«Mis esperanzas para el proceso sinodal»

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n esta ocasión dialogamos con Opoku Onyinah, quien participó como delegado de la Iglesia pentecostal en la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos de la Iglesia Católica. Su perspectiva abre nuevos puentes para el diálogo ecuménico en vistas de un Evangelio encarnado en los retos del mundo actual.

Elías González Gómez (EGG): ¿Podría contarnos con sus palabras un poco sobre usted?

Opoku Onyinah (OO): Representé a la Fraternidad Mundial Pentecostal (FMP) como su delegado fraterno para la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos de la Iglesia Católica. Entre otras cosas, soy el expresidente inmediato de la Iglesia de Pentecostés mundial, con sede en Ghana y miembro de la Comisión de Unidad Cristiana de la FMP, miembro de la sexta y séptima fase del Diálogo Católico y Pentecostal. También soy copresidente de la Misión Pentecostal Africana. Es desde este telón de fondo como puedo presentar mi perspectiva de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos.

EGG: ¿Cómo fomenta el Sínodo la unidad y aborda los retos de la inclusión de diversas tradiciones cristianas en los procesos sinodales?

OO: La inclusión de 16 delegados fraternales de diversas tradiciones ortodoxas, protestantes y pentecostales fue para subrayar el compromiso con el ecumenismo, fomentando la unidad, el entendimiento mutuo y el diálogo. Su presencia enriqueció los debates con diversas perspectivas cristianas, apoyando la misión de la Iglesia de salvar las diferencias teológicas y profundizar las relaciones interconfesionales en todo el mundo.

Al reflexionar sobre mis experiencias como representante pentecostal, reconozco el profundo potencial de fomentar el diálogo y la colaboración interconfesional. El énfasis en el discernimiento guiado por el Espíritu y la «Conversación en el Espíritu» resuena profundamente con la tradición pentecostal, mostrando el poder transformador del Espíritu Santo para guiar nuestro camino colectivo.

El compromiso de abordar cuestiones contemporáneas críticas, como la inclusión de la perspectiva de género y el papel de la Iglesia en la sociedad, indica la voluntad de comprometerse con los retos de nuestro tiempo. Aprendiendo unos de otros y adoptando un espíritu de apertura podemos trabajar para construir una Iglesia que no sólo refleje el amor de Cristo, sino que también actúe como un faro de esperanza en un mundo fracturado.

EGG: ¿Por qué es importante que este tipo de procesos incluyan el ecumenismo y el diálogo interreligioso y cuáles son sus esperanzas al respecto?

OO: Como delegado pentecostal, mis esperanzas para el proceso sinodal estaban arraigadas en el poder transformador del diálogo sincero, el respeto mutuo y la guía del Espíritu Santo. Deseo fervientemente que el compromiso del sínodo de «caminar juntos» no sólo fortalezca a la Iglesia católica internamente, sino que también profundice sus relaciones con hermanos y hermanas de otras tradiciones cristianas, incluida la mía.

Foto: © Opoku Onyinah

Espero que este proceso alimente un espíritu de escucha más profundo, en el que no sólo se escuchen todas las voces, sino que también se tengan verdaderamente en cuenta. En una Iglesia sinodal hay espacio para reconocer las diversas formas en que Dios se mueve entre su pueblo, guiándolo cada vez más cerca de Cristo. Desde mi perspectiva pentecostal aporto una herencia que valora profundamente la guía del Espíritu Santo y la fe vibrante de los creyentes corrientes. Una experiencia sorprendente ocurrió durante una de las sesiones de intervención, mientras el papa estaba presente y guardábamos un periodo de silencio. En ese momento, entré inesperadamente en un estado como de trance. Durante este silencio tuve una visión: había un gran edificio eclesiástico con la puerta principal abierta de par en par. En la entrada había dos individuos —un hombre y una mujer— colocados en el dintel de la puerta. Más allá de la entrada, una enorme rueda giraba acompañada de velas encendidas. Las dos personas intentaban con frecuencia apagar la luz que salía de la rueda.

