La condición psicológica de salud mental está vinculada a buenas prácticas o prácticas constructivas que permitan a los seres humanos vivir una vida satisfactoria y plena. Actualmente se piensa en la relación determinante entre lo social e individual. Raúl Medina lo menciona como «terapia de tercer orden».
Debido a estas condiciones que se mantienen, es importante reflexionar sobre nuestros estilos de vida y la cultura, como este conjunto de prácticas y significados comunes y su historia. Y es en esta línea en la que retomo la relación entre la masculinidad y la espiritualidad.
Evolución de la consciencia y masculinidad
En una primera línea quisiera mencionar el análisis de Friedrich Engels, cuando habla de la historia de la familia y relaciona el termino con la raíz latina famulus (sirviente o esclavo) no necesariamente con los lazos consanguíneos. En su reflexión hace notar cómo la evolución de la familia va cambiando de una construcción comunitaria a una condición de propiedad privada, en la que era importante identificar la fuerza de trabajo y por lo mismo saber quiénes eran los hijos del hombre. Previo a esto, no era importante saber quiénes eran tus hijos en tu rol de varón sino cuidar a los hijos de tu hermana o de las mujeres de tu familia de origen. Y desde esta teoría, con base en este último punto, se identifica la dinámica de control de los bienes y de la relación de pareja como un sistema para asegurar las comodidades o seguridades logradas.
En otro orden de ideas, Ken Wilber reconoce que el patriarcado es un efecto del nivel de conciencia del ser humano y es un duelo en el que estamos en proceso y debemos de superar. En los primeros niveles dice que lo importante era la identificación del sí mismo, la conciencia de ser un ente en la naturaleza, y luego empieza la «emancipación» de la naturaleza. El avance sigue y se gesta la idea del héroe, que es aquel que se lanza a la aventura de la independencia y creación alejado de la dependencia de los instintos o demandas del medio ambiente.
Este último brinco señala el poseer la racionalidad, con el miedo o el rechazo a nuestro pasado vinculado a las pasiones y también la negación a lo trascendente, y en su lugar nos enfocamos en el desarrollo de las ideas para la adquisición de bienes, como una conducta que nos evita el sufrimiento o la angustia y nos mantiene en un mundo «estable» desde lo material.
También explica cómo pasamos de ver a nuestros líderes sacrificarse en honor a la gran Madre para pasar al sacrificio de los sacerdotes entronados en una ceremonia especial, donde los líderes evitaban el sacrificio y mantenían su posición, lo que generó una mayor crueldad y condiciones para acumular bienes. Más adelante con la necesidad de tener un Dios presente, se les entrega la fuerza y la capacidad humana a estos líderes y es utilizada en función de sus intereses personales (Erich Fromm, en su libro El miedo a la libertad, reflexiona sobre esta condición con más detalle), hasta llegar al absurdo de la adquisición de un sistema económico que ya no responde al bien de la comunidad sino a intereses personales.
Así, desde esta referencia podemos pensar que la condición de abuso que se atribuye a la construcción de la sociedad, atribuida a los hombres en esta última etapa de la humanidad, se pudiera entender desde un nivel de conciencia que es necesario reordenar en un todo armónico.
Las críticas a las propuestas machistas, en este sentido, son otra forma de hablar de una queja sobre un estilo de vida en el que los abusos se replican, para mal de toda la sociedad y en los que hace falta buscar otras formas de entender el mundo de forma más compasiva. Para hablar de nuevas masculinidades o formas de convivir, tal vez sería importante notar que no es algo limitado a esta época, sino que se ha establecido desde hace miles de años y se puede vincular con el desarrollo de la conciencia.
Nuevas masculinidades
Cuando los hombres somos cuestionados en este aspecto ciego en el que participamos, en parte implica el que podamos cuidar de nuestros semejantes y le demos voz a los desprotegidos, como los niños y las mujeres en tiempos de Jesús, y despertar la voz de nuestras emociones y el cariño que vive en nosotros.
En algunos casos, asumir esta condición será un duelo que deberemos de seguir desde la soledad o el desconcierto, la confusión o la duda y con paciencia ir haciendo cambios desde lo que nos permitimos ser, dejándonos vivir expresiones diferentes. Asumir este problema no se reduce a la culpa por ser hombres o por tener acceso a los privilegios que se han construido, sino que podamos detenernos a reflexionar y entender qué queremos en este mundo, reconocer nuestras fallas o errores y reconectarnos con nuestro principio y fundamento, misión en este mundo o desde la visión del Tata Keri Rubén Sánchez, poner al trabajo con Tatehuari en el centro de tu vida.
De esta manera, probablemente para los hombres que buscan nuevas formas y se unen a la línea histórica de la construcción de un mundo más justo deberán de actualizar la definición de su relación consigo mismos y revalorar la colaboración en un mundo individualista y altamente competitivo. Será un acto inteligente el poderse definir frente a estas tensiones sociales, sin caer en la culpa o la condescendencia, sino desde una participación crítica y activa.
Si los hombres «nos hacemos cargo» (esta es una frase del grupo de masculinidad CANOA) de nuestras dinámicas destructivas y despertamos nuestra compasión, nos permitiríamos relaciones auténticas y armónicas, en las que podemos descubrirnos vulnerables, sin miedo, aceptando el afecto como lo propone el terapeuta Estaban Laso, valorando la escucha y la importancia del sentir en la convivencia cotidiana.