La esperanza es siempre
un proyecto comunitario.
Papa Francisco, enero de 2025
Es difícil imaginar qué habrían pensado Monseñor Gregorio Aguilar, Luis Flores Ramos y Alfonso González Quiroz, director, jefe de redacción y editor, respectivamente, cuando en diciembre de 1935 lanzaron la primera edición de la revista CHRISTUS. Quizás podrían haber anticipado el impacto y la relevancia que la revista tendría, sobre todo en su época, pero dudo que hayan pensado en la importancia de sostener ese compromiso a lo largo de casi un siglo, en el que CHRISTUS ha navegado a través de los complejos tiempos de la historia de México y de la Iglesia católica.
Recuperar 90 años de historia no es tarea fácil, y mucho menos pretender abarcarlo todo. Sin embargo, al explorar los archivos de la hemeroteca en busca de la esencia que ha definido estas nueve décadas de trabajo editorial encontramos que los 32 mil 872 días de vida de nuestra revista representan, sobre todo, una propuesta intelectual nacida de la esperanza. Una esperanza puesta al servicio de la Iglesia, de sus fieles y de las causas más sensibles de nuestra sociedad.
Una apuesta sostenida por hombres y mujeres que han creído —y siguen creyendo— que «Dios está en todas las cosas» y que, por ello, resulta imprescindible leer la realidad espiritual, teológica, social y política a través de su mirada. Hacer del Evangelio de Jesús y su interpretación una herramienta, una luz que, contra viento y marea, se niega a apagarse en medio de las crisis y las calmas de las que la revista CHRISTUS ha sido, y seguirá siendo, testigo.
«Confiando plenamente en el Corazón Sacratísimo de Jesús y en nuestra Madre de Guadalupe, a quien dedicamos este primer número, y con la bendición de nuestros Superiores, emprendemos esta obra, persuadidos de que Nuestro Señor, por nuestro humilde medio, quiere hacer mucho bien, tanto a nuestros muy amados hermanos en el sacerdocio como a las almas a ellos encomendadas», se lee en el primer editorial de esa publicación de 96 cuartillas que, por ser primera edición, fue obsequio para cientos de sacerdotes en el país. Luego se distribuiría de manera mensual, a 50 centavos de peso.
Lo que sí podemos interpretar, a 90 años de ese primer número y los que vendrían en la primera década de vida de la revista, son los desafíos que los fundadores de CHRISTUS enfrentaron en su tiempo.
En 1935 México atravesaba una transición política con la consolidación del poder de Lázaro Cárdenas del Río y el declive de la influencia de Plutarco Elías Calles. En ese tiempo se intensificaron las reformas sociales y el apoyo al movimiento obrero y agrario, mientras que las tensiones con la Iglesia católica persistían, aunque de manera más moderada que en los años de la Guerra Cristera (1926–1929), que dejó miles de muertos que cayeron bajo la consigna «¡Viva Cristo Rey!», sin amparo del Estado. Ante esta realidad, reunificar la Iglesia, sin confrontaciones, se volvió urgente.
En este contexto de reorganización eclesial la revista CHRISTUS desempeñó un papel clave en la resistencia cultural y espiritual, manteniendo viva la identidad católica mexicana y fortaleciendo la fe a través del estudio y la reflexión teológica en todas sus dimensiones para prelados y sacerdotes, a fin de que pudieran contar con un archivo que ofreciera contenidos útiles para el cumplimiento de sus funciones pastorales.
Una revista para una Iglesia «comprometida»
Treinta años después de su fundación, en 1965 CHRISTUS continuaba su misión de acompañar a la comunidad católica, expandiendo su influencia como órgano oficial de las Diócesis de Acapulco, Apatzingán, Ciudad Juárez, Ciudad Obregón, Ciudad Valles, Cuernavaca, Culiacán, Huejutla, Jalapa (Guatemala), Matamoros, Papantla, Saltillo, San Andrés Tuxtla, Tabasco, Tampico, Tapachula, Tepic, Torreón, Tulancingo, Veracruz y el Vicariato Apostólico de la Tarahumara.
En 1970, bajo la dirección de Enrique Maza, S.J., y Alejandro Garcíadiego, S.J., como subdirector, la revista fue recuperando el diálogo con la sociedad, abordando temas sociales, políticos y éticos con un tono más crítico.
«Entramos a la revista en el año 70 cuando estaba el contexto fundamental del Concilio Vaticano II a escala universal y con la Conferencia del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM) de Medellín del 68 en el panorama latinoamericano… CHRISTUS entró en esa renovación», recuerda el padre Sebastián Mier, S.J., miembro del consejo de redacción en aquella época y colaborador activo de la revista desde entonces.
