El reverendo

Mario Montemayor, S.J.

La pandemia nos ha obligado a recluirnos, y por eso a presentar reseñas de películas ofrecidas en las plataformas. En esta ocasión toca el turno de El reverendo (First Reformed, 2017). Con un guion escrito y dirigido por Paul Schrader, la trama se centra en Ernest Toller (Ethan Hawk) pastor en una capilla histórica en el estado de Nueva York. Toller se encuentra en medio de una gran desesperación en ese momento de su vida. No es de ese tipo de desesperaciones apresuradas, sino de aquellas que son lentas como el sonido crujiente de la madera. Un día por la tarde, al terminar su sermón en un ya rutinario y desangelado servicio religioso, se le acerca Mary (Amanda Seyfried), una joven con algunos meses de embarazo. Mary mira con ojos angustiados al pastor y le solicita que tenga una conversación con su marido para aconsejarlo.

Un día después, el pastor visita a Michael, el esposo de Mary, un deprimido expresidiario, quien es además ambientalista radical. Para éste el futuro de la humanidad es un callejón en llamas, del que no se puede esperar algo alentador.

El cambio climático y la narrativa apocalíptica que acompaña a los grupos en los que ha estado participando no auguran a su hijo, que está por nacer, un buen futuro, por lo que está convencido de que él y su esposa no deben permitir que el bebé nazca.

La historia está envuelta un ambiente grisáceo, solitario e invernal en donde se despliega una trama existencialista que nos deja entrever los límites de la esperanza humana. El reverendo Toller sufre diversos padecimientos que denotan una crisis de fe. Predica a Dios de manera protocolaria y segura, pero tiene múltiples dudas en su interior. Aparecen también constantes embates de recuerdos amargos, como la muerte de su hijo años atrás, o ciertos malestares corporales que lo incitan a luchar por salir de la sequedad espiritual en la que está sumergido.

Además de ser el consejero y rector de la capilla donde comenzaron los primeros servicios de los evangélicos reformados holandeses en Norteamérica, el Toller colabora también en Abundant Life, un centro comunitario muy importante de la localidad. El director de este centro, que funciona como una suerte de patrón de Ernest, es el pastor Joel, un afroamericano experimentado, simpático y jovial. 

Joel le solicita preparar un evento para la conmemoración del 250 aniversario de la fundación de la Iglesia reformada. Sus diálogos, comienzan siendo cálidos y afables, pero se van tornando tensos en la medida en que Toller se va alejando de las posturas y directrices que el centro comunitario tiene que cumplir, puesto que necesita mantener una apariencia respetable ante los patrocinadores y los gobernantes. 

La historia va llevando al pastor Toller a radicalizar su postura religiosa cuando se da cuenta de las contradicciones de los patrocinadores del centro. Uno de ellos, el principal donante, es dueño de una empresa local que genera modos ocultos de depredación del medio ambiente, pero a pesar de eso, mantiene una reputación distinguida por el apoyo que da a la iglesia local. 

Mientras tanto, la cercanía cada vez más evidente entre Toller y la pareja de ambientalistas, va colocando al pastor en una situación en la cual necesita optar por cortar las ataduras de los compromisos económicos y políticos que brindan la seguridad institucional, pero que ahogan la demanda vital por liberar a los cautivos de esta lucha, en donde el entorno natural se encuentra amenazado.

Así, vemos cómo su vida y sus alternativas retratan el fino discernimiento de un hombre religioso angustiado, que se encuentra preso por los requerimientos corporativos que sostienen todo el aparato institucional y del cual penden sus seguridades materiales. Mientras que, en el reverso de la historia, se alberga la posibilidad de liberación, aunque ésta implique detonar los explosivos frente a todo el conjunto de apariencias fútiles e hipócritas en las que se encarna, como diría Hanna Arendt, «la banalidad del mal». 

El solitario pastor —quien ha perdido un hijo en la guerra, está a cargo de una capilla turística con escasa feligresía y sobrevive de los estipendios de los visitantes esporádicos— se encuentra en un momento crucial de su «carrera» como ministro. Se pregunta si debe continuar guardando la compostura, dejando añejar las buenas apariencias y manteniendo la impresión de un hombre religioso centrado y sensato, o si, por el contrario, debe desligarse, confrontar la confianza del establishment religioso y lanzar una señal incendiaria a la institución que lo representa y en la cual ha sido albergado tantos años. 

Finalmente, frente a los acontecimientos cada vez más contradictorios, Toller se siente llamado a quitarse la vida para desenmascarar la complicidad del poder que intenta convertir la ceremonia de conmemoración religiosa en un evento superficial, oficialista y espectacular, donde los reflectores ayudan a engrandecer a las personalidades prestigiosas de la región. Su giro en el camino de fe dará pistas inusitadas sobre las posibilidades que develan el susurro de las cenizas de la esperanza.

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