Espiritualidades para las resistencias: acompañamiento a familias buscadoras

El fenómeno de las desapariciones de personas en México es un lastre colectivo que lacera la vida de miles de familias en los últimos sexenios en nuestro país. Desde ésta preocupante realidad, han surgido varios grupos de madres, esposas y algunos hombres que buscan a sus seres queridos y se han propuesto encontrar «tesoros», así le llaman a cualquier indicio, de que en el lugar que buscan, encuentren restos de sus seres queridos que les dan norte de por dónde pueden estar sus desaparecidos.

Entre las múltiples pláticas que he tenido con personas buscadoras, su experiencia espiritual es fundamental para resistir el horror que implica la noticia de la desaparición, las trabas gubernamentales, eclesiales y el estigma social de que son tenidas como personas indeseadas. Pero a pesar de la segregación, existe una experiencia espiritual expresada como: «Dios», «Divinidad», «Fuerza», «Luz», «Energías», etc., y que da fuerzas en la práctica para buscar, luchar, defender.

Las madres buscadoras, a pesar de todas las trabas que encuentran en la sociedad, en los espacios gubernamentales y en la indiferencia de algunas iglesias, siguen buscando, tocando puertas, alzando su voz, organizándose y mucho de ello se debe al tipo de espiritualidad que han desarrollado para no darse por vencidas.

El objetivo de este artículo, que surge desde la escucha atenta a las madres buscadoras y de la ponencia dada en la Universidad Jesuita del ITESO en: “el Primer Encuentro de Acompañamiento Psicosocial a Familiares de Personas Desaparecidas”, es entender lo que están viviendo estos colectivos desde sus vivencias espiritualidades que generan resistencias al horror y barbarie y cómo necesitamos acompañar aquellos que nos acercamos para hacer su trayectoria un poco menos difícil, generalmente desde personas que no tenemos una espiritualidad desarrollada. En ese sentido, lo que propongo es: «Generar esperanza y constatar cómo las espiritualidades nos ayudan a seguir resistiendo en estos tiempos de búsqueda de nuestros seres queridos, y para los que acompañamos, entender qué significa esto».

¿De dónde partimos?

Partimos del dolor, del horror y la esperanza de la gente común: hombres y mujeres, pero mayoritariamente mujeres, que nos han precedido en un nuevo camino de fe y justicia. Partimos de un sentimiento-pensamiento que genera el vacío en la desaparición de personas en este país y en la búsqueda de una justicia no proporcionada por la estructura socio-política y una espiritualidad que cruza muchas barreras y que los profesionales e incluso las iglesias no sabemos cómo acompañar. Partimos desde una realidad que se impone y se presenta ante nosotros de una manera contundente y cada vez más cercana a nuestra realidad diaria.

También parto desde el acompañamiento colectivo-personal a diversos colectivos en diversos momentos de sus luchas.

No pretendo hacer un artículo exhaustivo o erudito. No pretendo presentarme como un profesional de las espiritualidades y la búsqueda de personas desaparecidas. Afirmo que, si no ayuda a los procesos de búsqueda de nuestros desaparecidos, de nada sirve lo que pueda yo decir. Me sitúo entonces desde mi acción como un académico desprofesionalizado.

Epistemologías del sur global, de los pobres, de los inconformes

Partimos de las epistemologías de los pobres: «las que representan el conjunto de conocimientos y prácticas implementadas por un grupo social en una época dada para comprender la realidad y actuar sobre ella», de acuerdo con Robert y Rahnema.

Partiendo de que toda la realidad está relacionada con toda la vida de todos los pueblos, reconocemos que las culturas indígenas y orientales viven estas otras maneras de abordar la realidad. No podemos ver la vida de una manera diseccionada, dividida, dicotómica, dualista. Hay un ser «nosótrico» (Lenkersdorf) que está presente en la realidad diaria, somos siempre un nosotros interactuando con un nosotros permanente; el papa Francisco nos dice: “el grito de la madre naturaleza es el mismo grito de los pobres”, no hay un separación sino somos una parte de un mismo todo; también hay otros elementos de la realidad que necesitamos considerar,  incluso aquello que experimentamos en el corazón, en los sueños, etc., más allá de solamente de lo tangible, como pueden ser las corazonadas, todo el mundo inanimado y en esto nos ayuda a reconocerlos el académico brasileño Edoardo Viveiros de Castro.

