Una exhortación desde el corazón de los pobres

Este 9 de octubre, el papa León XIV presentó su primera Exhortación Apostólica, titulada Dilexi te (en latín: te he amado). En ella centra su llamado al amor por y para los pobres, retomando el legado del papa Francisco sobre el amor divino y humano que brota del corazón de Cristo.

En sus últimos meses de vida, el papa Francisco había dejadido algunas líneas preparadas de esta exhortación, ampliando su mensaje anterior, difundido bajo el nombre de Dilexit nos. En esta actualización Francisco imaginaba a Cristo dirigiéndose a los más necesitados con estas palabras: «no tienes poder ni fuerza, pero yo te he amado».

Ahora, el papa León XIV asume este legado, reafirmando que el amor de Jesús impulsa a los cristianos a acercarse a los pobres, no como una caridad sino como una revelación pues en ellos se muestra «el mismo corazón de Cristo, sus sentimientos y opciones más profundas».

«Contemplar el amor de Cristo nos ayuda a prestar más atención al sufrimiento y a las carencias de los demás, nos hace fuertes para participar en su obra de liberación, como instrumentos para la difusión de su amor», expresó en el documento León XIV.

El papa León XIV reflexiona sobre la realidad persistente de la pobreza como un «grito que interpela constantemente nuestra vida y nuestras sociedades», recordando que en el rostro herido de los pobres se refleja «el mismo sufrimiento de Cristo».

Papa León XIV-Cathopic

Reconoce que, aunque en las últimas décadas se han hecho esfuerzos para erradicar las causas estructurales de la pobreza, estos siguen siendo insuficientes frente a «una sociedad que a menudo privilegiada, esta marcada por numerosas desigualdades».

El Papa advierte que «no debemos bajar la guardia» ante las carencias de millones de personas que padecen hambre, falta de agua o condiciones precarias, incluso en países desarrollados.

Subraya la vulnerabilidad de las mujeres, «doblemente pobres por la exclusión, el maltrato y la violencia», y dice que, aunque se proclame igualdad con palabras, «las decisiones y la realidad gritan otro mensaje».

Dios: un amor misericordioso

En su primera Exhortación el papa León XIV afirma que por la misericordia de Dios, elige identificarse con los pobres y llama a la Iglesia a hacer lo mismo. Menciona cómo Jesús se presentó al mundo como «Mesías de los pobres y para los pobres». De esta fe brota la preocupación por «el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad». Recordando que «no se puede amar a Dios sin extender el amor a los pobres», pues el amor al prójimo representa la prueba tangible de la autenticidad del amor a Dios y agrega las palabras del apóstol Juan: «Dios es amor, y el que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios permanece en él»

Finalmente, insiste en que esta cercanía no debe ser «ocasional, sino parte esencial de la misión cristiana», de modo que no se puede olvidar a los pobres sin perder conexión con el evangelio, resaltando que «Dios ama al que da con alegría».

La riqueza de la iglesia está en los pobres

«La Iglesia es madre de los pobres y lugar de acogida y justicia», expresó el papa, recordando que «los cristianos tienen conciencia de la necesidad de acudir a aquellos que sufren mayores privaciones».

Siguiendo la tradición agustiniana del Santo Padre, subraya que la caridad no solo alivia la necesidad del hermano, sino que purifica el corazón de quien da, convirtiéndose en un camino de conversión: «Esta mirada cristocéntrica y profundamente eclesial lleva a sostener que las ofrendas, cuando nacen del amor, no sólo alivian la necesidad del hermano, sino que también purifican el corazón de quien da y está dispuesto a la conversión».

El papa enfatiza que honrar a Cristo significa actuar según su voluntad, distribuyendo los bienes entre los necesitados, porque «Dios no necesita vasos de oro, sino almas de oro». Asimismo, se recuerda que «el Altísimo no se deja vencer en generosidad ante quienes sirven a los más necesitados»  y que, cuanto mayor es el amor a ellos, mayor es la «recompensa por parte de Dios».

En ese sentido subraya que la Iglesia entiende como parte importante de su misión el cuidado de enfermos y afligidos, en los que reconocen al «Señor crucificado», subrayando que la tradición cristiana de visitar a los enfermos y lavar sus heridas no sea mera «filantropía», sino un ministerio que «toca la carne sufriente de Cristo».

Estructuras de pecado que causan pobreza y desigualdades extremas

«La Iglesia se presenta como es y como quiere ser, como Iglesia de todos, en particular como la Iglesia de los pobres», expresó el papa León, retomando las palabras de san Juan XXIII.

El papa señala que las transformaciones tecnológicas y sociales de los últimos dos siglos han sido sufridas y afrontadas, sobre todo, por los pobres y marginados. De esas experiencias han surgido una nueva conciencia de dignidad y derechos, así como movimientos de trabajadores, mujeres y jóvenes. Por lo que la Iglesia crece y se renueva cuando se escucha a quienes viven en los márgenes, pues ellos poseen una inteligencia particular para comprender la realidad y ofrecer soluciones concretas.

Asimismo, se insiste en la importancia de la colaboración entre laicos, expertos e instituciones, recordando que la participación activa de todos es clave para vivir y aplicar la fe en un mundo en constante cambio.

Por útimo, el papa León, recuerda palabras de su «amado predecesor» el papa Francisco  «las estructuras de pecado y la alienación social normalizan la exclusión de los pobres», por lo que atender «solo emergencias no basta; se requiere un compromiso para transformar las causas estructurales de la pobreza y garantizar la dignidad de todos los seres humanos».

El amor cristiano se mide «en la cercanía a los más necesitados»

El papa habla del amor hacia los pobres, que se manifiesta como un «río de luz y vida que nace del reconocimiento de Cristo en su rostro». Invita a los fieles a recordar que la Iglesia siente como propia la «carne» de los pobres, y que atenderlos es garantía de fidelidad evangélica.

Señala que los cristianos no pueden ver a los pobres solo como un problema social, sino como una «cuestión familiar» que requiere tiempo, escucha y acompañamiento: «se nos pide dedicar tiempo a los pobres, prestarles una amable atención, escucharlos con interés, acompañarlos en los momentos más difíciles».

Retomando la parábola del «buen samaritano», el papa recuerda que nuestra respuesta ante el sufrimiento ajeno define nuestra humanidad: «¿Con quién te identificas?», invitándonos a reconocer la «tentación que nos circunda de desentendernos de los demás».

También recupera las palabras de San Gregorio Magno y otros padres de la Iglesia que nos enseñan que los pobres nos evangelizan y nos confrontan con nuestra fragilidad y orgullo, advirtiendo que la riqueza puede «cegarnos, hasta el punto de pensar que nuestra felicidad sólo puede realizarse si logramos prescindir de los demás».

Por último, señala que el amor cristiano, ilimitado y profético, no conoce barreras ni enemigos; une, transforma y acompaña a quienes sufren, haciendo posible que cada pobre sienta que Jesús le dice: «Yo te he amado»


Se puede leer la Exhortación completa en el siguiente Link

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