La lucha contra los abusos en la Iglesia representa, hasta este momento, un progresivo esfuerzo de casi cuarenta años. Un camino a largo plazo que exige un conocimiento cada vez más profundo de esta dolorosa realidad. El liderazgo de los sucesores de Pedro se ha definido por la exigencia de establecer una necesaria gestión institucional al tratamiento de toda esta problemática realidad, y aún no explorada en su totalidad. Al menos en estas dos últimas décadas la elección y renuncia de los pontífices ha sido comprendida por esta emergente crisis. No se puede entender la elección y el liderazgo de los actuales papas sin la consideración de esta crisis que debe ser una de las principales prioridades de su agenda. Así también, no se pueden comprender las decisivas acciones realizadas por Francisco, si no se conoce el camino iniciado por sus predecesores.
Los primeros pasos
Treinta años atrás, el 14 de agosto de 1993, Juan Pablo II abrió al público el tema sobre el abuso sexual de menores por parte de los sacerdotes, en Denver, Colorado, durante la Jornada Mundial de la Juventud. En su discurso retomó la carta, apenas enviada a los obispos americanos, el 11 de junio. En aquella asamblea con los jóvenes, manifestó:
Ya he escrito a los obispos estadounidenses acerca del dolor y el escándalo causados por los pecados de algunos ministros del altar. Les he dicho que comparto su preocupación, especialmente por las víctimas de esas malas acciones. Situaciones tristes como ésas nos renuevan la invitación a mirar el misterio de la Iglesia con ojos de fe. Es necesario poner todos los medios humanos posibles para afrontar este mal, pero no podemos olvidar que el medio principal y más importante es la oración: la oración ardiente, humilde y confiada.
Los inicios del nuevo milenio han conocido los esfuerzos más evidentes de la Iglesia por la protección de la infancia y por la gestión de los delitos sexuales. Con la promulgación de las normas del Motu Proprio Sacramentorum Sanctitatis tutela (2001), se reconoce a la Congregación para la Doctrina de la Fe como tribunal competente para la imposición de sanciones sobre éste y otros tipos de delitos contra la fe y la moral.
La inspiración del principio de la tolerancia cero que retoma Juan Pablo II para evidenciar su posición frente a estos delitos se expresa en una alocución a los cardenales de Estados Unidos (abril, 2012) en la que sostiene: «La gente debe saber que en el sacerdocio y en la vida religiosa no hay lugar para quienes dañan a los jóvenes». En ese mismo mensaje alude a la necesidad de tratar el problema con claridad y determinación.
Evidentemente, para Juan Pablo II la renovación de la Iglesia estaba relacionada con la propuesta conciliar del sacerdocio. Su propuesta fundamentalmente es la de una reforma espiritual, en la que haya una conversión cristiana, esto es, una decisión radical de alejarse del pecado y de volver a Dios. Sin embargo, una laguna significativa de su pontificado fue la ausencia de un particular mensaje y acercamiento hacia las víctimas.
Es indudable que detrás de todos estos cambios aprobados por Juan Pablo II se encontraba uno de sus hombres de confianza, el cardenal Joseph Ratzinger, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Los pasos decisivos
Con la muerte de Juan Pablo II los cardenales pusieron los ojos en Ratzinger como posible sucesor de uno de los pontificados más grandes de la historia de la Iglesia. Benedicto XVI, a diferencia de su predecesor, tenía un conocimiento previo y de primera mano sobre el tema. Como cardenal y prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe se implicó de manera directa en los casos de abusos sexuales en diversas partes del mundo.
El papado de Ratzinger adquirió una fuerte relevancia por su capacidad para enfrentar los abusos sexuales de menores por parte de los sacerdotes. Francisco, en la conferencia de prensa durante su viaje a México, el 17 de febrero de 2016, se expresó así de Benedicto XVI:
Me permito rendir un homenaje al hombre que luchó en momentos que no tenía fuerza para imponerse hasta que logró imponerse: Ratzinger. El Cardenal Ratzinger […] es un hombre que tuvo toda la documentación. Siendo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe tuvo todo en sus manos. Hizo las investigaciones y llegó, y llegó, y llegó… y no pudo ir más allá en la ejecución. Pero, si ustedes se acuerdan, diez días antes de morir san Juan Pablo II, aquel Via Crucis del Viernes Santo, le dijo a toda la Iglesia que había que limpiar las porquerías de la Iglesia.
El papa alemán reconoció el pésimo modo de tratar y enfrentar la crisis, lo hizo público en su viaje a Portugal en 2010 cuando señaló que «el perdón no sustituye la justicia». Con lo cual era consciente de que, así como la Iglesia tiene necesidad de justicia, tiene que volver a aprender también la penitencia, aceptar la purificación, aprender a pedir perdón; todo esto, en un tiempo de conversión.
