
En sus primeros encuentros con la Compañía de Jesús, el papa Francisco nos solicitó a los jesuitas compartir nuestra espiritualidad y nuestras habilidades para el discernimiento como dones a la Iglesia. Eso nos llevó a diseñar un programa de formación para el liderazgo.

«Predicar el Evangelio (cfr. Mc 16, 15; Mt 10, 7-8), esta es la tarea que el Señor Jesús encomendó a sus discípulos. Este mandato constituye “el primer servicio que la Iglesia puede prestar a cada hombre y a toda la humanidad en el mundo de hoy”. A esto fue llamada: a anunciar el Evangelio del Hijo de Dios,

La Iglesia necesita que todos seamos profetas, es decir, hombres de esperanza, siempre directos y nunca débiles, capaces de decir al pueblo palabras fuertes cuando hay que decirlas y de llorar juntos si es necesario.

A Nuestro alrededor, pero a veces también en nuestro interior, encontramos realidades de muerte: física, espiritual, emotiva, social. ¿Nos damos cuenta o simplemente sufrimos las consecuencias de ello? ¿Hay algo que podamos hacer para volver a dar vida?».

Terminamos un 2021 en medio de grandes cambios, desde los que ocurrieron a nivel global hasta los que tuvimos en nuestra esfera personal. Fue un año marcado por las secuelas del covid, la aparición de la tercera ola de contagios, la llegada de la vacuna y un retorno gradual a algunas actividades.

«Espero que todos los que se inspiran en Ignacio y en la espiritualidad ignaciana puedan vivir realmente este año como una experiencia de conversión».

Los tiempos en que vivimos exigen respeto mutuo y fraternidad, por eso la encíclica Fratelli Tutti tiene un gran significado en el escenario actual. Con este documento, el Santo Padre nos enseña caminos concretos para construir un mundo justo y pacífico a través del respeto a los derechos humanos y el servicio al bien común.

Fragmentos de la encíclica Laudato Si’ sobre el cuidado de la Casa Común.