Caminar junto a la juventud es esperanzador

Hace un par de años tuve la oportunidad de acompañar a un grupo de jóvenes en la experiencia del mochilazo jesuita, una actividad que promovemos en el equipo de Vocaciones Jesuitas México y que se trata de caminar entre ocho y diez días por varias comunidades de alguna de nuestras misiones indígenas. En esa ocasión, estuvimos visitando varias comunidades pertenecientes a la misión de Bachajón en los altos de Chiapas. Al inicio de la experiencia, unos jóvenes tzeltales pasaron por nosotros para llevarnos al poblado en donde pasaríamos la primera noche.

Recuerdo que durante el camino tuvimos una dinámica donde debíamos platicar en parejas sobre nuestras vidas y las inquietudes que nos habían llevado a estar ahí. Platiqué con un joven a quien ya había conocido años atrás porque formó parte del voluntariado jesuita. En ese momento, al ir escuchando sus palabras me di cuenta que íbamos caminando lado a lado y nuestros pasos llevaban el mismo rumbo y el ritmo de nuestro caminar era el mismo, seguíamos de cerca a los jóvenes que nos guiaban y me vino a la mente la idea de reconocer que acompañar es ponerse al lado de las personas, es caminar juntos hacia un mismo rumbo y dejarnos guiar confiadamente por quién conoce el camino y el lugar al que llegaremos. Pude hacer una analogía y ver en los jóvenes que nos guiaban, a Jesús con sus deseos de guiarnos hacia el fin que Él nos marca. En ese momento, entendí que mi papel como acompañante de esa experiencia era caminar junto a los jóvenes, ponerme a su lado, no al frente ni tampoco atrás de ellos, simplemente ir juntos y escuchar con atención los deseos de Dios en mí y ayudar a que ellos descubrieran los anhelos de Dios para sus vidas.

Esta imagen del compañero, de aquel que se pone al lado para ir hacia los pasos de Jesús, le ha dado mucho sentido a mi vocación. Específicamente a mi vocación al modo de San Ignacio en el carisma de los jesuitas, porque somos compañeros, nos dejamos acompañar y acompañamos al Maestro. Insisto en que acompañar es ir juntos, con la finalidad de buscar dar sentido a nuestras vidas con profundidad espiritual, tanto para el acompañante como para el que se deja acompañar. Los jesuitas queremos “acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador” (Cf. PAU, 2019), esa es una de nuestras prioridades de trabajo en todo el mundo. Hacer eso da esperanza a nuestro mundo, y obviamente a quienes hemos podido acompañar algún proceso.

A lo largo de mi vida, más específicamente desde la adolescencia, he colaborado en grupos juveniles, con misiones de colegio, campamentos, retiros, etcétera. He participado en el acompañamiento vocacional y en la formación juvenil en varios momentos de mi vida, de hecho, creo que Dios me ha regalado una misión específica al acompañamiento de jóvenes y de lo cual estoy muy agradecido. En los últimos cuatro años y medio he colaborado en el equipo de Vocaciones Jesuitas que comprende tres líneas de trabajo; promoción y acompañamiento vocacional para jóvenes que quieren formar parte de nuestra Orden, la red MAGIS de formación y acompañamiento juvenil y el Voluntariado Jesuita México. Estas dos últimas pretenden ayudar a que las y los jóvenes descubran su propia vocación cristiana y sirvan a la sociedad con valores cristianos y humanos.

Dentro de este tiempo de trabajo con jóvenes, he podido reconocer algunos puntos que pueden ayudar a acompañar sus deseos y búsquedas, y los cuales me gustaría compartir:

