
En este mes de agosto el Papa León XIV nos invita a orar con él por la convivencia común: «Oremos para que las sociedades en que la convivencia parece más difícil no sucumban a la tentación del enfrentamiento por motivos étnicos, políticos, religiosos o ideológicos».

Dos especialistas en estudios sobre la Iglesia católica contemporánea analizan el legado del papa Francisco y las probables direcciones que podría seguir el papado de León XIV.

Meditación del santo padre León XIV a los participantes en el jubileo de los seminaristas

En su encíclica Evangelli Gaudium, en 2013, el papa Francisco propone cuatro principios que orientan la actividad diaria y las decisiones que tomamos.

Hoy en día, con mucha frecuencia la comunicación no genera esperanza, sino miedo y desesperación, prejuicio y rencor, fanatismo e incluso odio. Muchas veces se simplifica la realidad para suscitar reacciones instintivas; se usa la palabra como un puñal.

Mucho se recuerda a Francisco como el primer papa latinoamericano, cosa absolutamente cierta. Nacido y crecido en el barrio Las Flores, en Buenos Aires, un barrio de gran identidad porteña.

La Iglesia no puede ser indiferente ni al clamor de la tierra ni al clamor de los pobres. Por eso, el Papa Francisco en su encíclica Laudato si’ de 2015 nos habló de la urgencia de atender la crisis climática como “una sola y compleja crisis socio-ambiental”.

Entre la primavera del Concilio Vaticano II y el pontificado del papa Francisco, hubo para el diálogo interreligioso, según nos dice el teólogo español Victorino Pérez Prieto, un gélido invierno en la iglesia.

La muerte produce siempre un efecto de recapitulación. Es posible que la de Francisco genere una nueva mirada sobre su figura y su significado.Esa mirada, si la construimos o captamos, nos permitirá, quizás, seguir sorprendiéndonos y descubriendo cosas en el futuro. Más allá del Cónclave y del próximo papa, pase lo que pase en el mundo y en América Latina.

Hace diez años, el Papa Francisco nos entregó un grito y una esperanza. No una simple encíclica, sino una hoja de ruta. No un tratado doctrinal, sino un llamado a la conversión más profunda de toda la humanidad. Fue, y sigue siendo, un clamor urgente y profético: Laudato Si’, sobre el cuidado de la Casa Común.