La formación de personas conscientes

Una de las facetas de la espiritualidad ignaciana es la de contribuir a la formación integral de los seres humanos y a partir una amplia gama de aspectos que incluyen desde un profundo discernimiento de la propia individualidad, hasta el liderazgo puesto al servicio a los demás.

Todo siguiendo el modo de proceder de Jesús y siempre en la búsqueda de un Dios que se manifiesta en todos los aspectos de la realidad humana.

Ignacio escribió sus textos más importantes, los Ejercicios Espirituales, las Constituciones de la Compañía y su Autobiografía durante el siglo XVI, pero a partir de estas tres obras, se ha construido un marco pedagógico que todavía es enormemente vigente en nuestra actualidad y que puede seguir dando frutos en la construcción de nuevos modelos educativos, sociales e incluso psicológicos.

Para seguir en la celebración de Ignatius 500, la editorial Buena Prensa ha publicado varios ejemplares, breves y de fácil acceso, que nos permiten adentrarnos desde diferentes perspectivas al modelo espiritual que estableció el fundador de los jesuitas. Muy en la tónica de esta celebración, recientemente nos enviaron a este «Librero», un textito que tiene que ver con los aspectos que planteamos al comienzo y que, en conjunto, dan por resultado una formación integral de los seres humanos.

Desde la espiritualidad ignaciana, un aporte para la formación de personas conscientes, escrito por Nora Beatriz Kviatkovski, RJM, y con un apéndice del jesuita Emmanuel Sicre, nos plantea varias pautas para observar, descubrir, discernir, razonar, sobre la identidad/dimensión personal de cada uno de nosotros y después vincularla con la de los demás, con el «sentido de humanidad», como diría Sicre.

Esta identidad/dimensión nace de la consciencia, un aspecto vital que nos hace humanos, realmente humanos, algo que según el padre Horacio Arango, S.J., citado por la autora, puede entenderse desde tres sentidos «uno muy profundo, íntimo, que se expresa en movimientos del espíritu», el segundo, representado en la posibilidad de darnos cuenta de que existimos y por último, el tercero que implica «una apertura responsable hacia el otro».

Los seres humanos no solamente sentimos o actuamos, sino que, nos dice Kviatkovski «podemos reflexionar sobre eso y preguntarnos por qué ocurre o por qué lo hacemos de ese modo». A partir de este punto de partida, tenemos la capacidad de razonar sobre nuestras acciones y elegir, pero podemos además mirar la acción de Dios en nosotros, ¿a dónde nos nueve? ¿a dónde nos lleva? El paso final sería el evaluar cómo ponemos nuestro actuar en la siguiente dimensión, la del involucrarnos con los demás.

Foto: © halfpoint (Jozef Polc), Depositphotos

El libro sistematiza muy bien estos tres elementos de la conciencia, así como su aplicación desde la esfera antropológica, la bíblica y la ignaciana y nos sabe llevar a cuestionamientos importan- tes. En un mundo en donde priva el narcisismo, la superficialidad y «la ceguera frente al otro», cómo podemos lograr una existencia basada en el honesto conocimiento de uno mismo (en el darse cuenta, según algunos psicólogos lo han expresado) y hacer frente a la tiranía del consumismo, de la competitividad, del egoísmo contemporáneo. Cómo lograr un balance entre todas las partes que fundan nuestra identidad personal, y «dar testimonio con la propia vida de lo bello que es estar con los demás». Todos estos aspectos y cuestionamientos amalgamados nos dan un resumen: ser una persona consciente.

La autora la define claramente; es alguien «que no sólo ha de buscar a conocerse a sí misma, gracias al desarrollo de su capacidad de interiorización y del su cultivo de la espiritualidad, sino también a un consistente conocimiento de la sociedad y de sus desequilibrios».

Desde la espiritualidad ignaciana es una pro- puesta interesante y que recomendamos amplia- mente. A través de sus capítulos, podemos aprender a alejarnos de nuestra zona de confort, de una malsana autoreferrencialidad, para mirar al mundo interno y externo de otro modo. El estudio de Nora Beatriz Kviatkovski, quien ha sido maestra de novicias de las religiosas de Jesús María, ha impartido numerosos talleres para formadores en la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos de México (CIRM) y ha participado, además, como acompañante de los Ejercicios Espirituales, puede ser de gran ayuda. Evidentemente, una autora con tanta experiencia sabe cómo mantener encendida la chispa ignaciana, sobre todo en aquellos que forman o educan desde su pedagogía.

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