Luis García Orso, S.J.
Ani es una joven de 23 años, de Brooklyn, de abuela inmigrante rusa, que trabaja de servidora sexual en un club neoyorquino de entretenimiento para hombres. Cuando un cliente joven ruso llega y pide a una chica que entienda esa lengua para un encuentro privado la suerte le llega a Ani/Anora. El joven Iván, de 21 años, tiene todo el dinero posible de su familia rusa millonaria y le ofrece 15 mil dólares para que pase una semana con él, de tiempo completo. Lo que sigue: fiestas, sexo, drogas, dinero, alegría desmedida, enorme química entre ambos, una felicidad que parece no tener límites —incluidos fuegos artificiales—, y luego un anillo de diamantes y la propuesta de Iván de casarse en Las Vegas. Así, a Anora le llega su príncipe azul y a Iván/Vanya su tarjeta de ciudadano estadounidense por ley y el gusto de no regresar a Rusia.
Pero no todos están de acuerdo con este cuento de princesas, empezando con los padres de Iván, que gritan: ¡Una prostituta se casó con Iván para engañarlo a él y a su familia y quedarse con su dinero! Así que el papá millonario envía a Nueva York a tres empleados de confianza, unos matones buenas gentes, para rescatar al chico y anular el matrimonio. El joven Vanya se escapa solo y nadie sabe de él —¡aunque siga de juerga!—. A partir de aquí, la película toma un ritmo frenético de acción, persecución, comedia, caos, y la lucha de Ani por defender su lugar de mujer y de supuesta esposa amada —que los espectadores ya no nos creemos—. Lo que sí nos creemos y gozamos es la batalla de Ani, alocada, fuerte, explosiva, inteligente —gran actuación de Mikey Madison— contra tres pistoleros del millonario ruso convertidos en niñeras de un niño rico caprichoso. Ya no hay que contar más de la película, sino dejarnos llevar por su ritmo exagerado y rebelde, y disfrutarlo.
Lo que parecía una versión moderna y juvenil de Pretty Woman (1990) tiene más de La fiera de mi niña (Howard Hawks, 1938) en cuanto estilo cinematográfico de screwball comedy: comedia de disparates y ritmo alocado, de enfrentamiento extravagante entre mujer y hombre, pero ahora en este mundo hipercapitalista en el que todo es mercancía: la persona, el trabajo, la felicidad, los sentimientos.
Sean Baker (New Jersey, 1971) brilla como hombre orquesta de esta película, en el guion, la dirección, la edición, la producción, que le han valido cuatro premios Oscar para él y uno para la joven actriz Mikey. Baker nunca ha ocultado su interés por mostrar el lado más humano de las trabajadoras sexuales y otros marginados, valorar su dignidad humana y cuestionar los criterios de una moral desde el poder. Así lo muestra en sus trabajos anteriores: Tangerine (2015), The Florida Project (2017) y Red Rocket (2021), todos con sexoservidoras como protagonistas. Estas películas pueden verse en la plataforma de Prime Video.
No existen príncipes azules que rescaten cenicientas, ni chicas ilusionadas a las que una hada les conceda todo, en este mundo desigual donde el poder del dinero hace y deshace a su antojo y usa a las personas para su beneficio. Ani es parte de este mundo: una chica sin amor, sin lugar, sin familia; pero también Igor, el joven guardián ruso, un sirviente, solo, callado, anónimo. Los dos son simplemente empleados de señores ricos y los dos seres desechables; los dos luchan por sobrevivir, cada uno a su modo, los dos esperan algo mejor en sus vidas. Al final, el amor no se puede comprar ni un héroe viene a salvar, pero quizás un corazón bueno sí lo pueda, incluso en la tarde más fría y triste. El final de Anora es uno de los más emotivos y abiertos que podamos experimentar, y deja en silencio todo y a todos, empezando por Ani.
Un comentario
Excelente reseña