
Habíamos formado un círculo, debajo de los árboles en los cuales, entre sus copas y ramas paseaban varios monos saraguatos. Estábamos debajo del cielo de una mañana cubierta por la neblina de la selva. Guacamayas viajando y anunciando la mañana, había lluvia.

Esta reflexión muy sintética surge de la costumbre de acompañar a las comunidades indígenas ñuhú, náhuatl y masapijní de la sierra de Huayacocotla, lo que hemos visto y oído en ellas, en contraste con la sociedad dominante.

Con motivo de los 450 años de la llegada de la Compañía de Jesús a la Nueva España, haremos un recuento de sus principales misiones en el Noroeste durante el periodo virreinal, y mencionaremos por qué en el último cuarto del siglo XVIII fueron atendidas por otras órdenes religiosas.

Los jesuitas fueron protagonistas centrales del segundo de nuestros procesos de mestizaje (de 1572 a 1767 y sus prolongaciones, que comenzaron con el exilio). Supieron entonces tejer, con creatividad y empeño, lazos vigorosos entre poblaciones separadas por la catástrofe civilizatoria que engulló a las sociedades prehispánicas.

La noche era más fría que otros años, la tarde empezaba a ceder y la llovizna junto con la neblina descendían de las montañas desde temprano. El pueblo de Bachajón estaba alistándose para celebrar “la nacida” del niño Jesús.

La encarnación siempre nos recuerda la gratuidad infinita de Dios que se hace como nosotros entre nosotros, nos convoca y nos une para presenciar su venida.

Con los olores de los tamales y el ponche, símbolo de los alimentos y frutos de la tierra; entre el aroma de las hojas de pino y musgo de los árboles, símbolo de la naturaleza y del entorno en que nos encontramos, y el perfume del incienso, símbolo de la representación de los que han partido hacia la otra vida, abuelas–abuelos, los ancestros… acontece el recuerdo de la celebración de la natividad de Nuestro Señor Jesucristo, en el contexto del pueblo maya–tz’utujil de San Pedro La Laguna.

Como preparación para el Sínodo de los obispos en el 2023, el Papa Francisco nos ha invitado a todos los bautizados a participar para hacer “germinar sueños” ante las experiencias vividas, las necesidades y las urgencias que tenemos como sociedad.

En este número dedicado a reflexionar sobre los 530 años de la evangelización cristiana en América no podemos dejar fuera las voces de quienes en aquellos años fueron muchas veces soslayados o, incluso, silenciados en ese primer proyecto. Sus culturas, su fe, su forma de comunicación con el Creador se vieron con sospecha y desdén.

Para entender la evangelización hoy, no podemos hacerlo sin voltear a ver la pedagogía del acontecimiento guadalupano, que nos revela un camino de evangelización perfectamente inculturado e integral, porque nos muestra los elementos que reflejan la amorosa pedagogía de Dios.