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Con este número queremos celebrar los diez años del pontificado de Francisco, sobre todo la segunda etapa marcada por su encíclica Fratelli tutti y los sínodos de la Amazonia y de la Sinodalidad, eventos que han cambiado notablemente el rumbo de la Iglesia.

Como pastor, el papa ha enfrentado grandes retos, entre ellos, la reforma eclesial, los abusos y la pederastia clerical, además de la disolución de los privilegios de ciertas instituciones que antes parecían intocables; la participación de las mujeres y la inclusión de todas las voces que siempre habían permanecido al margen, invisibilizadas.

Pero, pese a todos los escollos que ha tenido que sortear, el papa ha transmitido siempre un mensaje de esperanza. La esperanza de quien se abre al diálogo y propone respuestas ante la adversidad. La esperanza de quien reconoce que la humanidad, todos sus miembros incluidos, puede caminar en conjunto para lograr un proyecto común. La esperanza, en fin, de quien le apuesta al perdón y la reconciliación.

La Iglesia ha adquirido un rostro distinto gracias a Francisco. Más que sentarse en un nicho inamovible o en la comodidad de sus recintos, ha salido a la calle y a las periferias; está a la escucha de quienes la necesitan; reconoce sus errores y busca sanar las heridas y reparar los daños que como toda institución humana ha podido tener. Esta nueva Iglesia también ha mostrado, a través de sus gestos y movimientos, lo que todavía falta, ha echado luz sobre sus carencias y todo aquello que no se ha puesto suficientemente sobre la mesa y que llama a continuar sinodalmente esa conversación, pero, sobre todo, a proseguir en búsqueda de los cambios que haya que hacer para conseguir un balance y una nueva proyección hacia el futuro.

En esta realidad tan lastimada por las guerras, la crisis de refugiados y migrantes, el deterioro ecológico y las desigualdades sociales y económicas, Francisco ha traído un viento fresco para limpiar nuestra casa común. Desde Roma, pero también desde Canadá, Bairén y los países de la Amazonia, ha viajado para llevar un mensaje muy claro y fundamental: «El amor abre fronteras, supera miedos y diferencias». Invitamos a nuestros lectores a profundizar en este caminar del papa. 

Foto: © Edwin Alexis Rivera Hernández, Cathopic

Un comentario

  1. Muy interesante la apertura humana, nos sentimos identificados y no marginados , cómo sucede con los millonarios de este país Guatemala. Junto con los franciscanos blanquean dinero no pagando impuestos y es más rerribuyendoles los impuestos que pagamos al final de cada año fiscal ONG,S qué descaradamente lo hacen Al pobre solo lo usan para ofrendar,manejando maquiavélica mente los medios informarivos

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