«El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido»
OCTUBRE
Domingo 30
XXXI del Tiempo Ordinario
- Sab 11, 22-12, 2
- Salmo 145(144)
- 2Tes 1, 11-2, 2
- Lc 19, 1-10
¡Qué gran confianza la de quien entra a hospedarse a casa de un pecador! No espera de aquel hombre un nuevo mal, sabiendo que muchas veces así ha respondido, sino confía en que podrá dar frutos de bien, y por eso va a su casa. Su confianza contrasta con la condena que las demás personas ya han cantado sobre Zaqueo, porque la de Jesús es confianza de vida nueva, que reconoce en cada persona un manantial que el Creador ha dejado en ella, agua viva brotando y todavía por dar más. Verdaderamente eres, Señor, como dice la Sabiduría, el amigo de la vida, de la vida que es movimiento, que es oportunidad, que es novedad. Que el Padre nos permita conocer y aprovechar, con cada hermana, con cada hermano, esa oportunidad.
§ Zaqueo se había ganado a pulso el desprecio. Jefe de cobradores de impuestos, concentraba las corrupciones que ese sistema podía traer. Y ese hombre quería ver a Jesús cuando pasara por ahí.
§ Podemos contemplar la escena y mirar a Jesús levantando la mirada para captar al hombre pequeño en las ramas del árbol. Sintamos la curiosidad de Jesús, intrigado por el deseo ferviente de ese hombre de conocerle, porque algo de esperanza se levantó en su corazón cuando empezó a escuchar de él.
§ Quiere ofrecerle ahora a Zaqueo la oportunidad de conocerlo, que aquél había deseado tanto. Mira cómo le dice: “hoy quiero hospedarme en tu casa” y contempla la alegría en el rostro del publicano, que finalmente puede abrir las puertas de su casa y su corazón a alguien que le puede traer la Buena Noticia de Dios: hay otra vida que construir, relaciones que sanar, y Zaqueo se apunta a la tarea, lleno de felicidad.
§ Ciertamente, “hoy ha llegado la salvación a esta casa” y en el mundo se ha abierto un camino de fe y conversión por el que podemos andar.
