Sergio Guzmán, S.J.
«Ver nuevas todas las cosas en Cristo» es el lema de este Año Ignaciano en que celebramos los 500 años de la conversión de san Ignacio.
Este es un tiempo propicio para volver a las fuentes ignacianas, recuperar la vida del fundador de la Compañía y el ejemplo de algunos de sus miembros, formados en este carisma. Recomiendo aquí cuatro películas que nos pueden ayudar a reflexionar sobre las propias heridas, la conversión y el llamado que Cristo nos hace de mirar la realidad con nuevos ojos.
Ante las complicaciones que todavía representa la pandemia y asistir a las salas de cine, estas películas están disponibles en línea.
La Misión (Dir. Roland Joffé, Reino Unido, 1986, 125 min.)
Este filme, ganador de la Palma de Oro en el Festival de Cannes y además un clásico de la cinematografía, se desarrolla en el siglo xviii y tiene como escenario las cataratas de Iguazú y las misiones jesuíticas en Suramérica. En ella vemos al padre Gabriel ( Jeremy Irons, formidable en su papel), quien se adentra al territorio guaraní tras el martirio de algunos misioneros compañeros suyos. Va con su Biblia y un oboe que será un elemento que lleva a los indígenas a aceptar al sacerdote y el Evangelio. Entre sus seguidores está Rodrigo (un Robert De Niro también excelente), un mercenario y extraficante de esclavos guaraníes, que sigue todo un proceso de conversión (un aspecto que viene muy a cuenta con el Año Ignaciano) y recibe el perdón de sus antiguas víctimas, para posteriormente ingresar como novicio a la Compañía de Jesús. Cuenta con una excelente fotografía de Chris Menges y una estupenda banda sonora a cargo de Ennio Morricone, que contribuyen, sin duda, a la belleza de esta película.
A la luz de él, de todos los contenidos sobre los que nos propone para reflexionar y a partir también de los Ejercicios Espirituales (EE) podemos preguntarnos: ¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo hacer por Cristo? (EE, 53).
La película se puede ver gratuitamente en este enlace.
El manto negro (Dir. Bruce Beresford, Canadá, 1991, 101 min.)
Otra película de época, nos sitúa a mediados del siglo xvii, en un territorio hostil de lo que después sería Canadá. Los miembros de la Compañía de Jesús reciben el permiso de las autoridades para realizar una misión evangelizadora entre los hurones., un pueblo que se encuentra en pugna con los iroqueses y que además ha sufrido las consecuencias de una epidemia.
El jesuita francés Laforque toma esta encomienda y realiza un viaje, no exento de peligros, al lado de un muchacho nativo, quien le sirve como intérprete. A lo largo de su travesía, este sacerdote irá aprendiendo sobre la espiritualidad y los valores de los indígenas a quienes busca evangelizar, pero sobre todo, se transformará interiormente y profundizará la perspectiva sobre su fe, una virtud que él consideraba inconmovible. Acompañemos al padre Laforque en este viaje interior, pero también en el recorrido que hace a lo largo de los imponentes paisajes de invierno del bosque canadiense y tengamos presente una petición de los EE (91, 20 preámbulo): «pedir gracia a nuestro Señor para que no sea sordo a su llamamiento, sino presto y diligente para cumplir su santísima voluntad».
La película se puede ver gratuitamente en este enlace.
¿Quién sabe cuánto cuesta hacer un ojal? (Dir. Ricardo Larraín, Chile, 2005.
Esta película relata la historia de san Alberto Hurtado desde su niñez y juventud hasta su entrada a la Compañía de Jesús. Todo transcurre a principios de 1900, cuando el joven Alberto (Iván Álvarez de Araya, en una actuación estupenda y creíble), se pregunta por el sentido de su vida, por su fe como cristiano y por su vocación. En esta búsqueda pronto nos conectamos con él y lo acompañamos en los diferentes escenarios en los que florecerá su vocación: cuando va al campo, a la universidad o en la labor que realiza a favor de unas costureras; cuando sale con los amigos, cuando ora y conversa con el sacerdote que funge como su director espiritual y cuando platica con su madre (interpretada por María Olga Matte). Sabemos que ella desempeñó un papel muy importante en el desarrollo espiritual y en el discernimiento vocacional de su hijo a quien aconsejó: «es bueno juntar las manos para orar, pero es mejor aún abrirlas para dar». Esta emotiva película nos cuestiona y nos invita a unir la fe con las obras (cfr. St 2, 17-18), un rasgo notable en san Alberto, quien dedica su vida a mejorar las condiciones de los más necesitados.
La película se puede ver gratuitamente en este enlace.
Ignacio de Loyola (Dir. Paolo Dy, Filipinas, 2016, 118 min.)
La película nos presenta un acercamiento diferente a san Ignacio y nos permite aproximarnos a su vida desde una narrativa ágil y con un ritmo más contemporáneo. En ella se sigue el camino o los pasos del héroe, pero además podemos encontrar diferentes arquetipos (utilizados en varias escuelas psicológicas) y varias facetas ignacianas sobre las que podemos reflexionar. Al comienzo vemos al Ignacio-huérfano. Sabemos que el santo fue huérfano de madre a los seis años y de padre a los dieciséis. Bien logradas son las escenas y flashbacks en que vemos a Ignacio como niño y adolescente escuchando los consejos de su padre. Está presente además el arquetipo del guerrero reflejado en las batallas de Ignacio como capitán, pero también en toda la lucha del buen y del mal espíritu en su interior. El arquetipo del bienhechor lo vemos en varias escenas; por ejemplo, cuando ayuda en los hospitales y pide limosna para sí y para otros. Finalmente, encontramos el arquetipo del loco, cuando sus familiares y algunas personas en Manresa «lo tiran a loco». Al respecto, Ignacio hablará más tarde en los EE, y expondrá sus deseos de «ser estimado por vano y loco por Cristo que primero fue tenido por tal» (67). Un excelente filme que puede ser también para nosotros una forma de plantearnos el camino espiritual.
La película se puede ver gratuitamente en este enlace.