«Ser hija de tu Hijo es paradoja:
lo dijo tu dorado florentino.
Mas es también misterio diamantino
que sea del Padre el Hijo a quien alojas.
Primer prodigio: el Uno, clandestino
al mundo enrarecido en su congoja.
Mas en tu vientre el encuentro se forja
y cuerpo se hace el Logos cristalino.
Es ésta la segunda maravilla,
mas hay una tercera, portentosa,
es sagrada, didáctica ironía,
pues eres Madre y Virgen amorosa:
¡prodigio en el seno de la aporía!
Tres misterios que guardas, silenciosa».