¿Cómo entender las guerras que nos tocan vivir en el presente? Hasta 1945 los conflictos armados de escala internacional se debatían entre Estados que reconocían mutuamente la legitimidad de sus «adversarios». Incluso en medio del horror existía la posibilidad de sentarse a negociar y firmar acuerdos de paz.
Pero lo que presenciamos hoy es distinto. La invasión de Rusia a Ucrania, el genocidio de Israel contra el pueblo palestino y la escalada bélica contra Irán, respaldada por Estados Unidos y financiada con presupuestos militares europeos y de otros miembros de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte, no son guerras regulares entre Estados. Se trata de guerras raciales cuyo fin no es neutralizar al adversario, sino eliminar lo que cada bando define como «enemigo». Un enemigo moralmente concebido por ambos ejes mundiales —Occidente y Oriente— y que destruye toda posibilidad de reconciliación. Y, en medio de ese escenario, transmitido en tiempo real desde las redes sociales, pareciera que cada persona puede elegir en qué narrativa vivir.
¿Qué política están dejando de lado las élites del mundo al decantarse por la guerra? La política del bienestar social, la de los derechos humanos, la de una vida libre de violencia, la del diálogo y, sobre todo, la de la paz. Sólo así se entiende por qué la Organización de las Naciones Unidas parece haber dejado de ser un órgano garante de la convivencia entre los pueblos.
Las promesas democráticas se transformaron en gestos formales que ya no respondían a las necesidades más elementales: el acceso digno a la vivienda, a la salud, a la educación, a la seguridad y al trabajo. Así, en un terreno fértil para el desencanto y la rabia, los proyectos autoritarios encontraron la oportunidad de reaparecer con fuerza. Esos mismos gobiernos hablan hoy de paz, pero imponen su voluntad y la destrucción de los adversarios.
«La guerra siempre es una derrota», decía el papa Francisco. León XIV añade que «no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos». En se sentido, el llamado es a la paz, una encarnada en el diálogo y la vida humana.
Equipo editorial de CHRISTUS







