Esta es una serie de ocho cuentos que se irán publicando cada dos meses cuyo hilo conductor es Filo, un personaje originario de un barrio bravo de Tijuana: cholo, converso, y buscador, quien eventualmente llegará a vivir a un país musulmán. A través de Filo podremos sumergirnos en un personaje que trae dentro de sí una manera fronteriza de ser y entender la vida, la cual le irá facilitando transitar con cierta soltura entre tradiciones culturales diversas y experiencias espirituales diferentes. Llevando más a fondo sus experiencias, Filo nos enseñará que el llamado divino puede surgir en cualquier lugar y que la dimensión social de los sacramentos -de la que mucho nos habla el teólogo Victor Codina, S.J. en sus libros- puede revelarse a través de gestos cotidianos en un contexto marcadamente musulmán, haciendo coincidir lo que aparentemente no debería de coincidir.
Cuando era niño, Filo vivió un tiempo en Los Ángeles, en casa de sus tíos Óscar y Margarita, quienes se dedicaban a vender elotes en la placita Olvera, en el mero corazón de la ciudad. Ahí aprendió inglés, escuchando a Ice Cube en la radio, a su prima Natalie y a Miss Stefany en la primary school.
Esos años de su niñez, hablando inglés «en el otro lado», se hicieron presentes en Filo mientras don Lupe, en otra de sus conversaciones, le volvió a decir.

Imagen generada con IA realiza por el artista Daniel Vargas, con base a bocetos propios.
––Mira, vato, andamos buscando un cholo que le sepa al piquinglish, para que se lance con los cholos vitenamita–americanos. Ya te dije, esos vatos ya hasta se regresaron a Hanoi para fundar una comunidad allá. Ellos fueron feligreses de la comunidad chola guadalupana de Los Ángeles, allí le entraron al movimiento, y ahora quieren llevar la experiencia guadalupana a sus paisanos en Vietnam.
Mientras Filo escuchaba las palabras de don Lupe con las orejas del corazón, se sintió arrebatado por el espíritu de fuerza y paz; interrumpiéndolo, le dijo sin dudar.
––Homs, no le busque más, aquí enfrente tiene al cholo que va a ir a Vietnam. Nomás deme quebrada de ir a hacer mi maleta y sobres. ¡Ámonos!
––Aguanta, vato, no tan rápido, vamos a ver algunos detalles y sobres. Ya dijo —respondió don Lupe, arrebatado con la misma fuerza que movía al Filo.
El día de la partida Filo se levantó temprano. Con gran intensidad sentía la llama guadalupana bien encendida en el corazón. Se puso sus pantalones dickies planchados con esmero, su nueva camiseta blanca con estampado de la Virgen de Guadalupe, sus tenis converse y su cinturón piteado con grecas y flores. Cholo, sí, pero también ranchero. Se persignó y se lanzó al aeropuerto de Tijuana.
Para ahorrar dinero, en lugar de tomar la ruta más directa a Vietnam le compraron un vuelo que salía de Tijuana a Hanoi con escala en Túnez. Filo no le dio importancia, registró su maleta y continuó. Unos metros antes de embarcarse se volvió a persignar, empuñó fuerte su rosario y al subirse al avión echó un grito con fuerza: «Sobres, no raje. ¡Ámonos!».
Ya en el avión mientras tomaban pista, Filo sacó su discman, puso un CD de Los Cadetes de Linares, se colocó los audífonos y, a todo volumen, se despidió de la Baja California escuchando el verso que decía: «Alegres o tristes salen de Ensenada, los barcos pesqueros se van a buscar…».
Después de varias horas de vuelo llegaron a Túnez. Filo creyó que sería una escala con algún trámite sencillo. En migración, un oficial revisó sus papeles; un segundo oficial llegó, después un tercero. Comenzaron a hablar entre ellos. Le pidieron esperar. Una hora. Dos. Tres. La espera se alargó, y sin tener a dónde ir y sin poder continuar su viaje, pasó más de diez horas en el aeropuerto, donde conoció a Farid, un señor de barba blanca y túnica, quien se acercó a preguntarle.
––You speak English?
––Yeah, man. I mean… kind of. I grew up in Los Ángeles. Pero también le sé al español y, pues… a la calle también. I’m from Tijuana, México —contestó Filo.
–– Very good, very good. Mexicain, Mexicain. Anglais et Espagnol —continuó Farid, entre inglés y francés.
Finalmente, un oficial, mezclando palabras en diferentes idiomas, le dijo a Filo.
––Mexicain, no respuesta hoy. Tú en Túnez dormirás. Hotel, buscar. We call you later. Chao. Shokrán.
Filo respondió.
––¿Cómo? ¿Cuánto tiempo más? ¿Cómo se van a comunicar conmigo? ¿Me van a mandar un whatsapp?
El oficial, evitando continuar la conversación, se marchó. Filo, sin entender nada, prefirió tomar con humor la situación.
Al verlo sin saber a dónde ir Farid se acercó nuevamente a Filo, y entre señas y palabras a medias lo llevó a una biblioteca en el centro de la ciudad. Filo no entendía por qué estaba ahí. Después de un rato apareció un señor que le empezó a hablar en español.
–– El señor Farid me dijo que eres mexicano, que te encontró en el aeropuerto. Hola, me llamo Sóstenes.
Filo sorprendido respondió.
––Simón, soy de Tijuas. Voy para Vietnam, pero la chota del aeropuerto me dijo que aguantara un rato porque andan revisando unas cosas de mis papeles.
Sóstenes era mexicano, trabajaba ahí y hacía treinta años se había mudado a esa ciudad cuando se casó con Farah, una tunecina a quien conoció mientras estudiaban un posgrado en Londres.
Filo continuó.
––¿Sabes si la chota del aeropuerto es de fiar? Tengo que continuar mi viaje hasta Vietnam, allá están unos compas que me estan esperando. Soy cholo guadalupano–misionero y vamos a fundar una comunidad en la ciudad de Hanoi.
Sóstenes lo escuchó, le sugirió que tuviera paciencia. Después le dijo en qué lugar podría dormir esa noche. Quedaron de verse al día siguiente.
Ya de mañana, Filo regresó a la biblioteca, y entre la plática le contó a Sóstenes algunas historias de cuando era niño y vivía en Los Ángeles. Sóstenes, al darse cuenta de que le sabía al inglés, lo interrumpió.
––Filo, me acabas de salvar hoy. Necesito que me hagas un favor. Hay un pequeño grupo de estudiantes tunecinos universitarios que están aprendiendo inglés y están buscando un profesor que los ayude, de hecho están por llegar. Entretenlos, que practiquen inglés contigo.
Al momento los estudiantes comenzaron a llegar. Sóstenes les presentó a Filo, quien continuó en inglés: «What’s up people. My name is Filo. I’m Mexican, from Tijuana; Baja California…».
Y así, sin más detalle, Filo se vio frente a un grupo de estudiantes enseñándoles inglés, como si fuera un experto en la gramática, la conjugación y la pronunciación. Los estudiantes lo aceptaron inmediatamente y lo veían como un angloparlante nativo de Tijuana, pues en el lejano mundo tunecino la California y la Baja California no eran distintas.
Al final del día, Sóstenes le dijo.
––Puedes venir a la biblioteca a ayudar mientras se resuelve tu situación. Y ya después sigues pa’ Vietnam.
Filo, que era un hombre nuevo y quería ayudar, respondió: «Simón, I’ll be back tomorrow».






