Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, entre el carbón y la devoción

«Media centena de fieles de todas edades se asociaban en un culto común, categórico, contagioso».

Francisco Rojas González, Nuestra Señora de Nequeteje.

En el año de 1900 llegaron a Coahuila obreros japoneses, quienes trabajarían en las minas de carbón, propiedad de la Coahuila Coal Company. Este acontecimiento permitió que pueblos como Esperanzas y Palaú se asentaran con identidad. Diez años más tarde, el viernes 30 de septiembre del año 1910, explotó la mina 2 en Palaú; murieron 70 mineros. Ahí fungió como rescatista el minero Eutiquio Canales de la Garza, un «minero viejo» que había trabajado en el interior de las minas desde los 10 años como aguador de los carboneros. Eutiquio rescató a siete japoneses días después de la explosión y que todavía se encontraban con vida. En 1948 Eutiquio Canales fue uno de los fundadores del pueblo Minas de Barroterán. Barroterán es un pueblo católico que venera a la virgen de San Juan de los Lagos. En estos 76 años el pueblo de Barroterán sigue construyendo su identidad y su propia cultura. Es un pueblo relativamente nuevo en Coahuila. Su fe y su devoción se vieron plasmadas el pasado 21 de junio, día en que Nuestra Señora de San Juan de los Lagos visitó el pueblo del que también es patrona.

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El huracán Alberto hacía su última presencia en Coahuila. Ya debilitado sólo jugueteaba con las sotanas rojas de los monaguillos que se movían en sintonía con la lluvia fina que recibía a la figura de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos en Minas de Barroterán. El pueblo le fue fiel, pues hacía más de 20 años que no la veían. En aquel 2005 solamente hizo breves paradas en las capillas, que pronto fueron abarrotadas por los pobladores, dándole oportunidad y privilegio a los más desamparados. El 21 de junio de 2024 la recibieron fieles que le dieron la bienvenida con letreros en sus automóviles, con cantos y porras, con alegrías y con transmisiones en vivo desde sus dispositivos; también la recibieron dolientes, quienes depositaron en ella sus pesares, sus preocupaciones y enfermedades, porque la Virgen de San Juan es muy milagrosa.

«El patrocinio de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos a nuestro pueblo surge desde el momento en el que se erige la parroquia. Me imagino que el sacerdote de aquel tiempo lo hizo con ese anhelo y deseo de que cuidara a los mineros. También con la necesidad de protección y de cuidado hacia ellos nace la devoción aquí», dice en su oficina parroquial el padre Rodrigo Santamaría Aguilar, encargado de la celebración y los festejos a la Virgen Peregrina.

Primero pasó la camioneta con la gran vitrina, precedida por las reinas de cada capilla; el coro de la iglesia, las catequistas y los creyentes. Después los grupos de danzas apaches, los matachines de Barroterán, que van perfectamente coordinados y, por último, vaqueros montando a caballo y cargando un gran estandarte que con devoción presumían lo orgullosos que los pobladores estaban ante su patrona.

Desde hace dos años el padre Rodrigo Santamaría Aguilar oficia misa en la parroquia. Es un padre joven, como también su visión sobre la Iglesia. A su llegada se recuperó la devoción popular que el pueblo tenía. Se retomaron las fiestas patronales, las celebraciones en los barrios, y con frecuencia hay banderines colgados en cuerdas de calle a calle que son testigos del guateque del pueblo.

«Barroterán es un pueblo de fe, es un pueblo donde se plasma hermosamente esa fuerza y la resiliencia hacia las adversidades, como son las explosiones de las minas y de los pocitos. La dureza y la rudeza del modo como se va generando la economía del pueblo. Esa misma rudeza y dureza del trabajo y la vivencia de la realidad del sufrimiento, el pueblo también lo plasma en la fe. Una fe, si así lo quieres, ruda, una fe fría, una fe de manifestación de eso que estamos viviendo afuera en el mundo y que aquí en la Iglesia venimos también a conectar con Dios», dice el sacerdote.

El primer milagro en la Virgen de San Juan de los Lagos cuenta la historia de una niña dedicada a las artes circenses, al igual que sus papás. En 1623, tras ensayar un acto, la pequeña trapecista cayó sobre cuchillos afilados y perdió la vida. Ana Lucía, una señora que consolaba a los padres, le colocó una pequeña figura tallada en madera de la Purísima Concepción en el pecho de la niña, y en pleno velorio mostró signos de vida. Tras el milagro los volantineros llevaron aquella figura de madera con artesanos de Guadalajara, quienes la repararon y le colocaron ropa de lujo. De los artesanos no se supo más, pero según el dicho popular, se cuenta que eran ángeles.

