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Organización comunitaria y cuidado de la vida

Entrevista a Miriam Sakb’el

En esta entrevista dialogamos con Miriam Sakb’el, compañera tsotsil de Chiapas, respecto a la relación entre la espiritualidad y la defensa del territorio. Miriam nos comparte su caminar con comunidades originarias, el vínculo entre el cuidado de la vida y la espiritualidad en estos pueblos, y cómo, de forma natural, éste se traduce en su defensa.

ELÍAS GONZÁLEZ GÓMEZ (EGG): ¿Cómo vives y entiendes la relación entre espiritualidad y defensa del territorio desde tu propio caminar con las comunidades?

MIRIAM SAKB’EL (MS): Si bien algunos pasos son míos, éstos son siempre acompañados, desde mi palabra a la palabra de otras y otros muchos, con los que voy compartiendo la vida de diferentes formas. Mi nombre es Miriam Barranco, en lengua maya tojolabal es Miriam Sakb’el (amanecer). Soy defensora territorial comunitaria y educadora popular, y milito en espacios organizativos autónomos. Nací en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, y soy del pueblo maya, tsotsil. Mi padre y mi madre vinieron de pueblos originarios. Soy de esta primera generación que no habla la lengua de mi pueblo, a partir de esta maquinaria etnocida que es el estado mexicano y sus procesos de desarraigo que históricamente han impuesto a los pueblos. Siento que he podido tomar conciencia de ello y me ha llevado a volver a mi corazón, a mis raíces, y por ahí van también andando estas prácticas de la espiritualidad y la defensa del territorio.

La defensa es desde ahí, desde querer recuperar las raíces y que ese corazón vuelva al corazón comunitario, con el apego a la Madre Tierra siendo guardianas y guardianes de ella. Reconocemos como sagradas a las montañas, la tierra, el agua, las semillas. En lengua tsotsil decimos que tienen ch’ulel, tienen espíritu y son sagradas, por lo tanto, nuestra relación es de gran respeto. La naturaleza no es un recurso para explotar, como la ve el capitalismo que todo quiere transformar en mercancía. La tierra tiene espíritu y el agua también, están en relación y también con nosotros, por eso hay que pedir permiso y convivir. No es que la defensa territorial esté de un lado y la espiritualidad de otro, es lo mismo porque esa espiritualidad se vive desde esa defensa. No hay que encontrar la razón por la cual luchar, la propia espiritualidad es cuidar el territorio. No es que me convenga defender la tierra porque es un recurso que me da comida, sino que con la tierra vivo; es un vínculo del corazón con el corazón del cielo y de la Tierra.

EGG: ¿Cuáles son las prácticas cotidianas que en colectivo has vivido, y qué estás haciendo? ¿Cuáles son estas acciones?

MS: Siento que camino en diferentes espacios. Papá y mamá salieron desde jóvenes, dejaron el pueblo para vivir en la ciudad. A mí me tocó crecer en un espacio semiurbano, en las periferias de la ciudad, que era denominado «comunidad», donde estábamos pueblos sin tierra, tsotsiles, tseltales, ch’oles. Así fue hasta que la ciudad comenzó a extenderse, aunado a la pulverización del tejido social, y mi comunidad pasó a llamarse «colonia». Ésa fue mi primera experiencia de defensa territorial. Recuerdo prácticas como las asambleas y la toma de acuerdos para luchar por las tierras, ver por los espacios comunes, el agua, o cuestiones de educación y justicia. La comunidad se encargaba, había trabajos comunes y colectivos. Todo esto lo relaciono con mi caminar de defensora comunitaria, actualmente, en la zona selva–fronteriza de Chiapas, con las comunidades tojolabales.

Lo que rescato son estas formas colectivas de tomar decisiones. Desde el poder dar paso a la palabra, al diálogo; sin centralizarlos. Otro aspecto es creer en la tierra, ahí se concentra nuestra espiritualidad; hacer comunidad, vivir la espiritualidad, es creer en la tierra. Para eso es necesario conocerla, y eso se logra cuando aterrizamos nuestra vida en lo sencillo y elemental, sin afán de acumular. Creer en la tierra es uno de los pilares de la espiritualidad, y se vive a través de prácticas muy cotidianas, trabajándola. De niña aprendí que «éramos» comunidad. Ahora, caminando en la cañada tojolabal, hablan de los cuatro pilares de la comunidad, que juntos conforman la palabra «tata», que significa abuelo. La primera «t» es la tierra en común y no tierras privadas, consiste en ser guardianas y guardianes de ella; la primera «a» se refiere a las asambleas comunitarias, para dar lugar a la palabra con espíritu en la toma de decisiones; la segunda «t» son los trabajos colectivos, y la segunda «a» es de alegría, la fiesta que mantiene viva a la comunidad. En los pueblos se trabaja mucho; el trabajo con la tierra es duro, pero también hay mucha alegría, mucha fiesta.

