Por Alan Faria Andrade Silva y Joaquin Musacchio*
Finalmente, el gran encuentro de la economía de los jóvenes con el Papa Francisco tuvo lugar en la ciudad de Asís, Italia, entre el 22 y el 24 de septiembre de 2022. Con la inspiración profética del libro de Isaías 21:8–12, nosotros, los jóvenes, fuimos invitados a ser centinelas, a poner en práctica los sueños de los ancianos.
Nuestro coordinador científico, el doctor Luigino Bruni, en las reuniones previas, nos preparó para la profecía que viviríamos: sabemos que hoy el mundo atraviesa innumerables crisis y estamos llamados a llevar aliento y esperanza a la sociedad global actual. ¡Y así fue, es y será!
En el evento, además de la inspiración mesiánica profética, nos invadió una gran emoción de poder encontrarnos en carne propia con varios amigos que solamente conocíamos por encuentros virtuales. Pero también la posibilidad de conocer nuevas amistades, así como con propuestas no conocidas por nosotros. Fue un encuentro global con todas las caras de los jóvenes.
En los tres días tuvimos un encuentro con los pueblos indígenas, espacios para compartir proyectos y obras, y escuchar a profesores más experimentados. Y lo más importante, varios testimonios de los jóvenes que están construyendo sobre la base de la Economía de Francisco, que no es una utopía, ¡porque es la realidad!
El 24 de septiembre asistimos a la visita del Papa Francisco, quien nos exhortó a vivir plenamente el evangelio desde una perspectiva socio–económica de inclusión, haciendo hincapié en tres aspectos fundamentales:
- “Mirar el mundo a través de los ojos de los más pobres”.
Debemos decir que la compleja situación existente al interior de los entramados sociales precisa de un sistema justo, que contemple e incluya a cada ser humano. Es por ello que las políticas sociales y económicas se encuentran con el desafío de restaurar las desigualdades o asimetrías vigentes en los Estados y en la comunidad internacional con el objeto de reducir la brecha y el desequilibrio. Por estos motivos necesitamos de un pensamiento crítico hacia la economía del descarte, en la que prevalezca el sentido común y un amor por los desfavorecidos.
2. “Sois sobre todo estudiantes, académicos y empresarios, pero no os olvidéis del trabajo, no os olvidéis de los trabajadores”.
En ese sentido pensamos que los individuos necesitan del trabajo para ser partícipes activos en la “producción y consumo de bienes y servicios (tanto económicos como sociales), en la vida de la comunidad ejerciendo su autonomía a través de su capacidad de elegir y tomar sus decisiones”, como plantean los autores Ane Ferran y Félix Arrieta en su postulado sobre la experiencia de co–creación a partir del espacio compartido, en el que plantean que es fundamental que tengamos en cuenta la dimensión laboral para el desarrollo de las personas, ya que sin trabajo la persona carece de independencia y la posibilidad de autodeterminarse libremente se ve afectada.
3. “Encarnación”.
Sobre este punto es importante detenernos y observar qué entendemos por encarnar la teoría en la práctica. Existen numerosas ideas y reflexiones acerca de cómo deben desarrollarse las relaciones socio–económicas para el bienestar de la población. Ahora bien, cabe preguntarnos ¿cuáles fueron los resultados de esas nociones y conceptos cuando han sido trasladados a la realidad?
Las palabras del Papa Francisco nos interpelaron directamente y nos invitaron a pensar los retos y desafíos actuales desde una revisión exhaustiva de cómo se ha venido respondiendo a los problemas de la exclusión social, del cambio climático, de los “trabajadores pobres”, de las crisis energéticas, entre otras cuestiones.
El Papa Francisco, en su mensaje, nos impulsó a “practicar una economía diferente: la que hace vivir y no mata, que incluye y no excluye, que humaniza y no deshumaniza, que cuida la creación y no la depreda” (Papa Francisco, 2019). En consecuencia, podemos afirmar que recibimos un llamado a planificar el futuro con acciones concretas que proporcionen soluciones a las desigualdades existentes tanto en el plano de los países como en el de la comunidad internacional.
Entender el escenario descrito por el Papa Francisco requiere descubrir las injusticias del presente, vislumbrando que lo que hemos construido hasta aquí no ha brindado respuestas adecuadas. La crisis por la pandemia del covid–19 así lo ha demostrado, que ha exigido la transformación de gran parte de las sociedades y generando grandes interrogantes acerca del futuro de éstas. Retomando lo planteado por el Santo Padre, consideramos que debemos elaborar una hoja de ruta sobre la base de la fraternidad, que permita contemplar “al otro” como hermano, enarbolando la bandera de la inclusión.
En ese sentido retomamos lo expuesto por el Padre Rafael Velasco S.J. sobre la fraternidad en la que plantea que la revolución francesa, legó el modelo democrático, basado en la libertad, la igualdad, no así la fraternidad.
