaban cómo iba la misión digital. Algunas diócesis de latinoamericanos ya habían inaugurado la pastoral digital, otras estaban comenzando. Mientras, el papa Francisco había creado, en febrero de 2024, diez comisiones de estudio complementarias al Sínodo, una de ellas sobre la misión digital. Y con todo, el documento final del Sínodo hizo mención diez veces del término «digital» y recogió, a su vez, en cuatro números distintos, la invitación de la Iglesia a valorar y potenciar la misión digital.

En el numeral 58 del documento final se afirma que «el Espíritu Santo está siempre en movimiento», guiándonos a descubrir nuevos caminos y formas sorprendentes de vivir la misión evangelizadora. Nos invita a abrir los ojos a los lugares donde estamos ahora mismo: nuestras familias, trabajos, comunidades y también al mundo de la cultura digital.

Asegura que cada bautizado tiene una misión, un llamado único para responder desde su realidad, con los dones y talentos que Dios le ha dado. Y la cultura digital es un terreno fértil, lleno de oportunidades para sembrar las semillas del Evangelio. Éste es un espacio donde la misión está viva y donde el Espíritu nos llama a ser creativos, audaces y auténticos.

En el numeral 59, aunque sin especificaciones sobre el sujeto, entendemos que también se puede aplicar a los misioneros digitales. Piden a la Iglesia que no se les deje solos en su misión, sino que se les envíe y apoye, alimentándoles espiritualmente con la Palabra, la Eucaristía y la vida comunitaria, pues ellos quieren que su compromiso evangelizador sea reconocido como una acción de la Iglesia y no como una iniciativa meramente personal. En una Iglesia sinodal y misionera las comunidades deben enfocarse en apoyar la misión de sus miembros en la sociedad, la familia y el trabajo, en lugar de centrarse exclusivamente en sus actividades internas y necesidades organizativas.

En el numeral 113 el documento nos dice que la cultura digital está cambiando nuestras vidas de formas sorprendentes: transforma cómo percibimos el espacio, el tiempo y nuestras relaciones, incluida nuestra relación con la fe; entre los jóvenes este cambio es aún más evidente. Pero, aunque estamos más conectados que nunca, también nos enfrentamos a una realidad difícil: la soledad, la marginación y la polarización. Las redes sociales, a veces utilizadas para manipular con intereses económicos o políticos, pueden alejarnos de lo esencial. Sin embargo, continúa, esta misma realidad nos ofrece una oportunidad increíble. La Iglesia está llamada a entrar en este mundo digital, a invertir tiempo y recursos para convertirlo en un lugar profético, un espacio donde se pueda anunciar el Evangelio con frescura, esperanza y autenticidad.

Se nos hacen dos invitaciones clave. Primero, un llamado a las Iglesias locales: a acompañar y a animar a los misioneros digitales, esos valientes que están en las redes creando vínculos auténticos, promoviendo el diálogo y construyendo una Iglesia que camina junta, al estilo sinodal. Y segundo, un recordatorio poderoso: la red, con todas sus conexiones humanas, es una oportunidad única para que vivamos la sinodalidad más profundamente.

En el numeral 149 se resalta que la formación del Pueblo de Dios en la sinodalidad debe considerar los efectos del ambiente digital en el aprendizaje y las relaciones interpersonales. La cultura digital es clave, tanto para el testimonio de la Iglesia en la sociedad contemporánea como para su misión evangelizadora emergente. Se subraya la importancia de garantizar que el mensaje cristiano esté presente en la red de forma fiel, evitando distorsiones ideológicas. Aunque lo digital tiene potencial para mejorar vidas, también trae riesgos como acoso, desinformación, explotación sexual y adicción. Por ello, las instituciones educativas de la Iglesia deben enseñar habilidades críticas para usar la red de manera segura y responsable.