EGG: ¿Cómo ves la situación actual en México? ¿Cómo la experimentas tú y los pueblos con los que caminas, en términos de defensa del territorio y de amenazas puntuales de los megaproyectos?

MS: Lo que actualmente se denomina la «Carretera de las Culturas» forma parte de los megaproyectos que se están realizando en las llamadas «zonas económicas especiales», como el interoceánico ahí en el istmo de Tehuantepec. Estas megaobras están fracturando la parte del istmo, pues conecta con las zonas económicas especiales. La Súper Carretera conectaría la costa de Chiapas con Palenque, donde estaría la primera estación del Tren Maya y de ahí los mil 500 kilómetros de vías recorriendo la península de Yucatán.

Desde hace años se viene denunciando a esta Súper Carretera porque va a atravesar comunidades tseltales, tsotsiles y ch’oles. Para los pueblos esas montañas son sagradas; ahí hacemos nuestras peticiones de agua cada 3 de mayo, son espacios comunes. En otras comunidades se atravesarán manantiales, ¿para qué queremos carreteras si nos vamos a quedar sin agua? También está la minería con concesiones de muchos años, así como el monocultivo de palma africana que tanto está secando la tierra.

Foto: © Miriam Sakb’el

Se mantiene la resistencia y defensa territorial de los pueblos. Aun con la fragmentación y cooptación de comunidades a través de los programas asistencialistas disfrazados de «derechos» que ofertan las políticas gubernamentales. Con denuncias y marchas se lograba parar por un tiempo la actividad de las diferentes empresas, pero después reactivaban labores. Hay mucha complicidad e impunidad; algo que reflexionamos en estos momentos es cómo la violencia se ha incrementado por parte del crimen organizado. Este otro actor ha entrado de manera muy violenta, disputándose plazas y el control de los territorios. Son pocas las zonas en Chiapas «seguras» que no están en guerra de algún tipo. Hay, pues, un triángulo integrado por el crimen, las empresas y el estado, porque este último es el que ha militarizado Chiapas desde hace décadas. Es un triángulo criminal. Da miedo porque ya no nos van a meter a la cárcel por manifestarnos afuera de la planta de una empresa, sino que aparecen sicarios o personas armadas de las mismas compañías coludidas con el crimen organizado. Ya no es fácil poner el cuerpo. Lo que quieren es implantar el terror.

EGG: ¿Te gustaría compartir una invitación o reflexión final?

MS: Desde nuestras diversas geografías, el llamado es a mirarnos, empatizar y organizarnos ante toda esta situación de violencia y terror que se está imponiendo; avivar la llama de la dignidad, que hace que surjan diversas formas de lucha. Acá es parte de la memoria que tienen los pueblos de resistir, de organizarse. Lo que buscamos es recrear y asegurar la vida, y para esto se están generando ejercicios para crear e imaginar algo más allá de los límites impuestos; de imaginar y soñar otras formas de vida y crearlas desde el poder organizativo colectivo, desde lo común. A través del sanar y del buen comer nos vamos curando del terror y del miedo. Nos sanamos en comunidad y con la Madre Tierra, desde lo pequeño y cotidiano, creando formas organizativas autónomas que defienden la vida. Una forma de solidaridad es luchar desde donde estemos, con las personas con las que convivimos y caminamos, porque esta maquinaria criminal del estado, con empresas extractivistas y crimen organizado, va imponiendo la muerte y la explotación sobre todos los territorios. Aferrarse a que la vida sea posible, para eso necesitamos organizarnos. 

Foto: © Vytautas Markūnas SDB, Cathopic

«Desde nuestras diversas geografías, el llamado es a mirarnos, empatizar y organi-zarnos ante toda esta situación de violencia y terror que se está imponiendo; avivar la llama de la dignidad, que hace que surjan diversas formas de lucha».

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