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Los jóvenes como constructores de paz

En sintonía con el papa Francisco, de cara a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que se realizará en Lisboa durante el mes de agosto, los foros sobre Justicia y Seguridad dieron lugar para escuchar a la juventud que se inserta en las periferias en nuestro país, para compartir sus aprendizajes en la seguridad ciudadana, la justicia cotidiana y la reconstrucción del tejido social.

Decenas de jóvenes se han vuelto constructores de paz desde las periferias, asumiendo los riesgos. Ellos y ellas se dieron cita en la Ciudad de México desde diversas partes del país: Guachaochi, Tancítaro, Cherán, León, Querétaro, Neza, Ecatepec, Acolman, Chalco, Huatusco, Bachajón y Aguascalientes. Desde sus experiencias, compartieron sobre el trabajo comunitario y cómo han logrado avanzar en mejorar sus entornos.

Durante el foro que se realizó el pasado 24 de junio, las y los jóvenes externaron que su método es trabajar por la paz desde las actividades que fomentan comunidad y esparcimiento, como el grafiti, la música, el deporte, el box, las rondas infantiles, el son jarocho y las danzas.

Los mensajes más frecuentes que nos deja este foro refieren sobre la necesidad de lograr espacios de escucha, la posibilidad de diseñar políticas desde los resultados de la escucha y apoyo socioemocional, entre otros. Esto implica reconocer al otro, eliminar prejuicios y hacerlo con humildad.

«Escuchar es la base para un cambio trascendental», dijo uno de los jóvenes. Son generaciones que no se han sentido escuchadas y ahora son conscientes de que escucharse es la base de los procesos de construcción de comunidad.

El formato del foro estuvo centrado en compartir los testimonios, y así fue como se escuchó a quienes se han ido a vivir a las ladrilleras, a quienes han logrado salir de las drogas, a quienes dedican su tiempo al deporte o a la música, a quienes ayudan a capacitar para el trabajo a los jóvenes de las periferias, de aquellos que han encontrado sentido a sus vidas, de quienes en el servicio han encontrado una luz y un camino. Cuando no existe el testimonio la política se vacía de contenido.

Las claves para avanzar en la seguridad, la justicia y el tejido social estuvieron centradas en lo que su contexto les permite, en cómo recuperar su identidad, cómo reconciliar desde la palabra, cómo avanzar en la cultura cívica y cómo mejorar la comunicación con la policía de su municipio. Son jóvenes situados en el reconocimiento de la posibilidad. «Primero necesito saber quién soy yo, de ahí quién es el otro y luego lo que yo podría servir», dijo uno de los asistentes.

«La paz se construye dejando el protagonismo a un lado para poner en el centro a las personas y a la comunidad, y así encontrar el sentido de nuestras vidas.» Una gran lección para una sociedad que nos exige ser reconocidos y afamados, y más cuando son jóvenes situados en unos barrios donde se disputan los espacios públicos para mostrar el poder. La realidad de las periferias también está transformando el horizonte de estas generaciones y llevarlas a nuevos principios para construir la comunidad.

Una pregunta recurrente de los participantes a los jóvenes panelistas era: ¿No tienen miedo de lo que hacen? Algunas respuestas fueron: «He aprendido que para yo estar bien necesito ayudar a mi comunidad»; «Me sostiene la fe»; «Ver los cambios en las personas que participan es lo que me anima». Son jóvenes que se asumen como parte de la comunidad, que se conectan con el territorio y la naturaleza, y desde ahí han aprendido a ser resilientes.

El testimonio de los reconciliadores tzeltales cimbró a la audiencia: «Atendemos los conflictos familiares y vecinales, investigamos los casos y llegamos a acuerdos con las partes, vamos a las raíces de los problemas; los ministerios públicos no van a la raíz, no investigan, no se enlodan y sólo ven por la multa». La justicia necesita de la reparación del daño. Hay un gran trabajo por la mediación y reconciliación desde la cotidianidad de la vida.

«El contacto con las comunidades campesinas e indígenas me hizo recuperar mi propia identidad», fue el testimonio de un joven que ahora pinta murales para ayudar en la recuperación de la identidad de los barrios. «Estamos aquí para defender el derecho a la alegría», dijo una de las asistentes, y lo vivieron al ritmo de un son jarocho que acompañó el evento en sus descansos y en el evento cultural con que terminaron el foro.

Cuando se les preguntó ¿Qué incluirían en una agenda nacional de paz?, la respuesta fue necesitamos una agenda que nos lleve al encuentro, en una escucha que favorezca el diálogo y la construcción conjunta en la diversidad. Son jóvenes que apuestan a lo que se puede construir desde abajo y en la cotidianidad de la vida; ellos saben que la esperanza se sostiene con el encuentro que reconoce la cultura y el aporte de cada uno.


Fotos: Jesuitas México

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