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La parroquia y sus retos

En este mes de febrero el Papa Francisco nos invita a orar por las parroquias: “Oremos para que las parroquias, poniendo la comunión en el centro, sean cada vez más comunidades de fe, fraternidad y acogida a los más necesitados”. A la luz de esta intención los invito a ver y comentar en nuestras comunidades estas películas que abordan temas que tienen que ver con la fe, la fraternidad y la atención a los migrantes y personas vulnerables.

Gran Torino, de Clint Eastwood (E.U., 2008, 116 min.)

Walt Kowalski (Clint Eastwood, estupendo), un viudo alejado de sus hijos, veterano de guerra y con pocos amigos, es cuestionado en su fe por el padre Janovich (Christopher Carley). Después de escucharlo, el sacerdote sólo puede decir: “(Usted) sabe más de la muerte que de vivir”. Esto es sólo el comienzo, pues a lo largo de la película veremos cómo Kowalski va saliendo de su encierro, dejando prejuicios y convirtiéndose en una especie de buen samaritano (cfr. Lc 10, 25–37) para la comunidad. También seremos testigos de cómo va cambiando para bien el joven párroco. A propósito de la parábola del buen samaritano el Papa Francisco nos dice: “Esta parábola recoge un trasfondo de siglos. Poco después de la narración de la creación del mundo y del ser humano, la Biblia plantea el desafío de las relaciones entre nosotros. Caín destruye a su hermano Abel, y resuena la pregunta de Dios: ‘¿Dónde está tu hermano Abel?’ (Gn 4, 9). […] Al preguntar, Dios cuestiona todo tipo de determinismo o fatalismo que pretenda justificar la indiferencia como única respuesta posible” (Fratelli tutti, 57).

Le Havre: El puerto de la esperanza, de Aki Kaurismäki (Finlandia, 2011, 93 min.)

Marcel Marx es un famoso escritor bohemio que vive con su mujer, Arletty, en la ciudad portuaria de Le Havre (Francia). Trabaja como limpiabotas porque así se siente más cerca de la gente. Su vida parece placentera, feliz, sin sobresaltos, hasta que se topa con un un chico africano que anda de paso por el puerto y busca llegar

a Londres, donde se encuentra su madre. A partir de ese encuentro despierta y va creando una red de solidaridad con sus vecinos para acoger, proteger y ayudar a este niño migrante. A propósito del drama de la migración, el Papa Francisco nos dice: “Jesús dice: ‘Fui forastero y me recibieron’ (Mt 25, 35). Jesús podía decir esas palabras porque tenía un corazón abierto que hacía suyos los dramas de los demás. San Pablo exhortaba: ‘Alégrense con los que están alegres y lloren con los que lloran’ (Rm 12, 15). Cuando el corazón asume esa actitud, es capaz de identificarse con el otro sin importarle dónde ha nacido o de dónde viene. Al entrar en esta dinámica, en definitiva experimenta que los demás son ‘su propia carne’ (Is 58,7)” (Fratelli tutti, 84).

Diario de un cura rural, de Robert Bresson (Francia, 1951, 120 min.)

Esta película, inspirada en la novela homónima de Georges Bernanos, nos cuenta la historia de un joven sacerdote que llega a un pueblo del norte de Francia, donde se hace cargo de su primera parroquia. Al comienzo de la película vemos al cura parado junto a su bicicleta limpiando el sudor de su frente. Un augurio de que esa misión que se le ha confiado no será nada fácil. A pesar de su debil salud, de sus sufrimientos y las reticencias de la gente, él se entrega al trabajo pastoral y va registrando todo en su diario. El tema de la fe y la gracia es tratado magistralmente en este clásico del cine religioso. Consideremos estas palabras del Papa Francisco que abonan en esta línea: “La gracia, precisamente porque supone nuestra naturaleza, no nos hace superhombres de golpe. […] si no advertimos nuestra realidad concreta y limitada, tampoco podremos ver los pasos reales y posibles que el Señor nos pide en cada momento, después de habernos capacitado y cautivado con su don. La gracia actúa históricamente y, de ordinario, nos toma y transforma de una forma progresiva” (Gaudete et exsultate, 50).

Las llaves del Reino, de John M. Stahl (E.U., 1944, 137 min.)

Esta película es un clásico del género religioso protagonizada por Gregory Peck, que nos presenta con respeto y emotividad la vida de un sacerdote católico entregado a la misión, humilde, abierto, con buen humor y gran corazón. La película

derrocha misericordia, solidaridad, fraternidad y caridad creativa. Consideremos y comentemos estas palabras que el Papa Francisco que nos dice en su exhortación sobre el anuncio del Evangelio: “La intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, y la comunión ‘esencialmente se configura como comunión misionera’. Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie. Así se lo anuncia el ángel a los pastores de Belén: ‘No temáis, porque os traigo una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo’ (Lc 2,10). El Apocalipsis se refiere a ‘una Buena Noticia, la eterna, la que él debía anunciar a los habitantes de la tierra, a toda nación, familia, lengua y pueblo’ (Ap 14,6)” (Evangelii Gaudium, 23).

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