El arquetipo de la diosa madre

Una vez mi hija me preguntó: ¿Cómo pudo Dios crear al universo si no puede embarazarse? Todas las personas hemos tenido madre y en la religión también. El arquetipo de la diosa madre tiene una larga historia, los íconos han sido prestados y reinterpretados, una y otra vez. En México, el culto más importante lo tiene la Virgen de Guadalupe, pero esa imagen fue pasando de generación en generación, no sólo en Latinoamérica, sino en Europa, Oriente Medio y Egipto, en orden cronológico: Isis, Innanao Ishtar, Démeter, Coatlicue, la Virgen de Guadalupe, y podríamos ampliar hasta más de once mil vírgenes, considerando sólo las representaciones cristianas.

Esta revisión es mitológica, iconográfica e histórica, ya que el valor religioso que cada una de estas representaciones del arquetipo de la madre a lo largo del tiempo ha sido tan variado como amplio.

Se podría decir que Isis es la primera madre (madre universal). Incluso, entre las corrientes del new age, se le considera la madre de la humanidad, proveniente de las estrellas. Y no es casualidad, porque se la ha catalogado como diosa del cielo, estrella de la mañana, representación de Venus, entre muchas otras.

Isis —cuyas principales características fueron heredadas de la diosa egipcia Hathor, en el 2000 a.C.— se convertirá en la principal inspiradora de la representación de la diosa madre, por dos cuestiones muy concretas: la primera, iconográficamente, por ser el arquetipo de la madre lactante, la madre nutricia, cuyo valor trascenderá en prácticamente todas las culturas venideras y, para la religión católica, por ser la base para el primer relato que habla de resurrección. La segunda, es la vuelta a la vida dado por lo femenino. Isis resucitó a Horus de la muerte, pero la gran diferencia con el catolicismo es que aquella resurrección se da con fines meramente reproductivos, en donde la sexualidad tuvo un papel fundamental para la gestación y la reproducción de la vida.

La siguiente transformación que tendría Isis en la cultura sumeria sería a Ishtar o Innana, diosa del amor y, nuevamente, de la sexualidad —es que empíricamente no podría haber maternidad sin amor y sexualidad, de ahí la importancia de estos conceptos en prácticamente todas las culturas y religiones—. Ishtar combinaba estos aspectos con los roles de madre, amante, esposa y hermana. Además, se creía que unificaba a las familias, un papel ya muy cercano al que tomaría en el catolicismo, cientos de años después. Otra característica importante es que, en la cultura sumeria, Ishtar sería degradada al inframundo, al igual que lo vimos con la historia de Lilith, para luego perder su estatus de deidad femenina.

Enseguida, la cultura griega retomó los relatos de Isis como una figura «helenizada», cuya representación tendrá una fuerte relación con la figura de la madre nutricia, la lactancia, el cuidado primordial de la vida, entre otros roles, acercándola cada vez más a una diosa, mucho más próxima a la maternidad que a la sexualidad o el amor erótico. Pero también tomó un giro como reina de la tierra en la figura de Deméter, ligada a las flores y a los frutos que, como veremos más adelante, ocuparía un papel, para nuestras culturas latinas, mucho más vinculado a la fertilidad.

Por lo anterior, sería un error pensar que la figura de Isis pasó directamente a la imagen de la Virgen María, pero lo que sí se fue integrando es el arquetipo de la madre que siempre ha existido en todas las culturas y religiones. La única que nunca fue elevada a categoría de deidad sería la Virgen María; la diferencia proviene del rol que adquirió, únicamente como madre, negando la sexualidad y la sabiduría que provenían de las otras diosas.

Finalmente, en Mesoamérica, la figura de la Virgen María tuvo un lugar donde enraizar, precisamente porque la Coatlicue o Madre de todos los dioses, madre universal, simbolizaba la identidad proveniente de la tierra u origen. En ese entonces la madre era la que dotaba la atadura con la comunidad de origen, con el cultivo, la fertilidad, el terruño; la patria era, en realidad, la matria, el origen. Con estas características, vinculadas más a la maternidad y a la fertilidad, la representación de madre en la Virgen María alcanzaría la misma fertilidad que la Coatlicue, dando a luz a la forma sincrética de la Virgen de Guadalupe.

Así, sea por medio de la sexualidad o como hálito divino, la madre en nuestra cultura tiene una enorme importancia y relevancia. Pasó de diosa sabia, fuerte, con una abierta sexualidad, a un rol de fertilidad puro, a la maternidad como papel preponderante y fundamental.

Para saber más:

Arqueotimes (sa). Préstamos iconográficos: de la diosa Isis a la Virgen María. Disponible en versión electrónica en: https://arqueotimes.es/prestamos-iconograficos-de-la-diosa-isis-a-la-virgen-maria/

Florescano, E. (2005). La diosa madre y los orígenes de la patria. Disponible en versión electrónica en: https://cdigital.uv.mx/bitstream/handle/123456789/280/2005133P7.pdf?sequence=2

Fernández, J. (1966). El mictlan de Coatlicue. Estudios de Cultura Náhuatl6, 47–53. Recuperado de https://nahuatl.historicas.unam.mx/index.php/ecn/article/view/78568

Marín Ceballos, M. C. (1973). La religión de Isis en “Las Metamorfosis” de Apuleyo. Habis, 4, 127–179.

Martínez Leyva, J. E. (2022). Tonantzin Guadalupe. Crónica, México. Disponible en versión electrónica en: https://www.cronica.com.mx/opinion/tonantzin-guadalupe.html

Pryke, L. (2019). Ishtar. World History Encyclopedia. Disponible en version electrónica en: https://www.worldhistory.org/trans/es/1-271/ishtar/

Imagen de portada: Vanesa Guerrero, rpm-Cathopic

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