Además, es importante destacar su acercamiento con las víctimas, no sólo en sus discursos, sino también a base de encuentros. Por ejemplo, el 17 de abril de 2008 se reunió con un pequeño grupo de víctimas en la capilla de la Nunciatura de los Estados Unidos de América; en Australia repitió el mismo gesto, el 21 de julio de 2008, así como también el 18 de abril de 2010, en Malta. Es la primera vez que un papa realizaba este gesto y señalaba que la atención de las víctimas era prioritaria para la Iglesia. Además, a lo largo de su pontificado, fue conocida su cordial atención pastoral hacia las personas que sufrieron el abuso sexual al interno de la institución.
De manera contundente para Benedicto XVI, los sacerdotes infractores deberán ser excluidos del ejercicio ministerial, ya que su comportamiento es absolutamente incompatible, y quien es realmente culpable de pederastia no puede ser sacerdote. En su carta pastoral a los católicos de Irlanda (2010) manifestó:
Han traicionado la confianza depositada en ustedes por jóvenes inocentes y por sus padres. Deben responder de ello ante Dios todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos […]. Además del inmenso daño causado a las víctimas, se ha hecho un daño enorme a la Iglesia y a la percepción pública del sacerdocio y de la vida religiosa. Les exhorto a examinar su conciencia, a asumir la responsabilidad de los pecados que han cometido y a expresar con humildad su pesar. El arrepentimiento sincero abre la puerta al perdón de Dios y a la gracia de la verdadera enmienda […]. Al mismo tiempo, la justicia de Dios nos pide dar cuenta de nuestras acciones sin ocultar nada. Admitan abiertamente su culpa, sométanse a las exigencias de la justicia, pero no se desesperen de la misericordia de Dios.
«Una novedosa línea en el pontificado de Bergoglio ha sido la necesidad de protección a las víctimas por encima del escándalo de la Iglesia».
En 2010, durante su viaje a Reino Unido, Benedicto XVI reconoció que la Iglesia no ha sido ni vigilante, ni veloz, ni decidida en la adopción de las medidas necesarias. Desde una óptica más amplia e integral, las propuestas de su pontificado giraron en una triple órbita: prevenir, sanar y reconciliar, todas ellas unificadas bajo un solo valor: la verdad.
Para el papa, una seria propuesta de renovación se da cuando se establece la verdad de los hechos del pasado con la finalidad de evitar su repetición y con ello garantizar que se respeten los principios de justicia.
Ratzinger estableció tres niveles de acción. El primero, la justicia, a propósito de la cual sostiene que, por un lado, los pederastas no pueden ser sacerdotes y se les debe aplicar la pena justa, y, por otro, el que las víctimas deben recibir todos los tipos de ayuda posible. Un segundo nivel de acción es el pastoral, es decir, atender de manera eficaz a las víctimas pues éstas necesitan curación y reconciliación. Por ello, se debe buscar la forma mejor de ayudarles a superar el trauma provocado por el abuso. Un tercer nivel de acción tiene que ver con el discernimiento, pues es necesario también ser cauteloso para la elección de los candidatos al sacerdocio para, en lo humanamente posible, evitar futuros casos de abuso.
En 2011, durante el sexto año del pontificado de Benedicto, la Congregación para la Doctrina de la Fe pidió que cada Conferencia Episcopal desarrollara ciertas líneas guía adecuadas a su propia realidad, respetando siempre el proceso legal de cada entidad para que el proceso canónico no estorbara en el civil. La carta circular de este organismo enfatiza el desarrollo de algunos planteamientos y procedimientos que cada Conferencia Episcopal debe desarrollar con el propósito de ayudar a los obispos a seguir procedimientos claros y coordinados en el manejo de los casos de abuso. Por último, las investigaciones deberán realizarse con el debido respeto a la confidencialidad.
Un camino sin retorno
El 11 de febrero de 2013 el papa Benedicto XVI anunció sorpresivamente su renuncia, la que efectuó el 28 de febrero en Roma. El cónclave iniciado el 12 de marzo ya llevaba una agenda elaborada por una buena porción de los cardenales.
Después de la quinta votación de los 115 cardenales electores, a las 19:05 horas del 13 de marzo fue anunciado Francisco como el sucesor número 266 de Pedro.
