ver más

La cooperativa Verde Esperanza, una buena noticia para los campesinos

Entrevista a Juan Carlos Zesati.

Ésta es una entrevista realizada al sacerdote Juan Carlos Zesati, maestro en Innovación Social y Economía Solidaria por la Universidad de Salamanca. Actualmente se desempeña como encargado de la pastoral campesina de la diócesis de Celaya y es párroco de la comunidad de San Cayetano, en donde fundó la cooperativa Verde Esperanza.

Christus (C): Sabemos que el campo mexicano se está literalmente vaciando, esto, entre otros factores, por la migración de los campesinos a Estados Unidos, por la mala distribución y el bajo costo al que se compran los productos agrícolas (especialmente si se trata de pequeños productores). ¿Cree usted que las cooperativas pueden ayudar al campesinado en estos problemas? ¿En qué sentido?

El campesino necesita condiciones dignas para poder permanecer en su tierra, el primer paso para ello es que su trabajo y el cuidado que le da a ésta sean justamente valorados. Lograrlo individualmente es imposible, pero sí es viable hacerlo a través de un verdadero cooperativismo, en el que la unión de muchos pequeños haga fuerza y sus productos puedan acceder al mercado con un precio justo, que efectivamente llegue a manos del campesino y no se diluya en el largo camino de la comercialización.

C: ¿Nos puede explicar cómo funciona la cooperativa Verde Esperanza (VE) y qué medida ha beneficiado a sus socios? ¿Cómo nació?

JCZ: La cooperativa nació hace ocho años. Dos años antes yo había llegado a prestar mi servicio sacerdotal al noreste de Guanajuato. Las comunidades de la región se ubican en el semidesierto y han sido por muchos años expulsoras de migrantes. La vida campesina se ha visto amenazada, además, por un modelo de desarrollo que ha privilegiado a la gran industria y sólo ve al campesino como posible mano de obra barata.

Foto: © Rosy Padrón, colectivo Verde Esperanza

Por otro lado, la vida en las comunidades ofrece una reserva de valores culturales, sociales y ecológicos que insensatamente estamos destruyendo, con la consiguiente y dolorosa ruptura del tejido social, que ha generado de manera evidente mucho sufrimiento y violencia.

En ese contexto, nuestro interés como comunidad de fe ha sido responder a las necesidades reales de la gente, mirar ahí a donde hace falta colaborar para que haya condiciones más humanas de vida. Abrir cauces para que los jóvenes tengan un futuro en su propia comunidad, para que la vida en el campo sea digna y posible, lo vemos como parte de la Buena Noticia que queremos compartir.

Una de las ideas fue partir de la riqueza que ya se tenía en las comunidades, lo que la gente ya sabía hacer. Así se empezó a gestar la unión de pequeñas productoras —en su mayoría, formadas por mujeres— que se interesaron en capacitarse, trabajar solidariamente y comunicar el valor agregado que su sistema productivo conlleva. La agroecología con la que se trabaja el campo en el ámbito familiar tiene un efecto multiplicador de valores: un alimento sano libre de agrotóxicos, la preservación de las semillas nativas, ver la tierra como patrimonio a preservar y no como mercancía, y la dignidad que se fortalece con proyectos que se enraízan en la autonomía y que rompen prácticas asistencialistas de instrumentalización del campesino empobrecido.

El campesino necesita condiciones dignas para poder permanecer en su tierra, el primer paso para ello es que su trabajo y el cuidado que le da a ésta sean justamente valorados.

Foto: © Rosy Padrón, colectivo Verde Esperanza

Los inicios fueron muy modestos. Empezamos, poco a poco, a buscar lo que llamamos «consumidores solidarios» que valoraran un producto agroecológico y además tuvieran un sentido ético en su compra, sabiendo que con ese precio justo beneficiarían directamente a una familia campesina. El primer producto fue el frijol, posteriormente se fueron añadiendo miel, néctar de maguey, huevo, granola, panadería, cajeta y jabones. Actualmente VE cuenta con 50 socios productores.

En esencia, el productor tiene el beneficio de un precio justo por su producto, que puede llegar a beneficiarle el doble que venderlo a intermediarios. El compromiso del socio es principalmente la participación en la vida de la cooperativa, el trabajo solidario y la capacitación para tener procesos cada vez más eficientes y en armonía con el cuidado de la casa común.

La primera función de VE es la comercialización de los productos, y después administrar eficientemente los recursos de los socios, capacitarlos y procurar su educación en los principios cooperativos, además de fortalecer vínculos con voluntarios e instituciones en bien de los proyectos de la cooperativa.

