¡Cómo ha quedado sola la ciudad populosa!
La grande entre las naciones se ha vuelto como viuda,
La señora de provincias ha sido hecha tributaria.
Amargamente llora en la noche, y sus lágrimas están en sus mejillas.
No tiene quien la consuele de todos sus amantes;
Todos sus amigos le faltaron, se le volvieron enemigos.
Lamentaciones 1, 1-2
Con estas palabras inicia el texto bíblico de Lamentaciones. Se refiere a Jerusalén. La disputada, la idolatrada que hoy se desangra por la codicia colonial de quienes simulan desposarla para despojarla. La Biblia alude al momento en que el amigo revela su verdadero rostro enemigo, en que -al modo de la genealogía nietzscheana- el amante se vuelve violador asesino.
Entre la memoria religiosa y la violencia del Estado colonial, la nostalgia mal entendida de la Jerusalén celeste anegó de sangre a la Jerusalén terrestre. En 1967, tras la anexión de los territorios de Cisjordania, el Sinaí, la Franja de Gaza y el Golán sirio, según narra el sociólogo Lev Grinberg,[1] el entonces Primer Ministro Levi Eshkol dijo a la Ministra de Relaciones Exteriores Golda Meir que él entendía que «ella estaba complacida con la dote, pero no con la novia». Hoy se cumple en su momento más cruel ese oscuro deseo: quedarse con la dote (la tierra) pero deshacerse de la novia (el pueblo palestino).
Fue la crónica de un genocidio anunciado (que en 1967 radicalizó la violencia iniciada décadas antes). Se expresaba con falsas metáforas: «una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra», «del desierto hicimos un vergel». Ni desierto ni vergel: arrasar la tierra para la llegada de refugiados que huían del antisemitismo europeo, pero que llegaban infectados del mismo virus racista que los expulsó.
El colonialismo es europeo. El orientalismo es europeo. El Estado nacional es una invención de Europa. El chauvinismo, también, es europeo. El antisemitismo, sólo es europeo. El orientalismo, inspirado en la estirpe noájida, soñó con los esponsales de la figura bíblica afeminada de Sem con la del viril Jafet. Y en su deseo de quitarse de encima a los semitas (judíos) les ofreció el título de jafetianos si emigraban a lo que Europa consideraba «Oriente Próximo».
Así, los refugiados (estrenando investidura europea) desembarcaron en el occidente de Asia para imponer un Estado-muro orientalista que, como todos los muros (que sólo saben ser coloniales), sólo dejaría pasar (hacia Europa en este caso) la parte de la dote, dejando a la novia empobrecida entre lágrimas y lamentaciones. Con la nueva investidura jafetiana, las hasta entonces víctimas del antisemitismo europeo se volvieron voceras de ese mismo odio al semita que las había expulsado. El racismo orientalista convirtió al amigo en enemigo, determinando la adversidad entre judío y árabe y, así, Golda Meir codició la dote fuera de las manos de la novia indeseada (sin entender que esa novia estaba arraigada a su tierra con amor profundo). Por su parte, el gran triunfo de Europa (con el sionismo cristiano británico a la cabeza) de la mano del nazismo, consistió en deshacerse de los semitas inoculándoles el antisemitismo. Un siglo más tarde, el feminicidio metafórico se consuma como genocidio real. Genealogía de la moral colonialista: en la figura del Estado de Israel traicionó a la memoria judía y consuma de manera impune el genocidio del pueblo palestino.
A velocidad tecnológica febril, el genocidio más documentado de la historia en tiempo real se acompaña de negacionismo instantáneo. La mayoría de los líderes del mundo, socios en la necroeconomía de la industria bélica estadounidense-israelí, se muestran cómplices.
Otros no se expresan por temor (o subordinación). Sólo unos pocos, desde el sur global, alzan la voz y demandan ante la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional. La parresía es un arte que se cultiva desde abajo. Urge que el humanismo mexicano, aunque se sume tarde, alce su voz y vuelva acto la verdad.

Imagen: Depositphotos
(1) Lev Luis Grinberg, “Sin palabra. En busca de un lenguaje para resistir ‘la Cosa Sin Nombre’ israelí”, trad. Federico Donner, Nombres Revista de filosofía, Nro 23, 2009, pp.171-191
**Texto presentado en el Foro por Palestina en Matamoros, Tamaulipas organizado por Tras letras el 18 de julio de 2025. La versión original de este texto se publicó en el blog de Buena Prensa quien autoriza su reproducción.
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Ser voz de los que han sido enmudecidos x el odio y la violencia