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El mito del Éxodo

Por Mónica Mínguez Franco-Cristianismo y Justicia

El nombre del segundo libro de la Biblia, Éxodo, es una palabra griega que significa “salir” y apunta al pueblo de Israel saliendo de Egipto. Sin embargo, este libro no fue escrito originalmente en griego, por lo que Éxodo no es su nombre original. Leyendo el libro en hebreo encontramos que su nombre original es Shemot (שמות), que significa «nombres»; la alusión a su significado se encuentra en su primer verso: “Estos son los nombres de los hijos de Israel que vinieron a Egipto con Jacob; vinieron cada uno con su casa…” (Éxodo 1:1).

Para la mente hebrea antigua, un nombre no era solo un título único o identificativo de una persona, sino que hablaba del carácter o destino de alguien. Así pues, Moisés significa «sacado»: él mismo fue sacado de las aguas del Nilo y su vida sirvió para sacar a Israel de Egipto. Los nombres tienen un significado valioso.

Lo primero que Dios quiere que entendamos en este libro es que Él conocía los nombres, o el carácter y el destino, de su pueblo en Egipto: no solo una persona, sino “cada uno con su casa”. Al comienzo del libro, leemos los nombres de los que bajaron a Egipto: se nombra a cada uno de los hijos de Jacob, que son los mismos nombres que más tarde se convirtieron en nombres de las tribus israelíes.Todo el “Libro de los Nombres” describe las luchas y muchos giros en la vida de Israel. Pero desde el principio, Dios sabía y estaba cuidando de ellos.

La palabra hebrea para nombrar Egipto es Mitzrayim (מִצְרַיִם), que sugiere tener origen común con “sitio estrecho”. Esta concordancia nos remite no sólo al lugar geográfico sino a cualquier otro lugar simbólico donde la consciencia es constreñida. El exilio de Israel y su sufrimiento en Egipto (Mitzrayim) son representación de las diferentes formas de sufrir que experimentamos las personas cuando perdemos contacto con nuestra verdadera naturaleza y quedamos atascados en estados de conciencia estrechos y constreñidos o cuando permanecemos esclavizados por comportamientos o mentalidades inflexibles.

En la tradición hasídica se considera que continuamente dejamos o podemos salir de Egipto cada vez que nos abrimos a la conciencia del Absoluto y experimentamos nuestro ser como incluido en el Ser infinito de Dios. En este momento pasamos de la limitación del sitio estrecho a la expansiva interconexión con todos los seres. Este estado de unidad abre el corazón al Amor. Es este Amor por Dios y por todos los seres lo imprescindible para la sanación y transformación del mundo. La comprensión de que todos los seres son uno hace nacer la compasión hacia su sufrimiento lo que nos obliga a actuar con empatía y nos lleva a querer luchar contra la opresión y el sufrimiento humano en todas sus diferentes formas. Este despertar al Absoluto, a una misma y a la otra conduce a la acción social.

Volviendo al nombre original del libro -Shemot/Nombres- encontramos que el primer nombre revelado es el del Absoluto (Ex 3, 14): Ehyeh asher Ehyeh (אֶהְיֶה אֲשֶׁר אֶהְיֶה)‎‎ y que correctamente se traduce por “Yo seré lo que llegaré a ser”. Y encarga a Moisés que todo su pueblo lo nombre como Ehyeh (Yo seré/Lo que llegaré a ser). En esta forma del nombre del Absoluto se abre una puerta enorme a las posibilidades. Si el Absoluto está en proceso de llegar a ser, emergiendo continuamente de nuevo en cada momento, eso significa que nosotros podemos nacer continuamente de nuevo. Conocer este giro en el nombre revelado de Dios nos abre a la oportunidad continua de cambio, de la libertad para cambiar.

El nombre inefable de Dios -YHVH (יהוה)- es la iniciación al misterio del no-saber, al misterio de la incertidumbre, porque él mismo no es estático, no tiene límite sino que es un proceso de despliegue. Al igual que el Nombre innombrable no tiene límite, la persona está llamada a no limitarse, abriendo la senda a encontrar su propio nombre eterno, ofreciéndose a una presencia incondicional para que el misterio del llegar a ser le sea revelado. Esto supone una incondicional rendición de nuestras teorías preconcebidas para estar completamente presentes para ser testigos de la emergencia de la Presencia, al tiempo que facilitamos otro espacio para que las otras personas sean también.

En esencia, sólo si salimos de nuestro propio universo conceptual -nuestro Egipto- dejamos que las otras emerjan del suyo.


Este texto fue originalmente publicado en Cristianismo y Justicia, quien otorgó derechos de reproducción.

Imagen de portada: Alexon-cathopic

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