Acaba de morir el pasado martes 4 de junio un importante teólogo que hizo aportes muy valiosos en la época del concilio ecuménico Vaticano II realizado de 1962 a 1965. Nacido en Hamburgo, Alemania, en 1926, tuvo que servir en el ejército nazi en la así llamada por los europeos «Segunda Guerra mundial». Con la derrota de Hitler, Moltmann tuvo que vivir varios años como prisionero de los aliados.
En la prisión un capellán le regaló una copia del Nuevo Testamento y de los Salmos. Y Moltmann se unió a un grupo de cristianos, sintiéndose cada vez más identificado con la fe cristiana. Él mismo proclamará años más tarde: «Yo no encontré a Cristo, fue Él el que me encontró a mí».
Al regresar a su patria tuvo interés en hacer estudios teológicos y luego se dedicó de lleno a ellos. En el inicio de ese caminar encontró el libro El Principio Esperanza (Prinzip Hoffnung) del filósofo alemán Ernst Bloch, el cual —según palabras de Moltmann—, lo «liberó de una especie de sonambulismo en el que estaba sumido entre un Dios sin futuro y un futuro sin Dios».
Con esa inspiración escribió en 1964 su primer gran aporte y uno de los de mayor influjo: La Teología de la Esperanza. Jürgen Moltmann pertenece a las iglesias reformadas, me parece que luterano; pero en esa época del Vaticano II en la que se fue desarrollando una fructuosa apertura ecuménica entre las iglesias tuvo un gran influjo también entre teólogos católicos europeos y de América Latina.
Dedicado de lleno a la docencia y a la investigación teológica escribió varias obras importantes, entre las que considero destacar:
El dios crucificado (1972).
La Iglesia, fuerza del Espíritu (1975).
Trinidad y reino de Dios (1980).
¿Qué es la teología hoy? (1988).
Sus libros escritos en alemán fueron traducidos a varios idiomas y la fecha que indico es la de la publicación española.
En los enfoques y contenidos hay una gran cercanía entre la teología de Moltmann y la teología de la liberación desarrollada por varios teólogos en nuestro continente a partir de la CELAM de Medellín de 1968, realizada para encarnar en nuestra realidad la profunda renovación aportada por el Vaticano II.
En la Europa de esos años se había logrado una gran recuperación económico–social y enfrentaban un acentuado proceso de secularización. En contraste, en América Latina encontrábamos tremendas injusticas sociales, miseria generalizada y diversos tipos de dictadura. Y en el lado religioso todavía una pertenencia mayoritaria a las iglesias, y en la católica manifestaciones masivas de piedad popular.
En ese caldo de cultivo, entre otros aportes teológicos, el de Moltmann llevó a acentuar la dimensión liberadora de la fe cristiana inspirada en el Jesús histórico que se proclamaba «ungido por el Espíritu para llevar buenas noticias a los pobres, liberación a los oprimidos… y realizar el año de gracia del Señor».
Todo ello sostenido con una esperanza ardua, paciente y duradera en medio de dificultades enormes tanto por la fuerza de los poderes económicos y de las dictaduras militares, y también por la debilidades intrínsecas de los movimientos populares.
En ese contexto el Dios Crucificado era no sólo Jesús de Nazaret martirizado por los sumos sacerdotes judíos, sino también enormes sectores del pueblo latinoamericano y los líderes que surgían en él en busca de liberación, muchas veces con inspiración en ese Jesús.
Un dato complementario no carente de interés: Moltmann se casó con la teóloga feminista Elisabeth Wendel en 1952, con quien tuvo cuatro hijas.
En lo que acabo de apuntar encuentro notables coincidencias con la bula del papa Francisco para convocar a la realización del jubileo 2025. Por una parte, la centralidad de la insistencia en la esperanza indicada, como de costumbre, por el título mismo de la bula «Spes non confundit» (la esperanza no defrauda), y desarrollada después con cierta amplitud. Y por otra, el señalamiento de una decena de sectores sociales que actualmente requieren de una manera especial ese alimento de la esperanza. No los llama «crucificados», pero la coincidencia es patente. Y, finalmente, el notable empeño del papa por superar las distintas facetas del clericalismo y reconocer de palabra y en los hechos la dignidad de las mujeres y su valioso aporte a la vida de la sociedad en general y de la Iglesia en particular.
Por último, Jürgen Moltmann, con su profundo legado teológico, continúa ofreciendo valiosas lecciones para nuestra época marcada por la sinodalidad de la Iglesia, que nos invitan a la renovación de los caminos de esperanza. Sus enseñanzas resuenan hoy más que nunca.
4 respuestas
Felicitaciones, Sebas, por darnos este escrito sobre Moltmann, y ayudarnos a no perder su aporte.
Estupendo comentario de Moltmann. Muchas gracias
Muchas gracias Padre Sebas, por traernos este texto y recordarnos que «la esperanza no defrauda».
Gracias, Sebita. Sos lo máximo. Parabens.