El 20 de junio del 2022 se estremeció México y el mundo con la noticia del asesinato de Javier Campos, S.J. y Joaquín Mora, S.J. en el pueblo de Cerocahui, ubicado en la Sierra Tarahumara en Chihuahua. Ellos no son los únicos en perder la vida, hay un larga lista de personas que han sufrido violencia en esos territorios desde hace décadas.
De hecho, México lleva más de tres periodos de gobierno con un estilo de mandato basado en la militarización del territorio para hacerle la “guerra” al crimen organizado. Los resultados: cientos de miles de muertos, territorios donde el miedo y la impunidad han dejado familias fragmentadas y una sociedad rota. Miles de personas se ven forzadas a salir de sus tierras para no ser reclutados o por el despojo de sus tierras. Otras siguen siendo extorsionadas, otras tienen hijos e hijas desaparecidos y otros callan ante la amenaza que se alza ante ellos. Se puede leer en toda esta violencia estructural una relación directa con el despojo y la explotación de recursos. Por esta razón, lo hechos ocurridos en Cerocahui tienen mucho parecido a lo que pasa en otras partes del país. Es la misma situación reproducida en escala que sostiene las riquezas de pocos ante la precariedad de muchos.
Desde hace casi dos años que llegué a estas tierras experimenté que llegué a un modo propio de ser diácono y sacerdote con este pueblo. A diferencia de otros lugares donde sólo se habla español y la liturgia se centra en lo sacramental y el sacerdote, acá se habla rarámuri y español, la danza tradicional es parte de la lirutgia, es una fiesta del pueblo para Dios, y son los sirígames (autoridades indígenas) quienes te dicen en qué momento hacer el rezo, la misa y el ofrecimiento de la bebida sagrada.
Javier y Joaquín fueron verdaderos maestros de la encarnación del Evangelio. Para la gente no solamente eran sacerdotes, eran amigos, de esos que te conocen y se sientan en tu mesa, que conocen tu familia y tus problemas. Fueron verdaderos misioneros que, desde el afecto, supieron llevar el amor de Dios trino a los demás. Por eso resulta escandaloso e insoportable la noticia de su asesinato. La gente me dice: «si eso le hicieron a los padrecitos, en la casa de Dios, ¿qué nos puede esperar a nosotros?» El miedo y la inseguridad continúan en la zona y no ha dejado de ser noticia algunos «enfrentamientos», «asesinados», «golpeados» y «desaparecidos».
Los jesuitas ante este hecho decidimos permanecer en Cerocahui y en la Sierra. Se nos han enviado compañeros para fortalecer la comunidad y el trabajo pastoral. Vivimos en una situación de riesgo, como todas las demás personas, y nuestra manera de hacer lo que hacemos ha cambiado. Ahora vive un grupo de elementos de la Guardia Nacional en la parte trasera de la casa que nos acompañan a las comunidades y resguardan el perimetro de los lugares a los que asistimos. Hemos recurrido a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para solicitar medidas cautelares y se nos han otorgado, no solo a nosotros, también a la religiosas con quienes hacemos equipo. Hay zonas de riesgo que no hemos visitado pero continuamos con la catequesis, con las misas de barrio, con los grupos de jóvenes, con los circulos de paz y el acompañamiento a las fiestas de las comunidades. Hemos optado por seguir aquí junto a esta gente cuya vida es también amenazada por una sencilla razón: nosotros, por gracia, somos parte de aquellos que lloran un ser querido desaparecido y asesinado, lloramos nuestro dolor, y por esa misma gracia fuimos consolados por el Pueblo. Puedo decir que se nos ha dado la gracia de experimentar una bienaventuranza, la de llorar y ser consolado frente al «rostro indio de Dios».
Los jesuitas misioneros de estas tierras, junto con otras congregaciones de religiosas y organizaciones de la sociedad civil, han sumado esfuerzos para hacer de esta diócesis una Iglesia con rostro propio. En estas tierras conviven dos culturas, la rarámuri y la mestiza, y valorando la riqueza de los pueblos originarios se optado por una inculturación del Evangelio y por la dignidad de los hijos e hijas de Dios. Los esfuerzos están encaminados a fortalecer la educación, la salud, la cultura y la reconstrucción del tejido social.
En esta ardua labor se ha hecho necesaria la impronta social propia de la Compañía de Jesús en la defensa de los Derechos Humanos. De la misma manera, frente a estas realidades que causan sufrimiento y muerte los jesuitas colaboramos para construir espacios de encuentro, de vida y convivencia. Los jesuitas reconocemos que frente a la cultura occidental, donde las diferentes formas de colonialismo y violencia se imponen, la forma de vivir del pueblo rarámuri es un gran aporte para contrarestar el individualismo, el despojo, la lógica del consumo y la falta de respeto a la dignidad humana. Tenemos la esperanza de que la sangre derramada en este altar está siendo fermento para una paz y una justicia que están llegando.
Foto: ©Jesuitas Tarahumara
La versión original de este texto se publicó en el anuario 2024 de Jesuitas.
3 respuestas
Es un verdadero reto vivir en Tarahumara, pero a la vez una gran satisfacción vivir el evangelio en cada taza de café o un burrito que te ofrecen de todo corazón los habitantes de esta tierra. No somos evangelizadores sino evangelizados desde la simplicidad de la vida.
Esteban, gracias por estar ahí, por seguir ahí, en la misión y con el pueblo. Gracias por tu testimonio de llorar y ser consolado.
Vivir en la Sierra Tarahumara es un desafío y asumir una actitud conciente, rompiendo esquemas mentales,es disponerte a servir al pueblo sufriente y es estar con él en medío de los procesos de paz y de las familias que han sufrido alguna perdida o desaparición de sus familiares, aunadoa la deforestación en algunas zonas de la Tarahumara y en este mes pude ver como gran parte de la sierra ardía en llamas y la impotencia de ver que los gobiernos no hacen nada ni hicieron nada para combatir el fuego.Hoy mismo en la celebración eucarística de los Padres Joaquín y Javier se hicieron presentes,jamás los había visto ni escuchado que hagan algo por el pueblo.Son varios factores de que hablar sin embargo; seguiremos acompañando a nuestros pueblos que sufren.»Admiro la labor que hacen nuestros hnos.Jesuitas en especial al P. Esteban Cornejo .SJ».