Semana Santa: Abajamiento, servicio y entrega

La Semana Santa es uno de los momentos más bellos de la Iglesia, pues recordamos cómo la vida de Jesús y sus acciones para con toda persona, cambian los corazones de cualquiera que se deja mirar por el Amigo y Maestro. Si bien la liturgia del triduo santo es fascinante por todos los signos y símbolos empleados por la tradición cristiana, hay uno en específico que fortaleció mi fe en Jesús, en el Reino del que nos habló, y el modo en cómo quiere que vivamos en comunidad: lavando los pies de los demás.

En un curso sobre el Nuevo Testamento, el P. Héctor Díaz Valencia S.J., un hermano de profunda oración y experto en el evangelio de san Juan, nos explicó un símbolo que pasa desapercibido en la narración del lavatorio de pies. Dice el Evangelio: 

«[…] (Jesús) se levanta de la mesa, se quita el manto, y tomando una toalla, se la ató a la cintura. Después echa agua en un recipiente y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba en la cintura». Jn 13, 4-6. 

Lavar los pies en tiempos de Jesús, era un trabajo designado únicamente para los esclavos, un trabajo denigrante y que evidenciaba las diferencias sociales entre las personas; y Jesús, coherente con su enseñanza, lavó los pies a sus amigos antes de despedirse de ellos, haciéndose nuevamente un servidor de todos. El gesto que me conmueve de este pasaje del Evangelio, es que en ningún momento dice que Jesús se quitó la toalla. En palabras de Héctor, ‘Jesús nunca dejó de servir, hasta el final de su vida’. Al orar y contemplar la escena de Jesús lavando los pies a sus amigos y amigas, haciéndose otro esclavo de la humanidad, vienen tres palabras que pueden ayudarnos a vivir el triduo santo: abajamiento, servicio y entrega.

El abajamiento es la invitación a mirar con esperanza la cruda realidad de nuestro mundo, a dejarnos afectar para solidarizarnos y comprometernos de corazón con los pequeños y olvidados. Es complicado sentirnos confrontados por las situaciones violentas y deshumanizantes que viven otras personas, y que al escuchar historias de las guerras, desapariciones y múltiples tipos de explotación, no podemos permanecer indiferentes o inactivos. Más bien, al sentir como propio el dolor de los demás, podremos salir de nuestro propio amor, querer e interés (E.E. 189), para actuar como Jesús nos enseñó y permanecer cercanos y atentos, lavando los pies de quienes hacen de los caminos empolvados el lugar de confianza y encuentro con Dios.

Para Jesús, el servicio va más allá de una acción que ayuda a calmar las necesidades de una persona; más bien, su servicio es radical porque mira a las personas con su realidad concreta, y busca reivindicar su dignidad como personas, con un cariño y amor capaz de hacernos sentir hijas e hijos muy amados por Dios. Cuando decidimos «tomar una toalla y atarla en la cintura para lavar los pies», nos comprometemos a trabajar por la creación de un mundo más justo que sepa acoger a toda persona necesitada. Pensemos en quienes no tienen hogar, en los desplazados de sus tierras a causa de las guerras y por los múltiples tipos de violencia violencia, en quienes son perseguidos injustamente o sufren explotación laboral. Creo que con ellos es con quienes Jesús querría preparar la Pascua, cenar, y lavarles los pies con cariño y ternura. En Jesús podemos encontrar que la autoridad del Hijo de Dios se ve reflejada en el amor que sirve a los más necesitados.

Por último, la vida de Jesús no se entiende sin su entrega amorosa y pasión por toda la humanidad. En los Evangelios podemos encontrar quiénes estaban en el corazón de Jesús y qué provocaban en Él: conmoción por la señora que entregó sus dos monedas; alegría por el padre que recibe amorosamente al hijo; ternura cuando escucha a Pedro arrepentido ante su rigidez y terquedad; tristeza al saber que su amigo Lázaro había muerto, etc. Su vida fue vaciamiento total de sí para que Dios y su Reino se volvieran lo que le hacían amar apasionadamente a la humanidad. El escándalo de la cruz no es el fracaso de una vida, sino el signo de que un vaciamiento total nos mantiene en el camino de la resurrección en cada momento en que sepamos encontrar a Jesús entre nosotros. Pidamos la gracia de que esta Semana Santa sepamos mirar la realidad del lugar donde, que Jesús nos muestre a dónde y con quienes nos quiere llevar, y tener lista nuestra “toalla” para servir amorosamente a los amigos predilectos


Imagen de portada: @amorsanto-Cathopic

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