  1. Las personas jóvenes tienen su propio modo de creer, reconocen, sobre todo, que la humanidad de Jesús histórico les ayuda a sentir a un Dios cercano y accesible, que entiende sus deseos, búsquedas, problemáticas, anhelos, sueños, etcétera. Es en esa relación cercana donde el Espíritu se hace presente y les permite discernir el rumbo de sus vidas.
  2. Cuando una persona joven tiene un momento de conversión en alguna experiencia espiritual, o un momento límite, comienza una búsqueda espiritual muy sería que debe de ser acompañada con respeto, porque es el punto de partida donde encontrará su lugar de oración y el espacio para confrontar con Dios todo lo que está moviéndose en su interior.
  3. Si se decide a iniciar un acompañamiento espiritual, este conlleva un compromiso por parte del joven y del acompañante, debe tenerse un proyecto que ayude a marcar los avances y los impedimentos que no permiten seguir profundizando en su caminar. La responsabilidad del acompañamiento es compartida entre quien brinda su apoyo y el joven, porque uno tiene la responsabilidad de acompañar y ayudar a profundizar en la relación con Dios y el otro tiene la responsabilidad de dar detalles de su trabajo espiritual, de su vida interior delante de Dios, de su alegrías y tristezas entorno a su vida de fe.
  4. Ayuda mucho ser claros, para que en el acompañamiento siempre este en el centro la búsqueda de los deseos de Dios para el joven. Acompañar ha de invitar a entrar en el ámbito existencial y trascendental del ser humano. Pretende responder a la pregunta; “¿quién es Dios para mí y quién soy yo para Él?” Entrar en este ámbito da un rumbo, donde poco a poco el joven va descubriendo su propia misión, un propósito de vida que le permite verse como alguien que participa en la creación de un mundo lleno de esperanza.
  5. Otro punto importante es considerar que el acompañamiento no busca respuestas concretas, no pretende dar recetas ni consejos para ser mejores personas. El trabajo de quien acompaña es ayudar a abrir la puerta, permitir que el joven suavemente reconozca la mirada de Dios y dejarle a solas con el Maestro.
  6. Es indispensable dar herramientas para su crecimiento espiritual. Los jóvenes agradecen la ayuda en el discernimiento de espíritus para tomar decisiones en sus vidas, porque ellos mismos reconocen que su realidad ofrece demasiadas posibilidades, hay infinidad de información en su entorno y no todo es provechoso. Poder discriminar y buscar la voluntad de Dios es una gracia muy valorada en las nuevas generaciones.
  7. La fuerza del acompañamiento se da entre los propios jóvenes. Si un joven descubre algo valioso en su vida, lo va a compartir con otros a quienes considera sus pares. Las personas jóvenes con profundidad espiritual se convierten en un verdadero fermento. Es necesario confiar en ellos, darles los espacios para que dirijan, compartan, organicen y enriquezcan con la experiencia que van teniendo. Estas personas, al estar delante de Jesús, se han convertido en discípulos y reciben misión, por lo que también son apóstoles y quieren colaborar con ánimo y libertad. Además, los jóvenes siempre serán los mejores aliados para la planeación, desarrollo y evaluación de cualquier actividad formativa para ellos.
  8.  Al estar delante de un grupo o de algún joven, hay que estar atentos a las señales de Dios en ese momento, descubrir con la propia fe que hay un trabajo del Espíritu en ellos y el cual no depende de nuestros esfuerzos. Esto ayudará para colaborar con esperanza y ánimo, además disminuirá alguna posible frustración.
  9. Por último, es importante la transparencia en todo momento, la claridad en el acompañamiento y los objetivos que van entorno a los deseos de Dios. La gente joven es sensible a cualquier ambigüedad y muy ágil para reconocer cuando no se están respetando sus ideas, sentimientos y acciones. Ser transparentes, tanto los jóvenes, así como los acompañantes, posibilitará un ambiente y una relación de confianza, sin esto, es casi imposible crecer en el camino interior hacia los deseos profundos de Dios.

Acompañar a las nuevas generaciones puede parecer complicado, pero yo lo veo como un reto que vale la pena tomar, porque en este servicio se está sembrando o cimentando el futuro de la vida espiritual, de nuestra Iglesia y también de la sociedad. De manera personal, puedo decir que trabajar con gente joven es una constante invitación a recordar mi propia juventud y a las personas que me acompañaron y me enseñaron con sencillez el rostro amoroso de Jesús. Estar al lado de la juventud conlleva algunos momentos de frustración, pero también de mucha alegría porque en ellos habita la espontaneidad creativa, los sueños del futuro, la energía constante y muchas otras virtudes propias de esa etapa de la vida. Gracias a este regalo de estar cerca de las y los jóvenes, sus deseos y búsquedas, he podido valorar con más consciencia la importancia de acompañar y aprender de ellos, siempre caminando a su lado rumbo a los anhelos de Dios.

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