Un pueblo con devoción popular

«Yo creo que la devoción popular termina siendo la identidad de nuestra fe cristiana, y más a la Santísima Virgen María, que es la que custodia y patrocina este pueblo de gente sencilla. Barroterán siempre ha tenido las fibras sensibles de su corazón hacia lo divino, hacia el misterio de la fe que se representa y en la Piedad popular», dice en entrevista para CHRISTUS el padre Rodrigo Santamaría.

El pueblo se organizó para dar la bienvenida a Nuestra Señora de San Juan de los Lagos. A la entrada de Barroterán se alzaban los grandes penachos de los danzantes. Había un par de «viejos de la danza» que eran provocados por un grupo de niños, y los peregrinos cantaban «Virgen, madre, dulce consuelo Virgen de San Juan» con la garganta a detonar. Al llegar a la parroquia las procesiones paralizaron sus pasos, a la vez, los tamboreros bajaron su ritmo para ver cómo la Virgen de San Juan era llevada al interior de la capilla, en donde la espera la puerta abierta y adornada con cascadas de luces anaranjadas. Todo lo anterior sólo podía pasar en los cuentos de Francisco Rojas González, pero no: los danzantes no eran Carlos Mango ni se trataba de la Virgen de Nequeteje; muchos iban a pedir milagros, como en la parábola del joven tuerto. Era Barroterán, que había recuperado sus tradiciones en el momento más adecuado y necesario.

«Cuando yo vengo a Barroterán me doy cuenta mucho de esa sensibilidad a un Dios cercano que se va a manifestando en muchos signos, y de ahí brota el devolverle al pueblo su piedad popular, porque siento que el pueblo estaba perdiendo esa manifestación al exterior de lo que representa la fe. Hoy los danzantes van engalanando esas maravillosas procesiones», dice Santamaría.

He aprendido mucho de Barroterán

Barroterán, además de tener una gran fe, es un pueblo habitado por mujeres trabajadoras, niños que aún conservan la inocencia al jugar futbol en las calles. Para las empresas, las personas de Barroterán son las más trabajadoras. Rodrigo también dice que el pueblo es lugar que más sacerdotes ha dado a Coahuila. «Yo he aprendido mucho de Barroterán», dice orgulloso el padre Rodrigo, y continúa: «Es un pueblo que ama a Dios con todo su corazón y con todas sus fuerzas. Un pueblo que no requiere de grandes discursos teológicos, un pueblo que desea un pastor que esté con ellos y los escuche, que los atienda».

El padre Rodrigo en poco tiempo se adaptó al pueblo y se animó a hacer equipo con cada integrante de la comunidad. El aumento de fieles en la parroquia así lo demuestra. «Su modo de querer lo hace un pueblo de fe viva y de convicción. Barroterán es un pueblo que se defiende ante todo lo adverso», asegura el párroco.

«Barroterán termina siendo vulnerable, la gente termina siendo muy susceptible a todo eso que se va presentando en su vida ordinaria, y que también esa susceptibilidad la manifiesta en su proceso de ir comprendiendo todos estos modos de cómo Dios va actuando». El padre Rodrigo comparte un consejo y un mensaje esperanzador para los habitantes de este pueblo católico: «Sigan manifestando maravillosamente ese amor a Dios, a su parroquia y a la comunidad. Cuando hay una desgracia en la mina, el pueblo se siente y se ve triste, y ésa es una manifestación de unión. Cuando juegan los Barreteros, el pueblo se apasiona y todos celebran con mucha alegría, y cuando miras al pueblo congregarse en su fiesta patronal es también muestra de la fe en Dios y en las personas. Sigan manifestando su devoción a todos los acontecimientos que nos toca vivir».

Al terminar la celebración de la misa en honor a la Virgen Peregrina las campanas tocaron y se dio paso a los juegos artificiales que adornaron el cielo nocturno con destellos rosas, verdes y morados debajo de las estrellas. El espectáculo era contemplado por los asistentes que desde las calles admiraban las detonaciones; los vendedores ambulantes ofrecían su mercancía tradicional de Barroterán.

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