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¿Por qué nos hemos desconectado del sostén de la vida? El ecofeminismo se ha planteado esta pregunta por, al menos, un par de décadas. Resulta evidente que nuestra relación con la casa común ha sido, principalmente, devastadora.

La teología, la espiritualidad y el medio ambiente son el corazón de esta propuesta para rescatar la vida y replantearnos que no somos el centro de nada, ni del universo ni de la creación, sino parte del tejido de la vida en la tierra y que, si no reconectamos con formas más compasivas con el ser humano y con las demás especies, la creación se acaba, punto.

Cuando Dios enuncia el primer mandato del ser humano y la creación, en la Biblia, dice: “Que (el hombre) tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo”; justamente esa idea que parece simple coloca al ser humano por sobre todo lo demás, distinto hubiera sido el mandato de cuidar, convivir, relacionarse armoniosamente.

El ecofeminismo se replantea esta postura al decir que “La opresión de la mujer y la destrucción del planeta no son dos fenómenos aislados, sino dos formas de la misma violencia. Los dos vienen de una aberrante necesidad de controlar lo que es diferente, lo que no entendemos”.[1]

También es cierto que, durante siglos de guerras para conseguir dominar a esos otros pueblos, personas, territorios, la población masculina salía al campo de batalla, y quienes estuvieron sosteniendo la vida misma fueron las mujeres. Palabras como cuidado, compasión, ternura, afectos, sentido comunitario han estado en el lenguaje de lo ‘femenino’, aunque este concepto sea problemático porque reproduce la concepción binaria del mundo, donde unos están por encima que otras personas y otras especies.

Donna Haraway ha propuesto pensar en un feminismo antiespecista, no sólo para replantear lo androcéntrico y lo antropocéntrico, es más radical en el sentido de que todas las especies merecen ser tratadas con dignidad, ¿es mucho pedir?

Estas ideas parecen descabelladas, se escucha entre la vox populi: “Ahora ya tienen más derechos los animales que los seres humanos”, como una resistencia frente a la idea de que cada especie sobre el planeta, aun las consideradas históricamente como amenaza: las serpientes, los reptiles, los animales “salvajes”, aquellas que, supuestamente, amenazan a la especie humana, podrían extinguirse y no pasaría nada, aparentemente. El punto es que cada especie tiene su valor en la reproducción de la vida y, sin ellas, también se extingue la especie humana, aun las serpientes.

No sólo las teóricas feministas están proponiendo nuevas filosofías para despatriarcalizar el cuidado, están los feminismos comunitarios e indígenas, que no sólo hacen propuestas de pensamiento, están ahí en el territorio, en la lucha por el agua, por la tierra, por la salud, por la vida, sosteniéndola con sus cuerpos.

En México, algunas colectivas por la defensa de la vida son el Ejército Zapatista de Mujeres por la Defensa del Agua (EZMDA), la Organización de Mujeres Ecologistas de la Sierra de Petatlán (OMESP), las Mujeres Nahuas de Zacualpan, Colima, contra la minería, por mencionar sólo algunas.[2]

Defienden el territorio y también la salud, pues varias de ellas están en zonas contaminadas por los agroquímicos, los metales pesados, los desechos orgánicos, etc. Varias de estas mujeres han fallecido a causa de estos contaminantes.

Así, la pregunta sigue abierta: ¿qué clase de humanidad estamos creando y cuál todavía podemos crear? Sin una visión que ponga en igualdad a todos los seres humanos y a todas las especies, lo que estamos creando es enfermedad, escasez y muerte. ¿Y si las nuevas teologías ecofeministas latinoamericanas representaran una puerta para replantearnos el tema de la Creación?


[1] Ress, Mary Judith. Espiritualidad ecofeminista en América Latina. Investigaciones feministas, 1, 2010, pp. 113.

[2] Tapia González, Georgina Aimé. “Ética ecológica y derechos de las mujeres: Un acercamiento a los movimientos socioambientales en México”. Dilemata 21 (2016): 227–252.


Imagen: Depositphotos

Un comentario

  1. ¿Y si las nuevas teologías ecofeministas latinoamericanas representaran una puerta para replantearnos el tema de la Creación? Creo que sí la representan, aunque la propia propuesta de Jesús frente a la idea antropocentrista del antiguo testamento, también lo hace desde hace más de 2,000 años. El problema creo, es que no la hemos entendido, o la hemos tergiversado…
    Gracias Itzelín.

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