Con su llegada al pontificado dio seguimiento con determinación a las iniciativas comenzadas por sus antecesores. En su nueva residencia papal pidió perdón y este gesto se convirtió en una experiencia de cercanía para las víctimas, tal como mencionó en la homilía del 7 de julio de 2014:
La presencia de ustedes, aquí, habla del milagro de la esperanza que prevalece contra la más profunda oscuridad. Sin duda, es un signo de la misericordia de Dios el que hoy tengamos esta oportunidad de encontrarnos, adorar a Dios, mirarnos a los ojos y buscar la gracia de la reconciliación. Ante Dios y su pueblo expreso mi dolor por los pecados y crímenes graves de abusos sexuales cometidos por el clero contra ustedes y humildemente pido perdón. También les pido perdón por los pecados de omisión por parte de líderes de la Iglesia que no han respondido adecuadamente a las denuncias de abuso presentadas por familiares y por aquellos que fueron víctimas del abuso.
Una novedosa línea en el pontificado de Bergoglio ha sido la necesidad de protección a las víctimas por encima del escándalo de la Iglesia. El 2 de febrero de 2015 señaló en uno de sus discursos:
Las familias deben saber que la Iglesia no escatima esfuerzo alguno para proteger a sus hijos, y tienen el derecho de dirigirse a ella con plena confianza, porque es una casa segura. Por tanto, no se podrá dar prioridad a ningún otro tipo de consideración, de la naturaleza que sea, como, por ejemplo, el deseo de evitar el escándalo, porque no hay absolutamente lugar en el ministerio para los que abusan de los menores.
En 2013 el Consejo de Cardenales que asesora a Francisco propuso la creación de una comisión de expertos como órgano asesor del papa en esta materia. Él aprobó la propuesta del Colegio y asignó al cardenal Séan O’Malley la tarea de componer ese órgano consultor. En marzo de 2014 Francisco publicó un quirógrafo en el que esbozaba la tarea de la comisión de asesorar al sucesor de Pedro sobre las políticas eficaces para la protección de menores, además de proponer procedimientos, promover la formación y la prevención en la Santa Sede y en las Conferencias Episcopales en el mundo, aunque la tarea de la Comisión trata casos individuales de abuso sexual.
En febrero de 2014 un informe del Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas sobre algunas observaciones a la Santa Sede volvió a evidenciar el profundo horror de los abusos sexuales de menores en el seno de la Iglesia. Este organismo encargado de supervisar el cumplimiento de la Convención sobre los Derechos del Niño informó que el Estado del Vaticano no respetaba los derechos de las infancias. Según el informe, la institución eclesial había preferido preservar su reputación y proteger a los autores del abuso antes que el interés y el bienestar de los menores. En este documento se afirmaba que «la Santa Sede no ha reconocido el alcance de los delitos cometidos, ni ha adoptado las medidas necesarias para abordar los casos de abusos sexuales de niños y protegerlos […] permitiendo así la continuación de los abusos».
Según este mismo organismo, la confidencialidad con que la Iglesia manejaba estos casos había permitido a la gran mayoría de los abusadores y a las personas que las encubrieron evadir la justicia en los Estados en los que se cometieron esos abusos. Frente a esta desoladora realidad, las Naciones Unidas recomendó a la Santa Sede garantizar que la Comisión Pontificia para la protección de menores investigase con independencia todos los casos de abuso sexual de niños, así como la forma en que la jerarquía los abordó. También encargó separar inmediatamente de su cargo a todas las personas de las que se sospechaba que habían cometido abusos sexuales de menores, así como remitir la cuestión a las autoridades pertinentes; asegurar el intercambio transparente de los documentos para garantizar que los religiosos culpables de abusos y sus encubridores rindiesen cuentas por esos crímenes; derogar todas las disposiciones que podrían imponer la obligación de guardar silencio a las víctimas y a las personas que tuviesen conocimiento de estos delitos, y elaborar programas y políticas de prevención de la pederastia y de recuperación y reintegración social de sus víctimas.
«Francisco se ha convertido, también, en el primer papa de la era moderna en adoptar disposiciones contra uno de los mayores males relacionados con el abuso de menores dentro de la Iglesia: el encubrimiento».
En 2015 el papa emitió un rescripto sobre el establecimiento de un órgano judicial dentro de la Congregación para la Doctrina de la Fe para la consideración de las apelaciones relacionadas con los delitos graves, entre ellos los casos de abuso sexual de menores por parte de clérigos, en un esfuerzo por acelerar los procesos.
Francisco se ha convertido, también, en el primer papa de la era moderna en adoptar disposiciones contra uno de los mayores males relacionados con el abuso de menores dentro de la Iglesia: el encubrimiento. Así, en el Motu Proprio Como una madre amorosa, del 4 de junio de 2016, hizo explícita la posibilidad de destituir a los obispos que hubiesen actuado con negligencia «en relación con casos de abuso sexual infligido en menores y adultos vulnerables». En esta carta apostólica sostiene que la negligencia en los casos de abusos sexuales se encuentra entre las causas graves que justifican la destitución de cargos eclesiásticos, incluido el de los superiores y obispos.
