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Anatomía cerebral para la espiritualidad

«El humano busca la trascendencia y dar cuenta de ella», dice Ramón María Nogués, catedrático emérito de Antropología biológica de la Universidad Autónoma de Barcelona, en su libro Neurociencias, espiritualidades y religiones, en el que sostiene que la experiencia espiritual no es un asunto exclusivo del alma, sino una vivencia que se desarrolla neuronalmente y que experimentamos cuando nos preguntamos por las últimas dimensiones de la realidad y de nuestra vida.

El autor plantea que la experiencia espiritual se debe a un logro de la evolución del ser humano, una ganancia progresiva del sistema neuronal que, además de coordinar las funciones esenciales, sociales y emocionales para la supervivencia, es capaz de realizar funciones trascendentales como la estética, la ética y la espiritual. Son «la sal y lo que le da sazón a la vida» y funcionan como «una amalgama que consolida a las pulsiones, las intuiciones y las emociones, integrándolas y aportándoles relevancia y sentido».

En este libro Ramón María Nogués articula profusamente los saberes de varios autores de muy diversas disciplinas para explicar cómo logramos desarrollar como especie la facultad neuronal para vivir y buscar la integralidad, desde el interior de cada persona, dentro de un grupo social y como parte de lo universal y lo infinito.

¿Cómo la evolución del córtex cerebral nos faculta para ser espirituales o religiosos?

El autor lo explica así: funciona como un zócalo, una plataforma única y especializada, resultado de la incesante reflexión humana sobre su circunstancia en el presente, pasado y futuro; «un tema de madurez cerebral pues responde a funciones neuronales no indispensables para la sobrevivencia. Un lujo que ningún animal se propone». Estas funciones no indispensables, llamadas trascendentales, permiten crear y consensuar sistemas simbólicos, personales y sociales, que terminan siendo referentes que calibran y aportan sentido común a nuestras experiencias de vida.

Como sistemas simbólicos plantean a la ética, el arte y la espiritualidad, que funcionan como criterios (inspiración) y métodos (experiencias), en el acontecer humano. «Las preguntas con las que los pequeños adornan sus primeras aproximaciones al mundo (como los por qué) se traducen posteriormente en profundas cuestiones trascendentales y en expresiones artísticas, en intenciones éticas, expresiones rituales o arrobos místicos, que adornan y enriquecen esta mente privilegiada que goza o surge en grados superlativos. La mente humana se encuentra venturosamente en una situación de desmesura y lujo que genera también aspectos negativos de sufrimiento y dolor. Todo ello es una expresión de esa espiritualidad que, como signo propio y exclusivo, impregna el devenir de los humanos».

Indicadores de salud mental en el ámbito espiritual

La salud mental o estabilidad psíquica en las personas no depende directamente de la práctica espiritual o religiosa, aunque  algunas, religiosas o no, pueden encontrar una orientación sanadora. Ante la posible duda, el autor ofrece puntos cardinales que «permiten orientar correctamente nuestra apertura a dimensiones potencialmente desestabilizadoras, si no se despliegan dentro de horizontes de normalidad aceptables».

1. Suficiente confianza en la vida. La confianza básica está conectada a la relación primigenia de entregarse confiadamente a vivir. La ternura de vivir, la conciencia del gozo de vida, es antesala de la trascendencia, «una consistencia de vida que supera las coordenadas que solamente responden a los datos de nuestras percepciones inmediatas».

2. La existencia de un yo consolidado y lo suficientemente autónomo y consciente de la realidad que le condiciona. «Sin un yo adecuadamente establecido y autónomo, la vida interior está en riesgo de derivas patológicas».

3. Mantenernos en lucidez espiritual, es decir, no menospreciar la crítica racional, la «confrontación ponderada entre la razón y cualquier otra dimensión mental en la complejidad de la mente humana» pues, aunque la experiencia espiritual trascienda sin que se exija una fundación racional definitiva, «ello no autoriza a reclamar que lo religioso o espiritual pueda plantearse al margen de todo análisis racional. Al contrario, ha de impulsar una confrontación ponderada entre la razón y cualquier otra dimensión mental».

4. La adecuada conciencia corporal. La espiritualidad no es una experiencia exclusiva del alma y desde el punto de vista psicosomático, «una buena convivencia con los aspectos corporales de la persona es importante para respetar la unidad del individuo y para establecer una sanidad psicosomática que propicie una sanidad espiritual o religiosa».

El autor señala que las páginas de su libro «quieren ser una posible descripción de los pasos con los que puede seguirse ese tránsito apasionante de la materia al espíritu», y que contribuyen a enriquecer el vivo debate entre creyentes y no creyentes ante la relación de fe y ciencia, así como para aportar referentes de conciliación ante la crisis que viven las religiones actualmente. 

Para saber más: 
Editado por la Universidad Pontificia de Comillas y por Editorial Sal Terrae, este libro puede adquirirse en formato electrónico en https://amzn.to/4bgyRBO y en https://bit.ly/48PWfEB

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