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Para hablar de teología queer voy a tener que citar algunos autores varones, blancos, occidentales y privilegiados, no porque comparta sus ideas, sino ante la reiterada pregunta: ¿por qué no hay referentes serios en el tema de las disidencias? Sí las hay, pero como una vez tuvo que argumentar Gayatri Spivak en su texto «¿Puede hablar el subalterno?» (que dicho sea de paso debió traducirse como ¿Puede hablar la subalterna?) para poder pasar a través del Ojo de Saurón de la academia y la teología, solamente se puede construir desde sus propios referentes, que son esos. 

También lo dijo Michel Foucault, que vivíamos en una sociedad que vigila y castiga a todo lo diferente, así como Jacques Derrida, quien hizo énfasis en la deconstrucción de los referentes de la modernidad, o Gilles Deleuze, quien proponía cuestionar todo orden establecido, digamos que conformaron una corriente hermenéutica, que luego derivaría en el pensamiento contrahegemónico, contragenérico, biologicista y binario. 

Es así como, a través de estas corrientes postestructuralistas, surge el pensamiento de Judith Butler, Paul Preciado y Marcella María Althaus–Reid, entre muchas otras que han cuestionado las categorías heterocisnormadas, aunque en este texto me centraré sólo en el pensamiento de Reid. 

En el pensamiento de Althaus–Reid hay muchas tesis, pero aquí me voy a referir a tres de ellas: 

1) No somos imagen y semejanza de Dios, sino al contrario, las características teológicas son un constructo histórico y social, que además están atravesadas por el lenguaje y que han venido obedeciendo (y establezco esta forma gramatical para referirme a que están en constante cambio) a los regímenes religiosos, políticos, culturales, económicos y todas las otras cuestiones que pudieran estar ancladas al orden social establecido. 

No es justificación, pero si quienes pensaron a Dios estaban dentro de un orden eclesiástico, monoteísta y patriarcal, no debería extrañarnos que eso sea lo que derivó en una gramática hegemónica de la sexualidad, porque las mujeres y las disidencias no estuvieron en la praxis histórica de la palabra escrita, no podían expresar sus propias ideas a través de ella, y pues eso tuvo sus consecuencias. 

Lo anterior no justifica el argumento de que no podemos pedirle que haya sido distinto porque entonces no había los referentes que hay actualmente, y sí, ciertamente en el siglo XVI, por ejemplo, no teníamos la palabra mujer (se escribía muger en los diccionarios de la lengua española), ni la palabra homosexual, ni la palabra disidencias, pero ya no estamos en ese siglo y sí hay nuevos referentes; quizás no han sido igualmente validados que los históricamente correctos, pero las hay, y están tratando de cuestionar esa gramática hegemónica. Eso que excluimos lo construimos previamente, y no fue un acto de la noche a la mañana, fue el resultado de una suma de responsabilidades históricas de quienes estuvieron al frente de una jerarquía patriarcal. 

2) Que Dios se pensó encarnado en la figura de Cristo y en su ethos fundante existe una kénosis (vaciamiento) del poder de Dios, y en varias de sus enseñanzas —no pocas— se lo entrega a las personas diferentes (la samaritana, las prostitutas, los excluidos y revictimizados en su enfermedad como la lepra, etc.), entonces, por qué social y religiosamente insistimos en categorizar a Dios como lo contrario de su propia propuesta: como un Dios obediente del poder. 

«Una kénosois cuir entonces podría consistir en involucrarse con Dios como parte de un proyecto teológico que busca hacer que Dios pierda el camino, es decir, facilitar el propio acto de desempoderamiento de Dios, pero sin presuponer que se sabe cuál es el poder original que hay que dejar ir», explica la autora en su libro Dios Cuir (Universidad Iberoamericana, 2022). 

Exacto, aquí está la clave de lo que no queremos dejar ir, si sabemos y somos conscientes de que, para construir nuevas categorías teologales incluyentes, habría qué dejar ir el poder, y eso dudo que suceda en el futuro inmediato ¿o sí? 

3) ¿Quién puede hablar de Dios y ejercerse desde lo que habla? «Un Dios irónico no es sólo multiplicidad, sino que además significa que Dios pertenece a ese género gay por excelencia, la ironía, que puede definir y redefinir el arte divino de ser gay. Divinamente gay, las personas no–heterosexuales tienen mucho qué compartir y decir acerca de Dios, fuera de los límites de la ideología heterosexual», dice Althaus–Reid. 

Desde esta pregunta existen muchos cuestionamientos de los que ya hablaré más adelante. ¿Quién puede hablar de Dios? ¿Quién puede ejercer los sacramentos? ¿Quién puede representarse a través de la figura de Dios? ¿Caben todos o es una teología excluyente? 

Para saber más: 

Spivak, G. C. (2002). ¿Puede hablar la subalterna?. Asparkía. Investigació Feminista, (13), 207-214. 

Althaus-Reid, M. (2022). Dios cuir. Universidad Iberoamericana AC. 


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