En ese mismo año publicó la actualización de la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis; en el numeral 202 enfatiza la protección de los menores, así como la formación, información y acompañamiento de los candidatos en esta materia. Así, por primera vez un documento sobre la formación sacerdotal subraya el papel de la prevención.
Para finales de 2017 Francisco intervino en el Congreso sobre la Dignidad del Menor en el mundo digital celebrado en Roma. En su discurso llamó la atención sobre el incremento de la pornografía infantil y todas las dinámicas digitales que ponen en riesgo a los niños y adolescentes. De igual manera, motivó a todas las instituciones que trabajan en bien de la infancia a unir esfuerzos para exigir políticas de prevención que aseguren que los más de 800 millones de niños que navegan en la red estén en un ambiente protegido.
Con la llegada de 2018 el pontificado de Francisco adquirió un tono diverso y más intenso con respecto a su lucha contra los abusos. La segunda mitad de su pontificado (2018–2023) ha estado caracterizada por un involucramiento más personal, decisivo y ejecutivo. Esta segunda versión de Francisco tuvo como detonante la polémica desatada en su visita a Chile, debido a sus desafortunadas declaraciones sobre Juan Barros, obispo de Osorno y colaborador durante mucho tiempo del sacerdote Fernando Karadima, el más notorio transgresor sexual de este país.
Después de este tropiezo el papa supo enmendar su error. Primero accedió a reunirse con las víctimas. Más tarde anunció que monseñor Charles Scicluna llevaría a cabo una investigación sobre los delitos de Karadima. Una vez finalizada la «Misión Scicluna», el papa convocó en Roma a toda la Conferencia Episcopal Chilena. Esta reunión concluyó con la disposición de los cargos pastorales de todos los obispos chilenos a cargo del Santo Padre y la publicación de la Carta al Pueblo de Dios que peregrina en Chile.
El año 2019 fue clave, particularmente por la Cumbre Vaticana de los presidentes de las conferencias episcopales del mundo, quienes se reunieron para abordar el tema de la transparencia, la responsabilidad y la rendición de cuentas. A un mes de esta reunión internacional el papa dispuso la Ley 269, una legislación protectora de menores para el Estado Ciudad Vaticano. Más tarde, promulgó el Motu Proprio Vos estis lux mundi, uno de los más importantes documentos sobre la protección de los niños y personas vulnerables, que exige la puesta en marcha de estructuras estables y de fácil acceso para la recepción de las denuncias sobre los delitos sexuales en cada una de las diócesis y que contempla la obligación de cuidar a las víctimas.
Desde 2019 el proceso de reforma jurídica ha sido uno de los caminos de mayor claridad en estos últimos años. Además de los documentos ya señalados, se pueden añadir los Rescripta de 2019, que facilitan el acceso a los procesos y eliminan el secreto pontificio para otorgar una mayor transparencia a los procesos.
«Sin duda, en la época de Francisco la visibilidad del problema ha sido mayor que nunca y la Iglesia comienza a alcanzar un punto de sensibilización suficiente como para actuar decididamente contra este delito».
Posteriormente, se publicó el Vademecum 1.0 como un aporte pedagógico, no normativo, sobre la comprensión del proceso jurídico. Algunas de las más esperadas reformas fueron las del libro VI del Código del Derecho Canónico y la de las Normas sobre los delitos más graves, documentos fundamentales para enfrentar los abusos sexuales al interno de la Iglesia.
Sin duda, en la época de Francisco la visibilidad del problema ha sido mayor que nunca y la Iglesia comienza a alcanzar un punto de sensibilización suficiente como para actuar decididamente contra este delito. El pontífice ha demostrado su voluntad de luchar contra esta lepra, abriendo procesos más humanos, justos y luchando contra todo tipo de estructuras, incluido el encubrimiento, que hacen inalcanzable la justicia para las víctimas. El papa es consciente de que aún hay mucho por hacer, pero está dispuesto a poner los recursos necesarios para enfrentar este crimen.
Un comentario
El abuso contra menores es uno de los pecados más duramente criticados por Nuestro Señor Jesucristo. Más les valdría a quienes causan un escándalo cometido contra uno de estos pequeños, atarse una piedra al cuello y arrojarse al fondo del mar, porque el castigo que les espera será terrible, dijo.
Es bueno saber que una de las notas características más sobresalientes del pontificado del Papa Francisco es el combate a este pecado -y crimen- horrendo, procediendo a darle continuidad a las medidas que hasta el momento ha tomado, de modo que no queden impunes estos hechos que constituyen una negación del Evangelio.