Aprender a ser amigo desde la locura 

Hace unos días, platicando con mi mejor amiga, pasaba por mi mente una pregunta concreta: ¿De qué manera me ha cambiado la vida el Bachillerato Pedro Arrupe? Mientras ella me compartía su pensamiento: «La gente te quiere porque eres amigo». Sin embargo, desde lo que soy y tengo, brota una pregunta en mi interior: ¿Acaso sé ser amigo? 

Entonces, viene a mi mente cada día que asisto al Arrupe, y una de las cosas que me sigue impresionando y cuestionando es: «¿Qué es lo que me hace estar tan feliz aquí?» Digo esto porque al repasar lo que vi, escuché y platiqué en la escuela, identifico una alegría que inunda mi mente y mi corazón, traducida a una sonrisa para el resto de mi semana. Y no puedo negarlo, la respuesta llega rápidamente: son estos locos y locas con los que comparto la vida, son los y las jóvenes. 

Posiblemente suene agresivo llamar locos y locas a las jóvenes, pero no es con una connotación negativa. Les llamo así porque hay una locura que inunda todo su ser y es imposible no verla. En las clases cuando te dicen un chiste, o cuando escucho de qué manera cuestionan la realidad en la que vivimos, en mi cabeza sólo digo: «¿Qué está pensando al decir esto? ¿Está loco?» Pero, ciertamente, vivo esa locura como una confirmación diaria que me ha sido regalada. 

Me confirma su manera tan loca de darse a los demás. Los arrupeños y arrupeñas, como les solemos decir, tienen algo característico que es darse sin medida. Hay momentos en los que estamos en junta de trabajo y de repente llega alguna de ellas y dice: «Chiquis ¿podemos hablar un rato?» Su presencia desconfigura cualquier estructura y pasan a segundo plano aquello que había puesto como importante del trabajo; son palabras que muestran el corazón de alguien que quiere darse, desde sus miedos, deseos, tristezas o alegrías. Es una locura que significa darse completamente porque confían en ti, porque saben que pueden poner en tus manos todo y que esperan solamente ser escuchados y acompañados. ¡Qué locura es darse a otros y otras y dejar lo que uno hace por estar, acompañar! 

En medio de esa entrega que identifico, descubro que esa locura de darse no es individual, sino comunitaria, van por la vida dándose. Una de las cosas que más me llenan cuando estoy caminando por los pasillos saludándoles es que llegue un séquito de jóvenes a gritarme: «¡Chiquis! ¿Cómo estás? Hoy te ves más cansado». Y paso seguido llega un abrazo, una broma sobre mi calvicie o algún gesto que aligera la vida. 

Si algo sé que saben hacer muy bien en el Arrupe es cuidar de los otros y otras, es saber abrazar al que lo necesita y hacer todo como una sola familia. ¿No es una locura que, en medio de un mundo donde la juventud pasa por momentos de desesperanza, tragedias y violencia, ellos se hagan familia, comunidad? ¡Qué locura dejar a un lado el propio interés y querer y salir al encuentro de otros! 

Es evidente la locura que existe y lo real de ella, pero: ¿de dónde nace esa locura? ¿Sólo es por su juventud? Creo que es parte, pero va más allá. La verdadera fuente de donde brota esa locura es el deseo ardiente de amar. Cuando platico con ellos y ellas en clase, cuando platicamos en lo individual o en algunas de sus experiencias como retiros o peregrinaciones, detecto corazones abiertos y deseosos por encontrar la mejor manera de amar. Búsqueda constante de modos y lugares donde puedan depositar amor con lo que son y tienen, porque claramente todas y todos pueden mucho. Hay un amor que arde en cada uno de estos jóvenes que mueve montañas. ¡Qué locura que amar sea lo que hace todo diferente y que ese amor ponga color a aquello que parece oscuro! 

A todo esto, ¿qué tiene que ver la locura arrupeña con mi pregunta por mi ser amigo? Al inicio de este texto hubiera afirmado que no sé ser amigo, sin embargo, hoy sé que tiene todo que ver con ellas y ellos. Los arrupeños me han ensañado todo lo que implica ser amigo y lo verdaderamente esencial en la vida. Acompañarles ha sido una desestructuración y aceptación de lo que los años y la rutina nos hacen olvidar, escucharles ha sido volver abrir el corazón a aquello que empuja a dar más, abrazarles ha sido sentir amor en momentos de desesperanza y soledad. 

Esos locos y locas me han confirmado que la invitación que me hace Jesús es aprender a ser amigo, a acompañar y amar, como Él lo hace conmigo a través de los jóvenes. Ser jesuita hoy ha implicado dejarme enseñar por la juventud y darme cuenta de que, desde la educación, podemos hacer una revolución del amor y de la locura. Así que, aunque creo que no sé ser amigo, hoy estos locos y locas, mis locos y locas, me confirman que me invitan cada lunes y viernes a ser amigo como Jesús lo hace conmigo a través de ellos. 

 

3 respuestas

  1. Me encanta ver como los chicos y las chicas del Arrupe han progresado. Tuve oportunidad de colaborar en el colegio durante varios años, visitando las casa de los candidatos. Un abrazo y felicidades para el
    bachillerato, maestros y directivos!

  2. Creo fielmente que el inmenso amor que tengo por el Arrupe no sería posible sin personas como tú chiquis, es muy lindo leer palabras que te llegan tanto al corazón y saber que formas parte de ellas, se te quiere mucho chiquis <3

  3. Sin duda uno de los mayores tesoros del corazón de los jóvenes es esa intensa forma de amar y de entregarse y en ello se les regala la capacidad de ser amigo y de saberse amados. Que locura tan bella

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