«Crear un futuro esperanzador» … ¿Y yo? 

Viernes 21 de julio, 8:30 pm 

Llegamos a la Villa Mag+s en medio de mucha emoción —y cansancio— por el viaje. Nos entregaron nuestro kit de bienvenida: una bolsa con una sudadera, dos camisas, un paliacate, una gorra… Todo impreso con el lema: «MAG+S 2023: Creando un futuro esperanzador». Pero ¿qué significa esto realmente? 

Llegó la mañana del sábado y la inauguración oficial del Mag+s Global. Siguió el domingo con un concierto de Jesuitas Acústico y, así, todas las actividades y espacios para compartir, envueltos en una atmósfera que te invitaba a darte, a salir de ti, a ser testigo, de primera mano, de cómo las y los jóvenes ignacianos pueden verse de maneras tan diferentes o hablar muchos idiomas, venir de tantas partes del mundo y compartir tanto en común. 

Es algo complejo de explicar con palabras lo que sentí al encontrarme en ese espacio, rodeada de muchas personas de distintos países, para quienes, igual que a mí, la espiritualidad ignaciana nos ha cambiado la vida y se ha convertido en ese espacio en el que encontramos tantas respuestas —y tantas preguntas también—; sabiendo que hay algo de fondo que nos convocaba, que nos invitaba a estar reunidos en ese mismo momento y lugar. 

Sin embargo, no dejaba de resonarme y darme vueltas en la cabeza esa idea sobre «crear un futuro esperanzador» y, sobre todo, cómo yo, desde mi trinchera, podría formar parte de esa causa tan retadora. 

Lunes 24 de julio, 7:00 am 

Con mochila al hombro, nos dirigimos a nuestras «experiencias mag+s», espacios de acción comunitaria en los que más de dos mil jóvenes, de distintas partes del mundo, fuimos enviados a lo largo de Portugal y España. 

Durante una semana tuve el regalo de estar en Mexilhoeira Grande, una pequeña comunidad de Portimão, al sur de Portugal, junto a más de 20 jóvenes de México, Portugal y España. 

En este lugar compartimos con personas de la residencia para adultos mayores «Aldea de San José de Alcalar», fundada por el padre Domingos Monteiro, S.J., hace cerca de 40 años y que funciona gracias al servicio de muchísimas personas, no sólo colaboradores directos, sino también gracias a una comunidad que abraza y acompaña a quien pone un pie en Mexilhoeira.  

No imaginaba que después de seis días, en esta pequeña comunidad de no más de cinco mil habitantes, encontraría la respuesta a esas preguntas que me estuvieron resonando desde el inicio de este viaje: ¿De qué se trata eso construir un futuro esperanzador? Y quizá con más fuerza: ¿Cómo yo, desde mi pequeñez, puedo co–constuir este futuro lleno de esperanza? 

Jueves 27 de julio, 8:30 pm 

Sentados alrededor de la mesa, Nuno, Cristina, Miguel, Otilia y Camila —mi familia de acogida—, acompañados de los cinco jóvenes peregrinos —a quienes nos dieron un hogar lejos de casa durante una semana—, terminamos la cena, acompañada de un buen vino de Porto. En ese momento Cristina nos dirigió unas palabras en «portuñol»: 

«Recibirles en casa ha sido un gran regalo, las palabras no alcanzan para agradecerles lo que han hecho por nosotros, por esta comunidad y, sobre todo, por esta familia». 

Al final de sus palabras no pude quedarme callada y tuve que preguntarle por qué nos agradecía, pues, desde mi perspectiva, nosotros no habíamos hecho nada por ellos, al contrario, fueron ellos quienes nos recibieron con casa, comida y los brazos abiertos desde nuestro primer día. 

Y en ese momento llegó la respuesta que le dio sentido a toda mi experiencia: 

«Verás… En el día a día solemos ver las noticias, leer el periódico, las redes sociales… no hace falta buscar mucho para darse cuenta de lo mal que va el mundo, lo herida que está nuestra sociedad y lo rota que está nuestra humanidad. A veces se siente que intentar ser buena persona o hacer el bien, es nadar contracorriente, es luchar contra un mal que te sobrepasa… Sin embargo, llegan ustedes con sus historias de vida y experiencias y nos muestran que en realidad esto de intentar ‘dejar tu granito de arena’ es algo que más y más personas están haciendo en distintas partes del mundo. Que sí, es nadar contracorriente, pero que no vamos solos nadando contra la corriente, que hay más personas, más jóvenes, más hombres y mujeres en muchos países intentando hacer algo, dejando su granito de arena no sólo para un mejor futuro, sino para un mejor presente. Así que gracias, por la esperanza que su visita nos trajo». 

Escuchar a Cristina fue como un balde de agua fría en un día caluroso, fue una bocanada de aire fresco y ahí lo supe… esto de «crear un futuro esperanzador» no es más que apostarle desde nuestros espacios, desde nuestro ‘metro cuadrado’ a que otras maneras de vivir son posibles, es animarnos a nadar contracorriente desde lo pequeño; es elegir hacer el bien, con la certeza de que no estamos solos, que hay más personas en el mundo intentando hacer lo mismo, que todos los esfuerzos y cansancios no sólo valen la pena… ¡valen la vida! Y es que no hay esfuerzo o servicio pequeño… todo cuenta en esto que juntas y juntos construimos en comunidad: un futuro —y un presente— lleno de esperanza. 

3 respuestas

  1. Gracias Velvet, por compartir su experiencia, por abrir su corazón y transmitir esa esperanza de un mundo mejor, siendo un impulso a qué todos podemos desde nuestro aquí y ahora vivir, trabajar por el prójimo.

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