Mi discernimiento personal sobre la revelación es que la visión podría ser una advertencia o visión profética, sugiriendo que la Iglesia (o una parte de ella) se encontraba en un momento crítico, con oportunidades para avanzar en su misión (la puerta abierta y la rueda giratoria). Sin embargo, podría haber fuerzas, posiblemente dentro o alrededor de la Iglesia, que estaban trabajando para suprimir la luz de la verdad y la revelación de Dios. El momento de la visión, el 4 de octubre, que es la Fiesta de san Francisco, y durante el Sínodo en presencia del papa, podría implicar que el mensaje era especialmente relevante para los debates del Sínodo. Sin embargo, su significado podría tener implicaciones más amplias para la Iglesia universal, ya que siempre hay fuerzas opuestas que intentan suprimir la luz de la verdad de Dios y la revelación dada a la humanidad.

EGG: ¿Qué espera del proceso sinodal?

OO: Espero que, a través de una escucha atenta, el camino sinodal aprecie estas dimensiones de mi tradición, reconociendo que el Espíritu puede hablar a menudo en lenguas inesperadas y a través de personas inesperadas.

Además, rezo para que el camino sinodal fomente la humildad y la honestidad. El verdadero diálogo implica riesgo, el riesgo de dejarnos cambiar por lo que oímos. Mi esperanza es que todos los participantes, católicos y no católicos por igual, encuentren el coraje para dejar de lado supuestos arraigados, abrir las historias y teologías de nuestras comunidades con un espíritu de arrepentimiento cuando sea necesario, y reconocer humildemente nuestras limitaciones humanas. Esa humildad proporciona un terreno fértil para que la gracia de Dios transforme las relaciones y sane viejas heridas.

Además, espero una mayor unidad en el testimonio cristiano. Vivimos en un mundo acosado por la división, la injusticia y el sufrimiento. Espero que el proceso sinodal no se limite a las estructuras de gobierno de la Iglesia o a los debates internos, sino que conduzca a un frente más unido para compartir el Evangelio y servir a los marginados de la sociedad. Si un camino sinodal ayuda a católicos y pentecostales, junto con otras comunidades cristianas, a colaborar con más confianza —alimentando a los hambrientos, acogiendo a los extranjeros y curando a las familias rotas—, entonces el fruto de estas conversaciones será verdaderamente evangélico.

Por último, espero que este viaje sinodal suscite una nueva apertura a los dones del Espíritu Santo. Los pentecostales suelen hacer hincapié en el poder del Espíritu para renovar, reavivar e inspirar a la Iglesia. A medida que avanza el camino sinodal, confío en que el discernimiento revele nuevas formas de ser Iglesia, nuevos ministerios y nuevas formas de evangelización que acerquen a las personas a Jesucristo. Esto requerirá una postura de expectación y confianza, abrazando la noción de que no recorremos este camino solos, sino guiados y acompañados por el Espíritu, que nos conduce a toda la verdad.

De cara al futuro, es esencial que la familia cristiana, en sentido amplio, continúe estas conversaciones, asegurándose de que nuestra misión colectiva siga basándose en los principios de unidad, participación y responsabilidad. Juntos podemos cultivar una expresión de fe vibrante y relevante, que abarque diversas perspectivas, se comprometa activamente con los retos de nuestra era y fomente una conexión más profunda con lo Divino. Con este espíritu, embarquémonos en el viaje que tenemos por delante, arraigados en la colaboración, fortalecidos por el Espíritu Santo y comprometidos con una visión compartida de una Iglesia unificada por el bien del mundo.

En resumen, mis esperanzas para el proceso sinodal son que pueda fortalecer la capacidad de la Iglesia para escuchar, aprender humildemente, construir puentes de unidad, servir al mundo y permanecer abierta a la obra creativa del Espíritu Santo. Si estas esperanzas dan fruto, este viaje sinodal será recordado no sólo por las profundas conversaciones que suscitó, sino también por el testimonio vivo que produjo en nuestro testimonio compartido de Jesucristo. 

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