El Concilio Vaticano II (1962–1965) fue un evento histórico que transformó profundamente a la Iglesia católica. Convocado por el papa Juan XXIII y continuado por Pablo VI, el Concilio promovió reformas importantes, entre ellas, una mayor participación de los laicos en la vida eclesial por medio de comunidades de base, así como el diálogo ecuménico y la apertura de la Iglesia al mundo contemporáneo y sus realidades.

CHRISTUS abrazó estos cambios, adaptando sus contenidos y hasta su diseño de páginas para acompañar la renovación pastoral y doctrinal que marcó una nueva era para la Iglesia en México y el mundo, inspirada en los cimientos de la llamada «Teología de la Liberación». El equipo editorial de la revista tuvo cercanía y varios encuentros con Gustavo Gutiérrez y Jon Sobrino, dos de sus grandes exponentes.
Para Alfonso Castillo, exjesuita y colaborador de la revista en ese periodo, si algo definía el clima de la época era la idea de «compromiso» sumada a nociones de «liberación, servicio y comunidad».
«El lenguaje eclesial se corre hacia una Iglesia comprometida con la justicia social y con la “opción preferencial por los pobres”», apunta el entrevistado, quien destaca el carácter jesuita de la revista que, a decir suyo, tiene «una forma de acercarse a la fe, al espíritu, a la actualidad y a la realidad desde lugares fronterizos».
Sin embargo, la década de los años setenta e inicios de los ochenta también fue un tiempo de intensa represión política. América Latina vivía el auge de movimientos políticos armados y la instauración de gobiernos militares en casi todos los países, salvo Costa Rica y México que, sin dictadura, vivía con fervor la mano dura del Estado.
«CHRISTUS pretende ofrecer una reflexión evangélica y teológica sobre los acontecimientos actuales de importancia, sobre los signos de los tiempos», se lee en la presentación del número 429, publicado en agosto de 1971, apenas dos meses después de aquel Jueves de Corpus, cuando Los Halcones, un grupo paramilitar, reprimieron violentamente una manifestación estudiantil de la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional, dejando un saldo de 120 jóvenes asesinados.
A contramano de la idea «mano dura, señor presidente», que permeaba en la prensa nacional de aquella época, Alfonso Castillo escribía en su artículo «“Ley Orden” o libertad creadora», a propósito de ese suceso violento: «La libertad es constructora del amor […], el Evangelio de Cristo pide esto y mucho más».
Y es que la situación política del país, sumada a la relectura eclesial sobre el papel de la Iglesia en la vida de las personas y sus realidades, fue escenario para repensar también el lugar del Evangelio y la figura de Jesús.
«Esta voz, por una parte, intentaba ser fiel a la enseñanza de Jesús con toda su dimensión profética, y por otra, estar al servicio del pueblo, de las causas populares y de los sectores de la Iglesia que tomaban esa línea claramente expresada en Medellín y luego también con matices en el CELAM de Puebla de 1978», apunta Mier.
El trabajo crítico de la revista no pasó inadvertido. En la segunda mitad de la década de los años setenta y ochenta las represalias tomaron lugar con el pontificado del papa Juan Pablo II y la presencia del Nuncio Jerónimo Prigione, un diplomático del Vaticano aterrizado en tierra mexicana que, con la finalidad «de restablecer los vínculos Iglesia–Estado», persiguió a toda esa «Iglesia comprometida». La revista y quienes colaboraban en ella se convirtieron en blanco de persecuciones.
«Todos los obispos que tenían una voz y acción profética fueron sancionados feamente y cerraron nuestro teologado y otras obras de formación de los religiosos, y en alguna medida a nuestra revista también le tocó», recuerda Mier.
Anunciar «buenas noticias» en tiempos de represión
Frente al clima represivo tanto en el Estado como en la Iglesia la revista consolidó su identidad a través de una metodología surgida de la teología latinoamericana y adoptada en el Centro de Reflexión Teológica (CRT), dirigido por los jesuitas, y que hasta la fecha sigue vigente: «Ver, pensar, actuar». El tono de la publicación adquirió un enfoque más sociológico, antropológico y de economía política, utilizando el análisis de coyuntura para esclarecer la situación del país.
En este proceso CHRISTUS integró en su nombre la leyenda «Revista de teología y ciencias humanas», reflejando su compromiso con una lectura crítica de la realidad. Ya no se trataba sólo de observar y analizar el contexto eclesial y político, sino de profundizar en él para tomar decisiones y salir al encuentro.
