«Las obras del Señor son admirables».
Julio
- Is 66, 10–14
- Sal 65
- Gál 6, 14–18
- Lc 10, 1–12. 17–20
§ Jesús les dice a sus discípulos: «La mies es mucha, más los obreros son pocos, rogad al Señor de la mies que envíe obreros». Desde los primeros discípulos Jesús ha ido llamando a cada uno por su nombre, como un llamado profundo y singular a seguir su voz. Sin embargo, Jesús invita a ir de dos en dos a predicar la Buena Nueva del Señor, no en soledad.
§ Jesús da la potestad para pisar a las serpientes y escorpiones, da la habilidad para ahuyentar al enemigo. Nos conmina a regocijarnos que «nuestros nombres están escritos en el cielo». La comunidad cristiana está llamada a gozarse del encuentro y la vida buena que Dios nos ha regalado, y al mismo tiempo está llamada a ser voz profética en aquellos sitios en donde la paz está bloqueada y no puede florecer.
§ El profeta Isaías nos recuerda ese mensaje que Dios le ha susurrado: «Y se alegrará vuestro corazón… y la mano de Jehová para con sus siervos será conocida, y su indignación contra sus enemigos». Cuidar de nuestro hogar con alegría y, al mismo tiempo, estar alerta para ubicar dónde brota la indignación que los estragos del maligno resquebrajan.
Para que la «paz sea en esta casa», una paz duradera y sensata, se requiere de un trabajo constante y vigoroso para encontrar los signos de la presencia de Dios.
