El Dios bondadoso que se ha revelado en su muy amada Creación tocó el corazón de Francisco de Asís, inspirándolo para exclamar: «Alabado seas, mi Señor».
Dos especialistas en estudios sobre la Iglesia católica contemporánea analizan el legado del papa Francisco y las probables direcciones que podría seguir el papado de León XIV.
En su encíclica Evangelli Gaudium, en 2013, el papa Francisco propone cuatro principios que orientan la actividad diaria y las decisiones que tomamos.
Hoy en día, con mucha frecuencia la comunicación no genera esperanza, sino miedo y desesperación, prejuicio y rencor, fanatismo e incluso odio. Muchas veces se simplifica la realidad para suscitar reacciones instintivas; se usa la palabra como un puñal.
Mucho se recuerda a Francisco como el primer papa latinoamericano, cosa absolutamente cierta. Nacido y crecido en el barrio Las Flores, en Buenos Aires, un barrio de gran identidad porteña.
La Iglesia no puede ser indiferente ni al clamor de la tierra ni al clamor de los pobres. Por eso, el Papa Francisco en su encíclica Laudato si’ de 2015 nos habló de la urgencia de atender la crisis climática como “una sola y compleja crisis socio-ambiental”.
Entre la primavera del Concilio Vaticano II y el pontificado del papa Francisco, hubo para el diálogo interreligioso, según nos dice el teólogo español Victorino Pérez Prieto, un gélido invierno en la iglesia.
La muerte produce siempre un efecto de recapitulación. Es posible que la de Francisco genere una nueva mirada sobre su figura y su significado.Esa mirada, si la construimos o captamos, nos permitirá, quizás, seguir sorprendiéndonos y descubriendo cosas en el futuro. Más allá del Cónclave y del próximo papa, pase lo que pase en el mundo y en América Latina.
Hace diez años, el Papa Francisco nos entregó un grito y una esperanza. No una simple encíclica, sino una hoja de ruta. No un tratado doctrinal, sino un llamado a la conversión más profunda de toda la humanidad. Fue, y sigue siendo, un clamor urgente y profético: Laudato Si’, sobre el cuidado de la Casa Común.
Dios nos escucha. Y cuando le pedimos en nuestras oraciones, un pastor según su corazón, nos mandó, por doce años, a un buen pastor que no se cansó de recordarnos que el nombre de Dios es Misericordia.