C: ¿Cómo se puede, a través de una cooperativa como la de ustedes, promover una vida digna para los campesinos y sus familias?

JCZ: La vida digna en el campo se promueve des- de diferentes dimensiones complementarias. Reducir el beneficio al aspecto económico sería miope. Además, sería imposible competir con los ingresos que genera la migración a Estados Unidos. Es necesario partir de la viabilidad económica y un precio justo, pero éste es un medio para promover también la unión familiar, la cohesión comunitaria, la posibilidad de promover los propios valores culturales, la salud, la armonía con la creación y una economía alternativa basada en la solidaridad. En el fondo se busca el ideal del «buen vivir», que defienden los pueblos originarios y que el papa Francisco también rescata.

C: ¿Cuál sería la diferencia entre una cooperativa como VE y las iniciativas meramente asistenciales de algunas entidades gubernamentales?

JCZ: Lo más contrario a la promoción humana es regalar dinero. Existe una larga y triste historia de apoyos públicos o privados cuyo pecado original es no ver a las personas como sujetos con propia dignidad, sino como objetos de beneficencia. Esta manera de obrar ha generado es una cadena de desesperanza, que es uno de los peores daños que se le puede hacer a una comunidad.

Lo que realmente fomenta la vida digna en el campo es la confianza en las mismas personas de las comunidades, en sus talentos y posibilidades. El modelo cooperativo se fundamenta en que cada uno es valioso y puede aportar. Todos tienen voz en las decisiones importantes y la recompensa es proporcional al esfuerzo y trabajo de cada uno. La doctrina social cristiana ha propuesto constantemente la copropiedad de los trabajadores en las empresas como un ideal de justicia social (lamentablemente con muy poco eco). Precisamente la figura de la cooperativa hace realidad al máximo este principio.

«La vida campesina se ha visto amenazada, además, por un modelo de desarrollo que ha privilegiado a la gran industria y sólo ve al campesino como posible mano de obra barata».

C: Existen cooperativas que nacen desde un sustrato totalmente secular, pero en el caso de VE, ésta nace de un proyecto unido a la pastoral social de la Parroquia de San Cayetano. ¿Cómo podría relacionar a esta cooperativa con los valores del Reino de Jesús? ¿Qué aspectos de la fe y de la esperanza mueven a sus miembros?

JCZ: VE se inspira en lo más humanizador del mensaje del Evangelio, «ser buena noticia para los pobres», por esto, la propuesta es universal y no condicionada a la afiliación religiosa. No obstante, los proyectos de economía solidaria no se sostienen sólo con la búsqueda del propio interés, hace falta un fondo espiritual para poner por delante la solidaridad, el bien comunitario y el respeto a la Madre Tierra. La fe se evidencia en la resistencia para seguir sembrando la parcela, y la esperanza es la fuerza que anima el camino hacia un modo alternativo de relación entre personas y creación, eso es el Reino de Dios, una utopía movilizadora.

Foto: © Rosy Padrón, colectivo Verde Esperanza

C: El papa Francisco ha insistido mucho en la sinodalidad y en construir una Iglesia mucho más horizontal, sin las antiguas estructuras piramidales que siempre la han regido. A pesar de que viene desde una iniciativa eclesial, ¿cómo ha funcionado VE, una cooperativa con/para/desde la gente, en donde sus miembros son los que han tomado las riendas para recorrer su propio camino? Aunque cada uno cumple una función especial, finalmente se promueve un modelo sin jerarquías rígidas, ¿cómo relacionaría la sinodalidad con proyectos como éste?

JCZ: El principio democrático es la columna vertebral del modelo cooperativista, y se traduce en la fórmula «un socio, un voto». Se podría pensar un paralelismo entre esta norma y los principios que sustentan la sinodalidad. Hay fundamentos de fe que deben dejar la teoría y pasar a animar la vida eclesial, por ejemplo, la radical igualdad de los fieles por el bautismo, la acción del Espíritu en cada uno y de manera privilegiada en el pobre, el sensus fidei y la conciencia como sagrario donde resuena la voz de Dios.

Los principios cooperativos animan, por un lado, el espíritu de los socios, pero también tienen que encontrar formas concretas de actuación para que se pueda dar un buen gobierno, ejemplo de ello es la asamblea general como órgano supremo y la elección de órganos de gobierno representativos. Algo así debería suceder en la Iglesia: asimilar actitudes sinodales y concretarlas en formas de gobierno que permitan la participación activa de los hombres y mujeres seguidores de Jesús. 

Síguenos en nuestras redes sociales
Suscríbete al boletín semanal

    Enlázate con
    Previous slide
    Next slide