Por lo tanto, no somos meras personas o sujetos, como nos han enseñado en nuestra formación académica. Somos colectividades (comunalidades) intersubjetivas (Conrado Zepeda), como he demostrado desde el vivir por 10 años en medio de las comunidades indígenas mayenses. Somos personas colectivas interrelacionadas por lo económico, lo político, lo espiritual, lo humano, lo social, etc. Todo está relacionado con todo. Somos, en plural, muchas posibilidades y realidades. El mundo de los desaparecidos, como parte de nuestra realidad humana sufriente, es parte de nuestra responsabilidad también.

Todos los ámbitos de nuestras vidas colectivas están interrelacionados y necesitamos atenderlos. Por ejemplo, podemos decir que no podemos separar estas dos realidades de las madres buscadoras: la espiritualidad y la búsqueda, el sustento económico y la acción política. Para los pueblos indígenas mayenses y en muchos grupos sencillos, campesinos, de barriadas, etc., no existe la separación de la realidad, se puede perfectamente orar dentro de una asamblea política y pedir fuerza para seguir luchando.

Partimos de que estamos constituidos como seres colectivos y de una manera sinérgica participamos desde nuestras propias intersubjetividades: somos colectividades intersubjetivas. Desde aquí podemos decir que las resistencias se alimentan de la espiritualidad de quienes la ejercen. No hay contradicción.

Ritual por nuestros desaparecidos

«Clama a voz en cuello y que nadie te detenga. Alza la voz como trompeta. Denuncia a mis pueblos sus delitos, a la casa de Jacob sus pecados». (Isaías, 58, 1-9).

Hay que establecer diferencias entre religiones y espiritualidades: «Las religiones pueden ser una bendición o un lastre en la vida de las personas». El marxismo-leninismo sostiene que la religión es el opio del pueblo, en el sentido de promover la aceptación pasiva del sufrimiento en la tierra con la esperanza de la recompensa eterna. Durkheim dice que: «desde un punto de vista sociológico, la religión fomenta la cohesión de la sociedad y aporta consuelo a las personas enfermas o deprimidas, reduce la ansiedad, ayuda a superar crisis vitales o enfrentar a la muerte».

En la historia de las religiones, en la mayoría de los casos, han desempeñado un papel de control y represión. Algunas religiones han logrado superar el miedo y las medidas punitivas de castigo eterno para enfocarse en las realidades actuales y que atañen a todas las personas, como han sido las religiones vinculadas más a las liberaciones de los pueblos.

Las espiritualidades, por su parte, aunque pueden ser enajenación, desvinculación con la realidad circundante, centradas en el poder y control, también han sido, sobre todo, algunas espiritualidades cristianas vinculadas a la teología política, «una crítica del poder, que ha dado a los desposeídos de poder, fuerzas y coraje, para oponerse a quienes abusan de él», nos dice Antonia Wozna.

La teoría mimética de Rene Girard, en su libro «La violencia y lo sagrado», nos dice que la función de las religiones era contener, controlar, reprimir las violencias. Al dejar de hacer su función las religiones, en el mundo se han destapado las violencias. ¿Queremos volver al control, la represión, la contención? No, porque también han controlado nuestras conciencias, sexualidad, acciones.

Para evitar una escalada de más violencia, pero a la vez sin una religión que controle, necesitamos acrecentar nuestras espiritualidades de la liberación, que nos posibiliten vivir sin sentirnos reprimidos, pero sí sentirnos liberados de las cargas, luchando en contra de las violencias presentes en el mundo.

Aquellas religiones que nos ayudan a acrecentar nuestras espiritualidades, son aquellas que nos ayudan a ser nosotros mismos, a potenciar lo mucho de bueno que tenemos, a hacer conciencia de nuestras limitaciones, las que fortalecen nuestras luchas propias, las que nos hermanan con otros y otras en un objetivo común del cuidado de la madre tierra, de nuestros seres queridos, las que nos posibilitan el desarrollo de la justicia, el amor, la esperanza, la vida misma de todos y todas de una manera de iguales.

«Nos acogemos a toda religión que nos abra la puerta y amplifique nuestro grito al buscar a nuestros desaparecidos. Necesitamos espiritualidades que nos fortalezcan en la ardua tarea de buscar a nuestros desaparecidos».

Más espiritualidades liberadoras, menos religiones controladoras 

Todas las religiones o espiritualidades que no fortalecen nuestras luchas diarias carecen de propósito. Necesitamos religiones y espiritualidades que nos ayuden a resistir y luchar, no que nos controlen o repriman. Nos acogemos a toda religión que nos abra la puerta y amplifique nuestro grito al buscar a nuestros desaparecidos. Necesitamos espiritualidades que nos fortalezcan en la ardua tarea de buscar a nuestros desaparecidos.