En agosto de 1986, bajo el gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado, México firmaba el primer antecedente del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos: el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio. No era una decisión menor: el país asumía una política neoliberal bajo la promesa de que esto ayudaría a mitigar la pobreza tras una devaluación histórica y una deuda externa impagable que marcaron esa década.
«De cara a esa nueva realidad política la revista respondió con varios números dedicados al análisis político, económico y social de México y denunció la situación de pobreza y la necesidad de tomar acción por los sectores más empobrecidos».
«Los cristianos no podemos desentendernos de las realidades históricas; más aún, nuestra misión es precisamente la evangelización de la realidad: el anuncio y la realización del Reino», se lee en el editorial del número 599. CHRISTUS, en ese sentido, plantea que el Evangelio propone «una política de la utopía», realizable a través de la conversión personal y la transformación social.
«CHRISTUS era un referente latinoamericano porque respondía bien al análisis social de lo que estaba sucediendo y luego hacía una reflexión teológica en torno a ese análisis», explica la activista Cristina Auerbach, quien a sus 24 años se desempeñó como asistente de redacción de la revista en la primera mitad de los años noventa, mientras estudiaba teología en el Colegio Máximo de Cristo Rey.
En aquel tiempo la revista estaba dirigida por Luis del Valle, S.J., y Carlos Bravo, S.J., y operaba desde una pequeña oficina dentro del Centro de Estudios Teológicos, con seis computadoras, pero sin programas de diseño.
«La revista se hacía con recortes y pegotes; recuerdo que hasta pegábamos las fotos con Pritt para entregarlas a la imprenta», relata Auerbach, quien también cuenta que recibía por correo colaboraciones de personas desde distintas partes de Latinoamérica.
Ese periodo estaría marcado por el alzamiento zapatista en Chiapas. Se lee en el editorial del número 672 de febrero de 1994:
Nuestro deseo más intenso es que podamos dar el salto de este momento de conflicto a la negociación de la paz sin tener que pasar por años de guerra y de luto nacional. Pero la paz deseada no es la de la rendición, sino la de la solución de fondo a los problemas de los indígenas de Chiapas. Y a los de todo el país. Y también a la situación de los campesinos de la República entera, que no parecen tener lugar en el México del Tratado de Libre Comercio.
A pesar de todo, «CHRISTUS no sólo era un centro donde se contaban buenas noticias, sino donde se construían buenas noticias […]. CHRISTUS eso hacía, contar buenas noticias porque eran tiempos muy convulsos de mucha represión, de mucha violencia», apunta Auerbach.
La represión contra la Teología de la Liberación alcanzó de lleno a los jesuitas mexicanos. En 1997, tras una visita canónica del obispo Javier Lozano, se ordenó el cierre del CRT de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús y la cancelación de la oferta teológica que los jesuitas brindaban a 16 congregaciones religiosas. Este golpe significó el desmantelamiento de un espacio clave para la reflexión crítica y el acompañamiento pastoral en América Latina.
«Esto afectó la revista porque hasta ese momento CHRISTUS era una edición fundada, dirigida y sostenida por un grupo de teólogos jesuitas mexicanos que formaban el CRT; es decir, había un cuerpo de teólogos jesuitas que se dedicaban tanto a la investigación como a la difusión del pensamiento teológico en México. La revista CHRISTUS era el órgano de difusión de este grupo de teólogos», explica el sacerdote Raúl Cervera, S.J., director de CHRISTUS de 2005 a 2015.
Nuevo milenio, nuevos enfoques
Al tiempo que el padre Raúl Cervera, S.J., tomaba la dirección de la revista, México vivía su primera experiencia de transición democrática por la vía del voto.El gobierno de Vicente Fox Quesada fue una época de continuidad y profundización de políticas neoliberales, marcada por un enfoque económico de privilegio para las grandes empresas nacionales y extranjeras. Asimismo, la guerra contra el narcotráfico, iniciada por Felipe Calderón Hinojosa y continuada por Enrique Peña Nieto, se sostiene a la fecha por medio de la militarización del país.
En ese sentido, «la revista CHRISTUS se concebía como una línea de resistencia frente a un proceso social muy lesivo para la vida de las mayorías en México. El pueblo estaba en resistencia frente a las políticas liberales, al tiempo que resistía también frente a políticas eclesiásticas conservadoras», recuerda Cervera, quien comenta que, en su tiempo, el equipo editorial hizo mucho énfasis en la lucha por los derechos humanos, los derechos laborales, campesinos, comunitarios, las luchas por el agua, por el territorio, por la libre determinación de la mano de comunidades de base y organizaciones no gubernamentales.
