El Dios bondadoso que se ha revelado en su muy amada Creación tocó el corazón de Francisco de Asís, inspirándolo para exclamar: «Alabado seas, mi Señor». Cuatro palabras en las que se expresa el amor a un Dios fiel con su Pueblo, y de un hijo que encuentra a su Dios en toda la Creación. Estas mismas palabras del «pobre de Asís», dan título a la primera encíclica del papa Francisco, en la que plasmó su preocupación auténtica por nuestro mundo, y por la «única y compleja crisis socio–ambiental» (L.S. 139) que vivimos. A diez años de la encíclica Laudato Si’, y ahora con el liderazgo del papa León XIV, es pertinente preguntarnos: ¿Cómo sentir el mensaje profético de esta encíclica, para mantener viva la esperanza? ¿Qué nos pide Dios hoy, como Iglesia y como sociedad?
Para esta reflexión, pensemos en la imagen de un puente, cuya función es conectar y facilitar la movilidad humana, pasando sobre ríos o acantilados peligrosos, pero estando bien anclado en dos o más puntos de la tierra. Considero que Laudato Si’ es un puente que vincula los dos pontificados, de Francisco y León XIV, que da continuidad a la preocupación por nuestra humanidad y nuestra Casa Común, y reitera la necesaria reconciliación con Dios y con toda la Creación.
En el primer capítulo de Laudato Si’ somos invitados a comprender y leer los signos de los tiempos desde una perspectiva teológica, con algunos síntomas que afectan nuestro modo de habitar la tierra, que también provocan que nuestra experiencia religiosa no pueda ser vivida con paz. Pensemos en los grandes problemas que causan la contaminación y el cambio climático (L.S. 20–22), la crisis por el agua a escala mundial (L.S. 27–31), y en la pérdida de biodiversidad como signo de destrucción del don de Dios para con nosotros (L.S. 30–32). Es en estos puntos en los que la Doctrina Social de la Iglesia se mantiene como uno de los cimientos que ayudan a cuidar de la muy amada Creación de Dios, denunciando con voz profética el deterioro de la calidad de la vida humana y la degradación social (L.S. 43–46), la inequidad planetaria que afecta directamente a los más pobres del mundo (L.S. 48–52) y reitera la opción preferencial por los pobres como fundamento de nuestra fe en Jesús. A diez años de la publicación de esta encíclica, el contexto geopolítico y social parece estar aun más fragmentado por las múltiples guerras simultáneas que erradican la vida de millones de personas.

Papa Francisco, imagen realizada con IA- Cathopic
«¡La paz esté con todos ustedes», gritó con fuerza el papa León XIV al presentarse ante el mundo como sucesor de Pedro, animando a mantener la esperanza en Cristo Resucitado. Desde ese momento, presenciamos que el trabajo por la paz mundial se convirtió en otro de los grandes cimientos que sostienen el puente entre Francisco y León, evidenciando que, para llegar a esta paz tan anhelada, necesitamos examinar nuestra realidad con la mirada siempre en Cristo.
Asimismo, en sus discursos, homilías y exhortaciones León XIV ha retomado algunos de los principales problemas teológicos de Laudato Si’ como eje de sus catequesis. Por ejemplo, cuando el paradigma tecnocrático crea una comprensión errónea del ser humano (L.S. 101), y cuando el antropocentrismo desviado evidencia que los seres humanos nos sentimos «dueños del mundo» (L.S. 115–116), queda expuesta la ruptura de nuestra relación con Dios, puesto que la desarmonía con la creación es un síntoma de la desarmonía con el Creador (L.S. 118–121).
Entonces ¿cómo mantiene viva la esperanza el primer papa agustino ante esta compleja crisis socioambiental evidenciada por Francisco? Si con la encíclica Rerum Novarum (1891) León XIII impulsó con fuerza la Doctrina Social de la Iglesia desde una perspectiva laboral, el nuevo impulso que León XIV puede dar a la misión de la Iglesia es la comprensión e instrumentación de la Ecología Integral de Francisco (L.S. 137). Es entonces cuando los nuevos cimientos en los que se apoya nuestro puente reiteran que la «solución a los problemas ambientales debe estar necesariamente ligada a la justicia social (L.S. 137), integrando el cuidado de la cultura como un factor fundamental de la Ecología integral (L.S.141), y en la reinterpretación del Principio del Bien Común (L.S. 156–158)» que pide ampliar nuestra solidaridad al pensar en futuras generaciones.
Puedo proponer muchos otros cimientos para este puente, porque al sabernos colaboradores de la construcción del Reino la creatividad emerge como fruto del deseo de seguir a Jesús. Sin embargo, un último cimiento fundamental para nuestra época es el uso de la tecnología como herramienta que puede construir o destruir la Creación de Dios. Pensando en esta dimensión actual, frente a los miles de misioneros e influencers digitales, reunidos en Roma para celebrar el jubileo de la Esperanza, León XIV los exhortó a «reparar las redes». Sería erróneo de nuestra parte reducir esta frase a una simple invitación a crear contenido de calidad en redes sociales. Más bien, el papa «hijo de san Agustín» evidenció la urgencia de llevar el Evangelio a los medios digitales para animar a todo el mundo, pero en especial a los más jóvenes, a no dejarse atrapar por el desánimo y la desesperanza. Esta misión es central para nuestra Iglesia, y debe ser una realidad en la que el discernimiento haga que nos cuestionemos: ¿el mensaje que transmito en mis redes sociales pone en el centro a Jesús, o caigo en una vana gloria?
A diez años de Laudato Si’ pareciera que todos los esfuerzos por el cuidado de la Creación y la construcción de una Fraternidad Universal han sido pocos y sin sentido, haciéndonos pensar erróneamente que «sin Francisco, ya no hay continuidad». Sin embargo, cuando en julio de 2025 León XIV celebró por primera vez la Misa para el Cuidado de la Creación, desde el nuevo Borgo Laudato Si’, el evangelio de Mateo, propuesto para esta liturgia, reitera con fuerza y esperanza el mensaje de Jesús, al que Francisco y León XIV nos exhortan a vivir con esperanza: «Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura (Mt 6, 24–34)».
Demos gracias a Dios por la unión de ánimos de toda nuestra Iglesia, que busca cuidar de la muy amada creación de Dios, y pidamos que, en tiempos de crisis, la conversión auténtica a Dios nos ayude a buscar la Paz y a trabajar por un mundo más humano y justo para todos.