¿Continúa la primavera para el diálogo interreligioso con León XIV?

Entre la primavera del Concilio Vaticano II y el pontificado del papa Francisco, hubo para el diálogo interreligioso, según nos dice el teólogo español Victorino Pérez Prieto, un gélido invierno en la iglesia. 

Si bien el Concilio se mostró valiente e innovador en su apertura a las religiones no cristianas, las décadas siguientes, particularmente con Juan Pablo II y Benedicto XVI, impero más bien la timidez, el estancamiento y en muchos casos incluso el retroceso, tomando al propio Concilio como criterio de comparación. 

Francisco, en cambio, impulsó fuertemente el diálogo interreligioso con gestos y pronunciamientos. Un ejemplo concreto lo encontramos en su proyecto El Video del Papa de la Red Mundial de Oración del Papa, cuyo primer video lanzado en enero del 2016 trató justamente del diálogo interreligioso. Otro ejemplo lo encontramos en el Documento sobre la Fraternidad Humana por la paz mundial y la convivencia común del 2019 firmado por el papa Francisco Gran Imán de Al-Azhar Ahmad Al-Tayyeb durante el viaje del primero a los Emiratos Árabes Unidos en el 2019. Además, y haciendo un rápido recuento histórico, Francisco instituyó el Dicasterio para el Diálogo Interreligioso mediante la constitución apostólica Praedicate evangelium del 2022. Este dicasterio es el heredero del previo Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso que Juan Pablo II instituyó con la Pastor Bonus en 1988, misma que provenía del Secretariado de los no Cristianos fundado por Pablo VI en 1964, un año antes de la Nostra aetate del Vaticano II. Aunque apenas con 3 años en operaciones, este Dicasterio cuenta con la experiencia de sus antecesores y deja ver que, a diferencia de otras áreas en las que Francisco aportó simbólica más no organizativamente en la iglesia, se cuenta con una plataforma para impulsar el trabajo propio del diálogo entre las distintas tradiciones religiosas y espirituales con la iglesia católica.

Con la partida de Francisco y la llegada de León XIV al obispado de Roma, surge la pregunta si este nuevo papa continuará dándole la misma importancia que su antecesor le dio al diálogo interreligioso. En otras palabras, ¿continuará la “primavera” o se atisban en cambio nuevos vientos otoñales? Es demasiado temprano para pronunciarse, pero si de gestos se trata, podemos decir que León XIV comenzó con el pie derecho. 

A pocos días de ser nombrado sucesor de Pedro, el pasado 19 de mayo el papa dictó un discurso a las delegaciones ecuménicas e interreligiosas convenidas para el inicio del ministerio petrino. En este discurso pronunció explícitamente su deseo de continuar con la labor de su predecesor en materia de ecumenismo y diálogo interreligioso. Recordó que la frase de san Agustín con la que enmarca su pontificado, In Illo uno unum, refiere a la unidad en Cristo por la que quiere trabajar ecuménicamente junto con otras iglesias. Menos se detiene a nombrar a las religiones no cristianas, mencionando únicamente al judaísmo y al islam, lo cual ha sido costumbre desde el Vaticano II y que se entiende por lo mucho que se comparte entre estas tradiciones, pero que bien se haría en no dejar en segundo plano el diálogo con los pueblos originarios y con las tradiciones orientales. En general, el mensaje del nuevo papa a los representantes de las distintas tradiciones se resume en las siguientes palabras: 

En un mundo herido por la violencia y los conflictos, cada una de las comunidades aquí representadas aporta su sabiduría, su compasión y su compromiso con el bien de la humanidad y el cuidado de la casa común. Estoy convencido de que, si estamos unidos y libres de condicionamientos ideológicos y políticos, podremos ser eficaces al decir «no» a la guerra y «sí» a la paz, «no» a la carrera armamentista y «sí» al desarme, «no» a una economía que empobrece a los pueblos y a la tierra y «sí» al desarrollo integral.

Su llamado es a la paz, la colaboración y el intercambio en favor de la humanidad entera. Llama la atención la frase que aparece inmediatamente después: “El testimonio de nuestra fraternidad, que espero podamos manifestar con gestos concretos, sin duda contribuirá a construir un mundo más pacífico”. Le interesa, interpreto, un diálogo interreligioso que no se quede en la mera ceremonia, sino que llegue a echar raíces y a traducirse en concretos palpables y reales. Esto, sin duda, es uno de los grandes retos del diálogo interreligioso en general, pero en particular de aquel sostenido desde las cúpulas de las religiones. 

Con este discurso, repito, parece pronunciarse en continuidad a la primavera de Francisco. No hay que olvidar que, así como le sucedió a Francisco, seguramente León encontrará resistencias, tanto dentro como fuera de la iglesia. Todavía hace falta mucho camino por andar en el diálogo interreligioso y el ecumenismo. En ocasiones pareciera que se reduce a mera diplomacia, cuando desde la base social se requiere un diálogo más bien centrado en la vivencia, en la mistagogía del encuentro y de la mutua fecundación entre las tradiciones. 

Esperemos pues que el diálogo interreligioso no pierda protagonismo en esta nueva etapa de la vida de la iglesia.

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