La inclusión de nuestras luchas en los espacios gubernamentales, sociales y religiosos debe estar alineada con la conquista de nuestros derechos humanos, tanto colectivos como intersubjetivos. Sin afirmar que las religiones son malas en sí mismas, en algunos momentos han jugado un papel represor, especialmente cuando se han aliado con los poderes terrenales y han intentado controlar nuestras conciencias, desvirtuando así su poder liberador.

Todo lo que suene a control, represión, no es del buen Espíritu. Todo lo que te proponga desmovilizarte, que te diga que así te tocó vivir, todo lo que vaya en contra de nuestros derechos humanos, no es de Dios, aunque sea promulgado desde la Iglesia, el gobierno o cualquier organización. Necesitamos menos religiones controladoras y más espiritualidades liberadoras.

Las verdaderas espiritualidades son: libertad, crecimiento personal, alta conciencia de la vulnerabilidad, renovación de nuestra necesidad de seguir luchando de manera colectiva, fortalecimiento de nuestras convicciones de ser mejores personas, aporte a la comunidad.

La importancia de las espiritualidades para la resistencia 

Cambiar las estructuras sociales sin proponernos transformar en conjunto, nuestros corazones no tienen viabilidad; necesitamos una transformación integral. «La clásica práctica religiosa de culpar a los pecadores de a pie, a la moral sexual actual (laxa) y al materialismo imperante, pierde de vista el mal estructural», nos dice Elías González y Lanza del Vasto. Por eso el diálogo con madres buscadoras, experiencias de espiritualidades y luchas, resulta fundamental.

Son las «Madres Buscadoras», las maestras de la esperanza y la lucha. Ellas hacen escuela desde las adversidades, desde la resistencia, al no quedarse calladas ni dejar de abrir nuevos caminos de esperanza. ¿Por qué no claudican? «No claudicamos porque queremos encontrar tesoros que nos digan dónde están nuestros hijos e hijas, nuestros esposos. Sin Dios no sabríamos cómo trabajar ante tanto dolor, ante tanto llanto, ante tanto trabajo por hacer. Dios nos da la fuerza para seguir adelante».

A veces creemos que nosotros acompañamos a las madres buscadoras, pero creo que hay un cambio radical de dónde estamos los supuestos «acompañantes»: que somos sensibilizados desde los dolores de las Madres Buscadoras, esposas buscadoras; somos partícipes de un regalo, una gracia, al acercarnos a estas mujeres llenas de lucha, búsqueda, espiritualidad y esperanza.

¿Qué es la esperanza? 

«Esperanza, es la fe confiada en la bondad de la vida. Deseo en una persona de la que aguardamos un regalo» nos dice Iván Illich. «La esperanza implica una nueva apertura a la realidad». Renovada creatividad permanente, agrega Elías González. El esperar-despertar implica el factor sorpresa. Despertar de una somnolencia interna, como la acción de los esperanzados.

Las espiritualidades de la liberación posibilitan la organización y transformación social. La esperanza como fuerza social es una amenaza para los sistemas controladores. La esperanza moviliza a las personas a actuar en la confianza de que lo que se hace tiene sentido aquí y ahora, nadie te diga que debes o no debes hacer, siempre toma lo mejor de todo.

Las Madres Buscadoras, son las expertas de la resistencia y la búsqueda de verdad y vida. Buscan tesoros, restos de sus hijos, hijas, esposos, esposas, gente que se lleva en el corazón. ¿Cómo? Colectivizando, es decir,  transformando la propia pena en colectivo. Esperanzando, provocando esperanza de que nuestras luchas son justas y de que se puede transformar la realidad. Renovando, teniendo una visión de cambio, pero siendo integrales y justas. Luchando, desde todos los ámbitos de la vida. Resistiendo: para abrir nuevos caminos de esperanza desde nuestras luchas.

Confío en quees posible fortalecer nuestras espiritualidades y la búsqueda de justicia. Cuanto más fuertes somos espiritualmente, más capacidad de resistencia tenemos. Nadie debe quitarles a las Madres Buscadoras o cambiar su manera de búsqueda, solo si es para mejorar.

Nosotros, los acompañantes: iglesias, gobiernos, académicos, necesitamos readecuarnos a las necesidades de los colectivos. Construyamos un futuro con esperanza y lucha desde espiritualidades maduras y fuertes y dejarnos acompañar de las luchas de muchos y muchas que nos anteceden abriendo caminos de esperanza, solidaridad, búsqueda de verdad y justicia.


Imagen de portada: Depositphotos

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