Tonantzin Guadalupe

La Virgen Guadalupe tiene un significado cultural polisémico. Desde su lugar central y originario en los altares de las iglesias hasta ser estandarte–bandera en la lucha de la Independencia, lidereada por el cura Miguel Hidalgo, y, cien años después, durante la Revolución mexicana, cuando también los revolucionarios del sur, encabezados por Emiliano Zapata, retomaron este gesto. Ella, Tonantzin Guadalupe, es motivo de murales en los barrios más marginados y también de otras obras de arte que juegan en el campo artístico sofisticado; ella es motivo para ser estampada en la ropa y hasta tatuada en lo profundo de la piel.

La complejidad histórico–genética del acontecimiento Guadalupano y su modo de gestarse en la actualidad incita a salir de los lugares comunes con que es interpretado, es decir, superar algunos cuadros a priori para aproximarse a la riqueza de la devoción y celebración de la Virgen de Guadalupe. Entre éstos, y quizás el más difundido, se encuentra el de concebir una religiosidad popular como contrapuesta a una religión oficial, que si bien contribuye en la reflexión se presenta como insuficiente y reduccionista para captar la profundidad del acontecimiento guadalupano. Otro de ellos, en una dimensión histórica, es aquel que concibe el evento guadalupano en el escenario de los conquistadores y los conquistados, en el que la Virgen de Guadalupe sería la estrategia más exitosa de la conquista, a través de una conquista espiritual, es decir, una invención sumamente creativa de los misioneros para llevar a cabo la evangelización de los antiguos mexicanos.

Las fuentes históricas indican que el culto a la Virgen de Guadalupe pasó, en las primeras décadas posteriores a la caída de México–Tenochtitlan, por un proceso de sospecha y hasta de intentos de combatir su culto debido a que a ciertas autoridades les hacía pensar que, en realidad, se le rendía culto a la diosa azteca Tonantzin.  Esto se refleja en la «actitud de algunos franciscanos, como el provincial Francisco de Bustamante [que predicó en 1556 contra la atracción que generaba en los fieles] y Bernardino de Sahagún, adversa al culto de Tonantzin Guadalupe en el Tepeyac» según refiere Miguel León–Portilla en su obra Tonantzin Guadalupe. Pensamiento náhuatl y mensaje cristianoen el Nican Mopohua (p.89). A este respecto, el historiador en esta misma obra (p.7) cita a De Sahagún, quien escribió en su obra Historia general de las cosas de Nueva España que «en este lugar [que se nombra Tepeyácac] tenían un templo dedicado a la madre de los dioses, que la llamaban Tonantzin y que quiere decir Nuestra Madre. Allí hacían muchos sacrificios a honra de esta diosa. Y venían a ellos de más de veinte leguas de todas las comarcas de México y traían muchas ofrendas. Venían hombres y mujeres, mozos y mozas a estas fiestas. Era grande el concurso de gente en estos días y todos decían Vamos a la fiesta de Tonantzin. Y agora que está allí edificada la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, también la llaman Tonantzin» (p.7).

En consecuencia, se tiene que la devoción y el culto a la Virgen de Guadalupe fue un largo proceso hermenéutico de consolidación o, en otras palabras, un proceso dinámico de interpretación, de negociación epistemológica en los creyentes, quienes fueron y somos dinámicos en nuestra vida de fe. En este sentido, tal proceso histórico de la devoción y culto a la Virgen de Guadalupe que se vive hasta nuestros días se presenta, en una perspectiva cristiana, como forma del sensus fidei del Pueblo de Dios. En su documento «El sensus fidei en la vida de la Iglesia», la Comisión Teológica Internacional expresa que «los fieles poseen un instinto para la verdad del Evangelio, que les permite reconocer y adherirse a la auténtica doctrina y práctica cristianas».

Esta forma del sensus fidei se realiza y configura en estrecha relación con la imagen de la Virgen de Guadalupe, que funge como mediación de una compleja estructura de significados generadores de sentido espiritual y religioso en el marco original de dos culturas, la española y la mexicana. El texto, en un sentido semiótico, de la imagen de la Virgen de Guadalupe, transmitida en la tradición como la tilma de Juan Diego, está en unidad con otro gran texto que es el relato conocido como Nican Mopohua, obra literaria de altísima calidad y belleza. Respecto a este texto, León–Portilla señala dos hechos: «Hay dos hechos que tengo por evidentes. Uno es que, además de ser este texto una joya de la literatura indígena del periodo colonial es también presentación de un tema cristiano, expresado en buena parte en términos del pensamiento y formas de decir las cosas de los tlamatinime o sabios del antiguo mundo náhuatl. El otro hecho, también insoslayable, es que la figura central del relato, Tonantzin Guadalupe —más allá de la demostración o rechazo de sus apariciones—, ha sido para México tal vez el más poderoso polo de atracción y fuente de inspiración e identidad» (p.14).

La religiosidad popular como forma del sensus fidei, en este caso las prácticas celebrativas en torno a la Virgen de Guadalupe, se presentan, entre sus distintas manifestaciones, como espacios de producción cultural y como lugar de resistencias frente a una realidad social —económica y política— que provoca sufrimiento y muerte en nuestras comunidades. Además, en una cultura patriarcal, la figura de la Virgen de Guadalupe desempeña una función crítica, pero esto depende de una hermenéutica que sea libre de ideologías de sumisión, que son contrarias al Evangelio. El machismo y la violencia contra la mujer que se vive en México se genera en un ámbito patriarcal, al grado de provocar mucho sufrimiento y muerte.

Por último, en la devoción a la Virgen de Guadalupe, como forma del sensus fidei y entre las potentes notas teológicas en el Nican Mopohua, está el hecho de que María va a las periferias de la ciudad, al cerro del Tepeyac, llevando el Evangelio, a Juan Diego que, como los profetas, se siente incapaz de semejante misión. Ella se dirige a aquel cerro y visita aquel pueblo que se conformaba en una dramática gestación, para llevar la Buena Noticia del amor y misericordia de Dios. También hoy en la dramática situación de violencias que padecemos en nuestro país y el mundo continúa estando con su pueblo en la búsqueda de una vida de paz.


Para saber más:

León–Portilla, Miguel. Tonantzin Guadalupe. Pensamiento náhuatl y mensaje cristianoen el Nican Mopohua, FCE, México, 2000.

Nican Mopohua. Narración de las Apariciones de la Virgen de Guadalupe.

El sensus fidei en la vida de la Iglesia, Comisión Teológica Internacional (CTI).

Murgia, Michela. God save the queer. Catechismo feminista, Einaudi, Turín, 2022.

2 respuestas

  1. En todas los tiempos, y lugares La Virgen María es fiel a su opción de ensalzar y acoger a los humildes,,, y se manifesta a los sencillos, que la acogen como refugio según sus más apremiantes necesidades. Es España, que llaman «la tierra de María Santisima», no conozco ninguna aparición que no sea a los pobres…
    Se le olvida… cuando se asumen otros «dioses»…

  2. Encuentro excelente este artículo; me parece un análisis impecable, profundamente teológico y enormemente aclarador, sobre todo porque tiene en cuenta también el «sensus fidei» sin dejar de lado las notas históricas y teológicas que deben tenerse siempre en cuenta, todas ellas, al evangelizar, como pide el Concilio Vaticano II, la religiosidad popular y la predicación. El pueblo-pueblo cristiano merece este tipo de análisis. Agradezco mucho este artículo y utilizaré sus afirmaciones.

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