Un santo venezolano laico para el siglo XXI 

La tarde del 29 de junio de 1917 un médico de 53 años, que estaba en camino para atender a un paciente, murió atropellado en una calle de Caracas. 

La ciudad y luego el país entero se conmocionaron. Al día siguiente, el féretro fue llevado al paraninfo de la Universidad Central de Venezuela y luego a la catedral de Caracas. A la salida de ésta, la multitud presente se opuso a que una carroza lo llevara al cementerio, y al grito “¡El doctor Hernández es nuestro!”, fue llevado durante horas en hombros hasta su tumba, que quedó colmada de cientos de coronas de flores. 

Ese mismo día se inició el culto popular a José Gregorio Hernández, cuya figura icónica cualquier visitante del país habrá visto en monumentos públicos, capillas o altares domésticos, en estampitas, exvotos o calcomanías, en comercios, tiendas de recuerdos o incluso en lugares relacionados con la santería o el culto a María Lionza: un hombre más bien bajo, de cara blanca y redonda y con bigote, vestido de traje oscuro impecable, con cuello duro y corbata, llevando un sombrero de ala estrecha, y con las manos recogidas en la espalda. 

Hay una clara continuidad de lo que se le pide ahora a José Gregorio Hernández con lo que se sabía que se le podía pedir en vida: la atención empática, cuidadosa y a la altura de los conocimientos científicos, que prestaba gratuitamente a enferma/os desamparada/os, y en la que él mismo a menudo proporcionaba los recursos para adquirir los remedios necesarios. 

La Iglesia institucional tardó en corresponder al reclamo popular, y apenas en 1996 la solicitud firmada por cinco millones de venezolanos (en un país de entonces 22 millones de habitantes) pudo reanimar el proceso de canonización del “médico de los pobres”. A causa de las restricciones sanitarias por la pandemia coronavírica, su beatificación —la primera de un laico del país que cuenta hasta ahora solamente con cuatro beatas religiosas— se tuvo que llevar al cabo con la presencia de muy pocas personas el 30 de abril de 2021. Pero se espera que con motivo de su pronta canonización habrá muchos festejos en todo el país. 

El jesuita venezolano Javier Duplá, reconocido especialista en temas educativos, es el autor de Se llamaba José Gregorio Hernández (la segunda edición de ese libro, que data de 2012, añade a la edición anterior un estudio psicológico–cultural del personaje en cuestión). La versión digital del libro es distribuida gratuitamente por la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas: <https://elucabista.com/2020/06/05/ucab-obsequia-libro-biografico-jose-gregorio-hernandez/> (el mismo autor publicó en 2020 otro libro con una colección de testimonios, que lleva el título Favores de José Gregorio Hernández). 

José Gregorio Hernández.

El libro, escrito de manera sencilla y amena, relata la vida del hijo de un comerciante nacido en un pueblito andino. Por su seriedad, capacidad intelectual y dedicación al estudio se le da la oportunidad de cursar la preparatoria y la carrera de Medicina en Caracas, la cual culmina en 1888 con el doctorado. Después de una temporada difícil de práctica médica en su región de origen, puede completar su formación en París y traer a Venezuela conocimientos, libros y aparatos científicos de avanzada. En 1891, sin descuidar la práctica de médico internista general, establece el Laboratorio de Fisiología Experimental, asume las cátedras universitarias de Histología, Fisiología Experimental y Bacteriología y se convierte en un docente e investigador muy apreciado y respetado. 

Demuestra el autor que la veneración a José Gregorio Hernández no tiene mucho que ver con el importante papel que desempeñó en la enseñanza de la medicina y en los avances de la bacteriología en Venezuela (publicó un tratado de bacteriología y otro de filosofía para sus estudiantes), ni con sus tres intentos infructuosos de convertirse en sacerdote (su director espiritual trató de hacerle ver que podía hacer mucho más bien como médico y profesor que como sacerdote), ni con su vida religiosa personal fuera de serie, ni con sus esfuerzos de armonizar la ciencia de su tiempo con la doctrina católica tradicional harto adversa a toda modernidad. Más bien su veneración hace eco de su altruismo sencillo, en el cual se haría visible una Iglesia que, en palabras del Papa Francisco, está llamada a ser hospital de campaña, curar a los enfermos y remendar el tejido social: “José Gregorio constituye un modelo de actuación laical católica, raro en su tiempo y ahora más que nunca necesario. José Gregorio se anticipó con su vida a mostrar un camino posible para el cristiano común, en donde se combinan ciencia y fe, ejercicio de la profesión y piedad, caridad y generosidad grandes y un sentido del deber del que está necesitada la sociedad actual” (p. 155). 

Portada del libro: Se llamaba José Gregorio Hernández. Universidad Católica Andrés Bello.

Un comentario

  1. Extraordinario personaje El Dr. Esteban Krotz!!
    Al leer un poco de su historia me di cuenta de su Amor, su empatia, su entusiasmo y dedicación, a todos: necesitados, alumnos, investigación, misión. Gracias x compartir tan bello ejemplo de persona.

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