Una vez terminado el Sínodo, la Secretaría pidió que 12 miembros de «La Iglesia te escucha» colaboraran en el grupo de estudio tres, que trabaja sobre la misión digital, creado por el papa. Este grupo tiene de plazo hasta junio de 2025 para entregar su informe al papa Francisco. Con ello, la cuestión de la misión digital continúa abierta y en estudio.

La misión digital ha sido la novedad inadvertida por los periodistas, pero para la Iglesia es hoy una realidad asumida e impulsada por el Sínodo. El proceso sinodal ha visibilizado el trabajo de los misioneros digitales y ha marcado un camino irreversible para que la Iglesia se involucre aún más en la evangelización en el entorno digital, de un modo sinodal. El Sínodo nos invita a mirar la misión digital como parte de la misión de la Iglesia al servicio de la fe, la comunión y el progreso social y humano, tanto en el mundo físico como en el online, a pesar de reconocer los riesgos que ella entraña, pero ¿acaso existe alguna misión sin riesgos?

Para terminar, quiero compartir un decálogo extraído de los números 58, 59, 113 y 149 del documento final del Sínodo, que quizás pueda ser útil para vivir la misión digital.

1. Reconoce la llamada personal a la misión digital: cada bautizado tiene un papel único en la misión digital, según sus talentos, capacidades y el lugar donde vive y trabaja. Los fieles están sostenidos por los dones del Espíritu Santo y las diócesis han de reconocer y apoyar esta vocación de los fieles.

2. Sé testigo de Cristo en tu entorno digital: anuncia el Evangelio en tu día a día en el continente digital con interacciones, publicaciones y contenidos. Haz que tu presencia en línea refleje valores cristianos y sea auténtica, cercana y esperanzadora.

3. Humaniza las relaciones digitales: construye vínculos reales en un mundo donde la conectividad no impide que te puedas sentir solo o marginado. Promueve el encuentro, el diálogo y la pertenencia.

4. Cuida la fidelidad del mensaje cristiano: asegúrate de que el contenido que compartes sea fiel al Evangelio, evitando distorsiones ideológicas. Sé puente de verdad.

5. Forma y acompaña: los obispos y misioneros digitales más experimentados deben animar a quienes se dedican a la misión en el ambiente digital, especialmente a los jóvenes, ayudándoles a que desarrollen habilidades para navegar con seguridad, discernir información y a usar la tecnología para el bien.

6. Desarrolla una cultura evangelizadora digital: trabaja junto a otros en iniciativas que promuevan una cultura inspirada en el Evangelio dentro del mundo digital. Utiliza las plataformas para tratar temas humanos, sociales y ecológicos desde una perspectiva cristiana.

7. Sé crítico y responsable en tu uso de la red: reconoce los peligros existentes en este entorno, como son el acoso, la desinformación, la adicción y la explotación sexual. Usa las redes con conciencia, denuncia el mal y anima a otros a hacer lo mismo.

8. Construye una Iglesia en salida: las comunidades cristianas se conciben a sí mismas principalmente al servicio de la misión. Misión que los fieles llevan a cabo en la sociedad y en su vida familiar y laboral, también en el entorno digital. No centres tu acción en las actividades que vives en el interior.

9. Vive la sinodalidad en línea: aprovecha las redes digitales para fortalecer la dimensión sinodal de la Iglesia. Fomenta la participación, el discernimiento en común y la construcción de una Iglesia en comunión.

10. Sé profeta digital: usa las herramientas digitales como un espacio profético donde el mensaje de Cristo ilumina las sombras del mundo de hoy. Haz de las redes un espacio de esperanza, alegría y transformación. 

Para saber más: 

El mosaico para la renovación de la Iglesia puede consultarse en: https://imission.world/

Los cuatro testimonios transmitidos online realizados en esa primera Asamblea de octubre de 2023 se pueden consultar en: https://bit.ly/42Hq0qN desde el minuto 1:20:32 hasta el 1:36:14.

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