«Viéndolo desde este momento, se podría decir que la revista también se sumaba a esta actitud de resistencia. Resistencia de la gente común de este país, resistencia de los agentes de pastoral frente a políticas eclesiásticas conservadoras. Se sumaba a esta lucha y esto le daba un color particular a la teología», concluye el entrevistado.
En 2012 la revista pasa a ser editada y administrada desde el sello editorial de Buena Prensa y se reorganiza su entramado interno. Es un tiempo también que se enmarca en la crisis de los medios de comunicación por la inminente digitalización y la pérdida de medios de financiamiento por medio de publicidad. Sostener económicamente a la revista comenzó a ser un problema.
No obstante, la llegada del papa Francisco en marzo de 2013 a la cabeza de la Iglesia católica da un nuevo respiro al proyecto editorial y empieza a notarse una necesidad de profundizar en una espiritualidad que permita no solamente impulsar movimientos, sino hacer un trabajo de resiliencia hacia dentro.
Como parte de esta transformación, «el Provincial [Francisco Magaña S.J.] hace dos movimientos: crea la comisión teológica como un espacio en donde se pudiera reflexionar sobre la esperanza de manera sistemática y sostenida y, por otro lado, invita a reconfigurar la revista en esa dirección», apunta Pedro Reyes Linares, S.J., director de la revista desde 2015.
México atravesaba un contexto de agotamiento social, con una moral colectiva debilitada tras casi una década de guerra contra el narco; el caso Ayotzinapa, ocurrido el 26 de septiembre de 2014, era la gota que derramaba el vaso en una sociedad sedada por la violencia.
Una de las necesidades más apremiantes de la revista era ofrecer una mirada espiritual a los problemas sociales: «Nuestro primer objetivo fue ayudar a que la revista facilitara a la comunidad espacio, ritmo y plazos para poder de- tenerse, sentirse, conectar con lo profundo de su esperanza, reflexionar desde ahí y hacer nacer la palabra», refiere Reyes Linares.
Más que un medio de denuncia, la revista se convirtió en una caja de herramientas para sostener la esperanza y la resistencia desde la fe. La espiritualidad ignaciana se consolidó como eje transversal, vinculando la fe con la acción social y la vida cotidiana de quienes buscan un mundo más justo.
«Otra cosa que platicamos en aquel tiempo con Lulú Gállego, que entró a colaborar en la revista como editora, era ofrecer ciertos espacios de cultivo de la espiritualidad y de la belleza». Así surgió la idea de integrar el arte y la creatividad como caminos para el regocijo espiritual. Se trataba de generar espacios donde la fe y la belleza dialogaran, y donde la alegría no fuera vista como un lujo, sino como un derecho.
«Era como decir “recuperémonos en términos de alegría”. Es necesario recuperarla y pensarla como una forma de derecho […]. Queríamos impulsar una teología útil para los agentes de pastoral… que apoyara su esperanza, que les diera herramientas de discernimiento, que les ayudara a mirar su existencia espiritual y su relación con un Jesús vivo y resucitado que acompaña a las víctimas en situaciones muy difíciles», apunta Reyes.
Hoy, a 90 años de iniciado este viaje de reflexión teológica, las páginas de CHRISTUS siguen siendo un testimonio de fe; un reflejo de una Iglesia en movimiento y una voz de esperanza en tiempos de cambios y crisis, dirigido a un público más amplio, desde sacerdotes y agentes de pastoral, hasta académicos, activistas, defensores de derechos y jóvenes.
Desde 2022, con el apoyo de la rectoría del ITESO, de la Dirección de Relaciones Externas y de la Oficina de Publicaciones, la revista dio un salto al mundo digital con una plataforma web que alberga a la revista impresa y promueve diariamente una conversación profunda sobre las realidades sociales, políticas, económicas, teológicas y culturales. Desde marzo de 2024 ofrece también un pódcast mensual que recupera las líneas de interés de la revista en un formato que ha permitido alcanzar nuevos públicos.
Todo esto desde una mirada en clave ignaciana, en la que procuramos poner en el centro a las personas cuyo trabajo teje acciones de amor, de resistencia, de dignidad, de servicio. Personas sencillas a las que llamamos «profetas de nuestro tiempo», que viven con compromiso el mensaje de Dios, pero no sólo como individuos, sino también desde sus esfuerzos comunitarios: las cosas que van tratando de construir juntos, que dan vida y que están allí, en medio de todo.
Fe de Erratas: En la versión impresa de nuestro número más reciente, se publicó incorrectamente el nombre del Provincial que creó la Comisión Teológica de la revista. El nombre correcto es Francisco Magaña, S.J., y no Carlos Morfín,S.J. como se menciona en el texto. La versión digital fue actualizada con esta corrección el día 2 de julio de 2025.
Un comentario
Felicidades.