“Libertad e igualdad han tenido movimientos que las enarbolan. La hija pobre y postergada de la revolución ha sido la fraternidad. Justo la que hoy puede salvarnos. Tal vez un aprendizaje que nos va ofreciendo el ‘ahora’, es que no hay igualdad ni libertad si no vivimos más fraternamente, haciendo más lugar en la mesa, superando grietas, trabajando juntos los de diversos espacios políticos, las diversas religiones, las diferentes ideologías, etc. Para que los más vulnerables no sean lanzados como lastre por estribor y puedan vivir un poco mejor en la misma barca”.
Al resumir el mensaje del Papa Francisco, debemos comprender que no basta con políticas de igualdad, más bien tenemos que fomentar acciones que impulsen la participación de todos los sectores a los fines de aunar recursos y compartir esfuerzos para lograr compatibilizar ideas, necesidades, demandas territoriales e iniciativas de los agentes (académico, industrial, económico, productivo, social, estatal, etc.), garantizando como objetivo fundamental la inclusión de los más desfavorecidos en un mundo con una desigualdad en constante aumento.
Finalmente, el Santo Padre oró por nosotros los jóvenes y pidió perdón por haber herido a la tierra:
«Padre, te pedimos perdón por haber herido gravemente la tierra, por no respetar las culturas indígenas, por no haber estimado y amado a los más pobres, por crear riqueza sin comunión. Dios vivo, que con tu Espíritu inspiró los corazones, los brazos y las mentes de estos jóvenes y les hizo salir de una tierra prometida, mira con benevolencia su generosidad, su amor, su voluntad de gastar sus vidas por un gran ideal. Bendícelos, Padre, en sus esfuerzos, en sus estudios, en sus sueños. Acompáñalos en las dificultades y sufrimientos, ayúdalos a transformarlos en virtud y sabiduría. Apoya sus deseos de bien y de vida, los sostiene en sus decepciones frente a los malos ejemplos, hace que no se desanimen mucho y continúen en el camino. Tú, cuyo Hijo unigénito se convirtió en carpintero, dales la alegría de transformar el mundo con amor, con ingenio y con manos». Amén.
Además, se leyó el Pacto de la Economía de Francesco, en el que fue firmado por el Papa Francisco y una joven que representa a todos los jóvenes, que dice lo siguiente:
Nosotros, jóvenes economistas, empresarios y agentes de cambio, llamados aquí a Asís de todo el mundo, conscientes de la responsabilidad que recae en nuestra generación, nos comprometemos hoy, individual y colectivamente a dedicar nuestra vida para que la economía de hoy y de mañana se convierta en una economía del Evangelio, y, por lo tanto:
En una economía de paz y no de guerra.
Una economía que se opone a la proliferación de armas, especialmente las más destructivas.
Una economía que se preocupa por la creación y no hace mal uso de ella.
Una economía al servicio de la persona humana, de la familia y de la vida, respetuosa de todas las mujeres, hombres y niños, ancianos y, especialmente, de los más débiles y vulnerables.
Una economía en la que el cuidado reemplaza el rechazo y la indiferencia.
Una economía que no deje a nadie atrás para construir una sociedad en la que las piedras rechazadas por las mentalidades dominantes se conviertan en pilares.
Una economía que reconozca y proteja el trabajo seguro y decente para todo.
Una economía donde las finanzas son amigas y aliadas de la economía real y del trabajo y no al revés.
Una economía que valore y salvaguarde las culturas y tradiciones de los pueblos, de todos los seres vivos y de los recursos naturales de la Tierra.
Una economía que lucha contra la pobreza en todas sus formas reduce la desigualdad y sabe decir con Jesús y Francisco: “Bienaventurados los pobres”.
Una economía guiada por una ética de la persona humana y abierta a la trascendencia.
Una economía que crea riqueza para todos, que engendra alegría y no sólo riquezas, porque la felicidad que no se comparte es incompleta.
Creemos en esta economía. No es una utopía, porque ya la estamos construyendo. Y algunos de nosotros, en mañanas particularmente luminosas, ya hemos vislumbrado el comienzo de la tierra prometida.
En el evento también se trabajó, junto con el cardenal Michael Czerny, una declaración final construida por los miembros de las aldeas, que se elaboró colectivamente y que representa los desafíos de cada pueblo. Luego fue entregado al Papa Francisco por un miembro de la comunidad.
Así, continuamos con la Economía de Francisco, con la amabilidad y generosidad de poner en práctica cada vez más una economía que hace vivir y conserva el medio ambiente, que está con los pobres y con ellos saben cómo construir la economía del mañana. ¡Y que nosotros, en nuestras realidades y experiencias, siempre elijamos la vida!
Autores:
Alan Faria Andrade Silva
Es abogado, estudiante de doctorado en derecho en la PUC/SP y miembro de CVX Brasil y Economía de Francesco.
Joaquin Musacchio
Es licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Católica de Santa Fe y Magister en Intervención con Personas en Situación de Vulnerabilidad y Exclusión Social por la Universidad de Deusto.
Es miembro de la Pastoral Social de los Jesuitas de la Provincia Argentina–Uruguay y CVX Argentina, y de la Economía de Francisco.