«La experiencia de la resurrección da un nuevo modo en las relaciones humanas: el amor fraterno».
Mayo
- Hech 14, 5–18
- Sal 144
- Ap 21, 1–5a
- Jn 13, 31–33a.34–35
§ La resurrección de Jesús fue y es un evento que transforma la vida de sus seguidores; no es poca cosa, sino un cambio significativo en nuestra existencia. Jesús–Cristo, el Resucitado, hace un mundo nuevo. Las lecturas nos hablan de un cielo nuevo y una tierra nueva donde serán enjuagadas las lágrimas. No habrá muerte ni llanto porque eso pertenece al mundo viejo.
§ Hablar de un cielo nuevo y una tierra nueva significa creer que la resurrección de Jesús tiene un efecto en nosotros; no es una cosa que fue, sino que continúa siendo y transformándonos. La experiencia de la resurrección da un nuevo modo en las relaciones humanas, este modo es el nuevo mandamiento del amor fraterno. Porque sólo cuando las relaciones humanas se reconfiguran desde el amor fraterno es que se comienza a tener un cielo nuevo y una tierra nueva.
§ En este sentido el evangelio nos lleva a recuperar la práctica del testimonio, pues es bueno anunciar que creemos en que Jesús resucitó, pero es aún mejor manifestar con nuestra vida la resurrección de Jesús. Es decir, que los otros nos reconozcan como discípulos de Jesús porque ven cómo nos amamos los unos a los otros. Porque el amor fraterno brota del Resucitado.
Sólo el amor fraterno que se expresa en la solidaridad y la compasión con toda la humanidad es lo que hace que poco a poco la injusticia, la violencia, la desigualdad, la explotación y la discriminación sean sustituidas por acciones de amor, de paz y de justicia.
